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— Está bien —me sonríe de oreja a oreja y acaricia mi cabellera suavemente.

— Puedes decidir no ir, en verdad Jaebeom —le dije alterada y el negó con su cabeza repetidamente.

— Tranquila, necesito conocer a mis suegros —me guiña un ojo y me sonríe ladino.

Pasé una mano con algo de frustración por mi rostro.

— Mis padres no son lo que crees que son. Su mente es más cuadrada que cualquier cosa, Jae —paso saliva con dificultad.

Pará ellos era de suma importancia, la presencia, el estatus económico y esas mierdas. Sin tan sólo se llegan a enterar que sus hijos son unos descarrilados, y que su hija está saliendo con un chico más grade que ella por siete años, vaya realidad la que tengo que afrontar de un día al otro.

— No te preocupes, Mirae, cambiaremos esa mente cuadrada de tus padres —me asegura y con sutileza pellizca mi mejilla.

Le sonreí convencida, a lado de Jaebeom todo parecía ser más fácil y no sabía el por qué.

***

— Bienvenidos a Incheon —susurra mi hermano mientras baja del tren y retira sus gafas de sol. El siempre vistiendo esas ridículas gafas cuando el sol no estaba a la vista de ningún individuo.

Por enésima vez planché mi vestido, estaba más que nerviosa. Jaebeom me tomó gentilmente de mi mano y la entrelazó con la de él.

— ¿Te han dicho donde nos recogerá el chófer? —le interrogó a mi hermano y el luce pensativo.

—¿Se supone que debía saberlo? —ve hacia sus costados despreocupado.

— Si, claro que sí, Hanbin —solté un suspiro.

— No te preocupes, seguramente tendrá algún cartel con nuestros nombres escritos —me sonríe.

— ¿Tu te crees que seguimos siendo críos? —le interrogo entredientes.

— Para nuestros padres, si —sus ojos brillaron y sus palabras quedaron en el aire cuando salió corriendo. Mi boca se entreabrió y seguí todo su trayecto. A los pocos segundos vi como cogió entre sus brazos a nuestra hermana menor, Hanbyul y si, ella cargaba un pequeño cartel con nuestros nombres. Reí por lo ridículo que había sido.

Nuestros padres no estaban, sólo era el chófer y Hanbyul.

Los ojos de la pequeña brillaron igual que los de mi hermano cuando me vieron y entre los brazos de Hanbin, Hanbyul nos abrazó enérgica. Tan solo tenía siete años.

—  ¡Que grande estas, Hanbyul! —acoté una vez el abrazo se rompió y despeiné su cabellera. Ella río algo penosa y después su mirada dio con Jaebeom.

— ¿Y el? —me pregunta apenas audible.

Le sonreí ampliamente y lo miré de reojo.

— El es Jaebeom, mi novio —le expliqué en un tono de voz dulce. Ella le ve tímida y después le sonríe de la misma manera.

Vaya camino que nos esperaba para casa.

***

Las piernas me temblaban y más cuando el chófer nos abrió la puerta de la inmensa casa de mis padres. Mi mano sudaba contra la mano de Jaebeom, obvio era algo involuntario.

poison; Im ChangkyunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora