𝘷𝘦𝘵𝘦

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—¿Por qué finges que te importo? —preguntó molesto. Julia abrió la boca indignada.

—¿Te estás escuchando? —preguntó sin creérselo.

—Chicos, intenten calmarse —dijo Irina intentando tranquilizar la situación, pero sabía que no había punto de retorno.

Ninguno parecía hacerle caso. Cuando Julia y Rubén discutían no había quién los parase. Ambos eran tercos y no darían el brazo a torcer.

—No es muy difícil lo que te estoy pidiendo, sólo quiero que dejes de meterte en mi vida.

—Esto no es vida, Rubén.

Julia miró a Irina buscando ayuda, pero ella no iba a meterse a pesar de estar de acuerdo con la latina.

—Quiero estar solo, coño ¿es difícil de pedir?

—Para mi es algo imposible —respondió Julia negando con la cabeza—. Odio que estés siendo tan egoísta y masoquista. Quiero ayudarte, quiero estar acá con vos y poder acompañarte.

—Pues yo no quiero.

De repente el timbre sonó y entre los tres se miraron. Irina no quería irse por si ocurría algo, pero abajo seguían insistiendo y no le quedó más remedio que salir del despacho de Rubén.

—Me estoy sintiendo de la misma manera que te sentías vos hace unos años. Estoy asustada, Rubius —se sinceró intentando acercarse a él, pero Rubén retrocedió.

—Hay una gran diferencia.

—¿Cuál?

—Que yo estaba locamente enamorado de ti.

Julia bufó molesta y agarró su bolso que estaba sobre la mesa. Quería matarlo.

—Ojalá algún día entiendas que el amor que te tengo es mucho más grande que el que alguna vez sentiste por mi, eso te lo aseguro.

Julia se dió media vuelta para salir e ir escaleras abajo, pero las palabras de su amigo la detuvieron en seco.

—Nunca te pedí nada, absolutamente nada.

—¿Perdón? —se dió la vuelta mirándolo atónita sin comprender del todo sus palabras. Rubius seguía en su lugar completamente inmóvil.

—Tú crees que has hechos milagros por mi. Jamás te pedí que dejes a Vegetta o que hagas tu vida a base de la mía. Si tú lo hiciste...

—No dejé a Samuel por vos —dijo firme, pero el castaño carcajeó.

—Mangel día y noche se encarga de darme un discurso sobre las cosas maravillosas que haces por mi —dijo sarcástico provocando que Julia apretara sus manos en firma de puños. Su bolso parecía deformarse ante tal fuerza—. Joder, que la pequeña ha dejado al amor de su vida por mi culpa, que pena.

Julia no creía lo que oía. Rubén le estaba dando asco en ese mismo instante.

—Sos un imbécil.

𝙨𝙤𝙛𝙩 𝙧𝙪𝙗𝙞𝙪𝙨 • 𝙧𝙪𝙗𝙚𝙣 𝙙𝙤𝙗𝙡𝙖𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora