¿𝘢 𝘲𝘶𝘦́ 𝘩𝘢𝘴 𝘷𝘦𝘯𝘪𝘥𝘰?

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Julia se encontraba frente a frente con la rubia y nunca se había sentido tan débil. ¿Cómo se sentiría ella?

Ninguna de las dos parecía dar el brazo a torcer y animarse a romper el hielo así que se mantuvieron unos segundos mirándose fijamente, como desafiándose, pero no había ningún desafío entre ellas y ambas lo sabían.

—Él no está aquí —dijo sin ninguna emoción Irina.

—Lo sé —susurró Julia sintiendo escalofríos por ver aquella imágen tan apagada de la muchacha. Hubiera deseado jamás verla así.

Julia se sentía culpable, la peor persona en la faz de la tierra y todo por expresar lo que sentía. Nunca encontraba el momento exacto para ser feliz y era culpa de ella, por ser siempre tan inoportuna. Después de tanto tiempo había caído en la cuenta que parecía gustarle sufrir.

—¿Y a qué has venido? Digo, porque para decirle las cosas a él ya tuviste tiempo.

Si antes el ambiente estaba tenso ahora más. Era increíble como aquello era inhabitable. Julia quería desaparecer, pero algo había aprendido después de todo. No ser una cobarde. Si la había cagado debía hacerse cargo.

—¿Te lo dijo? —se animó a preguntar.

—¿Creías que no me lo iba a contar? Soy la novia, Julia. La única que ha estado con él y piensas que no me lo va a contar —Julia tensó su mandíbula y bajó la mirada. Irina le provocaba respeto—. Me habrás tomado el pelo todo este tiempo, pero sigo siendo bastante lista.

¿Le habría contado también lo del beso o sólo la culpó a ella de todo lo malo?

—Yo nunca quise tomarte el pelo —respondió sincera levantando la vista—. Las cosas no sucedieron como esperaba.

Irina se cruzó de brazos y sin apartar la vista de Julia chasqueó la lengua.

—¿Sabes una cosa? Ya te he pillado, sé por dónde vienes. —Julia respiró profundo y escuchó atentamente—. Eres una mosquita muerta. Te has pasado todo el puto tiempo haciéndote la amiguita, ganando mi confianza, ganando la Rubén, haciéndote una historia maravillosa, pero todo se te fue a la mierda.

—No entiendo que...

—¿No entiendes? —preguntó sarcástica y lanzó una risa—. ¿Por qué le has dicho que lo amabas?

Los ojos de Irina se cristalizaron y su voz sonaba entrecortada. El pelo rubio sobre su cara demostraba que estaba completamente desesperada con la presencia de Julia allí.

—No lo sé, Irina —respondió sincera. Julia sentía un nudo en la garganta. Le dificultaba hablar.

—Pues yo sí sé. Te has cansado de que ningún hombre te tome en serio. Que nadie en este mundo se fije en ti como se fijó Rubén toda su vida. ¿Te crees que soy gilipollas? ¿Te crees que no me he dado cuenta cómo te mira? ¿Cómo brillan sus ojos cuando habla de ti?

Su voz parecía que iba apagándose a medida que hablaba. Julia la miraba apenada y sentía odio por tenerle pena, no quería tenerle pena porque no creía lo que decía. No quería creerle.

—Irina...

—Me despierto todos los días deseando ser un poco más como tú. Que desee estar conmigo como desea estar contigo, pero lo único que recibo son abrazos y besos sin cariño.

—No digas eso —la silenció molesta—. Nunca ha amado a nadie como te ama a vos. Fuiste capaz de estar a su lado en los peores momentos, cosa que yo no pude.

—Porque él no te dejó, Julia.

Ambas seguían posicionadas en el mismo lugar que al inicio. Se sentían pesadas, como si fueran estatuas. No podían moverse de los nervios y la tensión.

—No fue agradable todo este tiempo estar al lado de él. Rubén te alejó porque te ama.

—Y yo fui una hija de puta que aceptó, ¿En dónde me deja eso? No luché para estar a su lado como vos ni mucho menos. Rubén será de todo, pero no es un idiota. Él sabe quiénes lo valen.

Irina se quedó en silencio intentando creer las palabras que soltaba Julia con ligereza, pero negó rápidamente. La latina frunció el entrecejo.

—¿A qué has venido? ¿Por qué volviste si sabías que él no estaba? ¿Querías escuchar todo esto? ¿Querías asegurarte de que él te amaba?

—Irina, no crees un drama innecesario.

—¿Tú has venido a decirle a mi novio mil cosas y yo soy la que crea el drama? —preguntó indignada—. Vete de aquí, Julia.

La morena se mordió el labio inferior y asintió aceptando el pedido de la muchacha. Se encaminó hasta la puerta y se dió media vuelta.

—Lo siento, aunque ahora suene hipócrita, de verdad que lo siento.

Irina ya no la miraba. Se secaba las lágrimas que estaban escapando.

—Sos una mujer increíble y no deberías desear ser yo nunca, porque soy la peor basura que existe.

Irina cerró los ojos con fuerza y le dió la espalda a Julia para que no la viera llorar. Julia sentía como todo su cuerpo se preparaba para largar el llanto.

—Y no te preocupes por Rubén. Él ya me borró de su vida y es hora de que yo haga lo mismo.

𝙨𝙤𝙛𝙩 𝙧𝙪𝙗𝙞𝙪𝙨 • 𝙧𝙪𝙗𝙚𝙣 𝙙𝙤𝙗𝙡𝙖𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora