— Qué afortunado —dije sarcásticamente y regresé la vista al encargado del lugar — olvide el cambio, anciano. Me voy —apagué mi cigarro contra el mostrador y salí por la puerta del local.
A los pocos segundos me encontraba nuevamente con un cigarro entre mis labios, intentándolo prender.
— No deberías ser tan ruda con la gente de tercera edad, ¿sabes? —su voz me hizo poner los ojos en blanco.
— No deberías estarme siguiendo, ¿sabes? —no lo miré, continúe caminando hacia mí hogar.
Soltó un suspiró y pasó un brazo por encima de mis hombros. Me removí incomoda y me volqué a verlo con una ceja arqueada.
— ¿Qué quieres? ¿Te importa ir al grano? —le pregunté con indiferencia, dejando de caminar.
— Nada, solo venía a entregarte tu cambio —se separa de mi y me extiende las monedas.
— Que oportuno —le sonreí fingidamente y las tomé.
— El día de ayer quedaste en deverme algo — acota pensativo y yo le miro algo confundida— mi taza de café.
Entreabrí mi boca.
— Es verdad —susurré — te la puedo preparar ahora, viene bien con lo templado del día de hoy.
— Excelente.
***
Nos quedamos en silencio mientras calmadamente bebíamos de nuestras bebidas calientes.
— No vuelvas a dejar ni una marca en mi cuerpo —rompí el silencio haciendo que Changkyun arquerara unas de sus cejas. Alejó la taza de su boca, reposandola sobre la mesa.
Hice una fina línea con mis labios para después levantarme la sudadera, casi sacándomela de todo el cuerpo, no llevaba sostén y como ya sabrán sinvergüenza era mi segundo nombre.
La dejé caer de nuevo a su lugar, cubriendo mi desnudez.— ¿Estás insinuando que tu y yo vamos a repetirlo..? —relamió sus labios y yo solté una risotada.
— Si me apetece, si —accedí con una sonrisa satisfecha.
Dejó ir una bocanada de aire y sin creer lo que estaba escuchando se dejó recargar contra la silla.
— Estas siendo muy egoísta, lo sabes, ¿no? —entrecerró sus ojos.
Me levanté de mi lugar y a paso lento me encaminé hacia el. Cuando llegué hasta Changkyun me senté a horcajadas sobre el, abrazando su cuello y acariciando el cabello de su nuca.
— A esta altura me estas haciendo sospechar que eres ninfomana —me dice en una tono de voz aterciopelado.
Reí, negando con mi cabeza.
— Lo dice alguien que el día de ayer folló dos veces —le recuerdo.
— Yo solo venía por una taza de café, como en este momento —me clarifica.
— Terminaste empotrandome en mi habitación, ni siquiera te pedí que lo hicieras —murmuré contra sus labios— ya sé que soy inevitable —moví mis caderas contra las suyas, frotándome contra el.
Un gemido escapó de mi boca cuando sentí lo duro que se estaba poniendo.
— No encuentro la razón por la que me pides que no marque tu cuello, tu puedes hacerlo conmigo —sonreí contra su boca.