Transcurrió aproximadamente un mes y medio, y aunque no había olvidado a H, al menos me sentía mucho mejor. Ya no me afectaba en lo más mínimo caminar sola hasta la escuela y de vuelta a casa. Ya no me ponía tan furiosa cuando veía a Andrea asfixiando la mano de H en el recreo.
El Borja se había convertido en mi amigo del alma, nos entendíamos casi perfectamente. Nuestras pequeñas diferencias se referían básicamente a su gusto por los bichos. Y es que no lo he dicho, pero el Borja era un coleccionista apasionado de todo lo que midiera menos de cinco centímetros y tuviera seis o más patas; con ello yo entendía perfectamente que todavía sintiera una especial atracción por la detestable mosca.
Muy cerca de que terminara el año escolar, todos nos alistábamos para la tradicional fiesta de fin de año. En esa oportunidad, la gran reunión sería un sábado en casa de Claudia, en las afueras de la ciudad. Un día antes de la fiesta, me sorprendió que H se acercara a mí para charlar. Si bien no había dejado de ser muy atento y cordial conmigo desde que inició su noviazgo con la mosca, nuestra distancia era evidente.
Se acercó a la salida de la escuela y me dijo:
-Hola, Ant, ¿vas a tu casa? ¿Puedo caminar contigo?
-Sí, claro.
El corazón me latía a diez mil por hora, pero disimulaba perfectamente. Me molestaba muchísimo que eso me sucediera después de tanto tiempo.
En el trayecto hablamos de cosas sin importancia. Me contó que sus exámenes habían ido muy bien y que su padre le había ofrecido un premio por su rendimiento. Me dijo que él esperaba que ese premio fuera una bicicleta nueva porque la que tenía, la que alguna vez me había prestado, ya estaba vieja y quería sustituirla por una más rápida y moderna.
-¿Más rápida? ¿Para qué quieres más velocidad? ¿Para llegar tan pronto como sea posible a casa de Andrea?
H sonrió discretamente con mi comentario y yo me mordí la lengua para no seguir diciendo boberías. Luego añadió:
-¿Irás a la fiesta de fin de año?
-Por supuesto.
-¿Te llevará tu papá?
-Sí, supongo que sí.
-¿Crees que pueda ir contigo, Ant? Mis papás tienen un compromiso mañana y no podrán llevarme.
-Claro, H, iremos con mi papá.
-Y... ¿puedo pedirte otro favor?
-Sí, dime.
-¿Podríamos pasar por Andrea?
Mi respuesta debió ser:
-¡Ni pensarlo! ¡Pero qué es lo que te has imaginado! Que la mosca se vaya volando, ese bicho que es tu novia no pondrá jamás un pie en el auto de mi papá que, por herencia familiar, es mi auto, ¿lo entiendes?
Pero mi respuesta sorprendentemente fue:
-Claro, H, mi papá no tendrá ningún problema. a las cuatro de matarse pasaremos por ti.
-¡Gracias, Ant, sabía que podía contar contigo!
Como en nuestros viejos tiempos, sacudió mi cabello, me dio un beso en la frente y, antes de despedirse, me dijo:
-Y tus exámenes finales, ¿qué tal? ¿Cuánto sacaste en Geografía?
-Saqué 9, sólo me equivoqué en la extensión de Oceanía. Adiós.
No, no quise amargarme la tarde. Ya sólo nos quedaban dos días de clase y luego vendrían las maravillosas vacaciones sin H, sin la mosca, sin maestro Olmedo, sin Geografía y sin Matemáticas. Ver a Andrea tan cerca de mí era el último sacrificio antes del gran descanso de dos meses.
El sábado por matarse H, su novia y yo hicimos la entrada triunfal q la fiesta de fin de año. No me detendré en detalles, la reunión resultó más divertida de lo que yo esperaba. Al Borja se le ocurrió llevar una cámara fotográfica para inmortalizar (cómo el decía) cada detalle de nuestra despedida.
Desde que vi a H en la tarde, creí notar en su rostro que algo le preocupaba, pero no quise darle importancia.
Sin embargo, en el transcurso de la fiesta lo noté distante, como extraviado. Cerca de las 9 de la noche, hora en que mi papá pasaría por nosotros, H se acercó a mí como hace mucho tiempo no lo hacía y me dijo:
-Ant, necesito hablar contigo.
-Dime, ¿sucede algo?
Me pidió que saliéramos al jardín, se puso muy serio y continuó:
-¿Recuerdas qué te dije que mi papá me había prometido un premio?
-Sí, lo recuerdo.
-Pues esta mañana me lo ha dado.
-Te felicito, H, ¿qué tal la bici nueva?
-No, no es una bici. Es un boleto de avión.
-¿Disney? ¿Te vas a Disney de vacaciones? ¡Qué emoción, H! No olvides enviarme una foto tuya con Mickey.
-No, Ant, no comprendes: mi papá me ha inscrito en la escuela en los Estados Unidos, estudiaré todo el próximo año allá, viviré en casa de mi tío.
Yo continuaba siendo muy torpe para la Geografía, pero sabía perfectamente en que lugar del mapa había pintado Estados Unidos, con circulito rojo en Washington, y eso estaba muy lejos de mi país.
Quise decir algo, pero un nudo en la garganta me lo impidió. Luego de unos segundos, atiné a comentar:
-E... eso es una buena noticia, ¿no?
-Sí, supongo que es grandioso.
-Te vas, H.
-Sí, creo que sí.
-¿Cuándo?
-La próxima semana, el sábado.
Me di vuelta porque sentía que no podía mirarle a los ojos. Tragué en seco y le dije:
-Pues me alegro mucho por ti, H, estudiar en los Estados Unidos debe ser muy bueno. Aprenderás inglés, entenderás las películas del cine sin necesidad de leer las letritas que van en la parte de abajo, aprenderás las canciones de moda, verás otras montañas, otra gente... lo que a ti te gusta, H, lo que a ti te gusta.
Hubo un largo silencio que pareció durar mil horas. Volvía ponerme de frente y dije:
-Te voy a extrañar
H me miró y dijo:
-Prométeme que no te olvidarás de mí.
Nos abrazamos tan fuerte como pudimos y en ese momento el Borja salió al jardín e, irrumpiendo esta escena, gritó:
-Toni, tu papá está afuera. Antes de que se marchen, ¿puedo sacarles una fotografía?
-Sí- dijo H-, claro que sí.
H se inclinó, me puso un brazo sobre el hombro y sonrió.
Yo no pude hacer lo mismo. Segundos después sonó un click.
Lo volví a mirar fijamente y le dije:
-Te lo prometo.
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Amigo se escribe con H
Teen FictionTener miedo a las arañas, a los fantasmas o a la oscuridad podría ser común para mucha gente, pero... ¿es posible tenerle miedo a la memoria? Esta es la pregunta que se plantea Antonia, la protagonista de esta historia, mientras camina junto a su a...