Capítulo 20

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CAPITULO CON CONTENIDO +18 EXPLÍCITO

A veces la vida hace cosas a nuestro favor.

Mamá me llamó para decirme que pasó recogiendo ropa para el fin de semana, pues la enviaron a otra ciudad a hacer un trabajo y estaría llegando el sábado en la noche o el domingo en la mañana. Stephanie quería venir a casa de Kelvin también, pero no es como que vamos a hacer una pijamada para que venga.

Llevamos a Stephanie a su casa y ahora vamos en camino a la casa de Kelvin. El señor que nos llevó la última vez hasta su casa es el mismo que nos busca hoy. Kelvin le solicita que por favor no le diga a sus padres que lo recogió en tal sitio y el señor asiente en silencio.

Desde la entrada de la urbanización privada, logro divisar la camioneta del papá al fondo. Lo ayudo a caminar mientras se queja de dolor.

Estando en la entrada de la casa, ruego porque sus padres estén dormidos. Kelvin abre la puerta y, al entrar, veo a su madre sentada en la sala viendo televisor. Su padre grita desde la cocina que pase directo hasta allá para que puedan chismear.

Abajo el patriarcado.

—Jonah, hijo. Kelvin no nos dijo que venías —se levanta.

—¡Pajarito! —grita parado en el pasillo y me abraza cuando me acerco con un delantal lleno no sé de qué.

—Buenas... —saludo apenado.

—Lo que pasa es que la mamá de Jonah viajó y aprovechamos para hacer una tarea —explica Kelvin.

—Seguro es anatomía —señala el señor José con una espátula de cocina—. ¿Necesitas la casa sola? Digo, para que no dañen nuestros oídos cuando hagan la prueba de sonido.

—¡Mamá! Dile a papá que no haga ese tipo de bromas —se queja Kelvin.

La señora Cristina sentencia al señor José con la mirada, quien levanta las manos en el aire para indicar que se rinde.

Nos sentamos en la cocina a esperar que la cena esté lista mientras hablamos de cómo estuvo el día. La mamá de Kelvin hace unos batidos en la licuadora y el papá saca los últimos pancakes de la cocina, el omelet español ya está listo.

Después de comer y hablar un rato, ayudo a lavar los implementos sucios. Me viese mamá haciendo eso de una vez en casa ajena. En la mía lo hago horas después, de tanto decirme que vaya a hacerlo.

Kelvin se queja de estar cansando, me hace una seña con la cabeza para subir y me siento realmente incómodo de que ellos sepan dormiremos juntos. Supongo que el señor José ve mi incomodidad, porque me dice que Kelvin me mostrará dónde dormiré.

—Que tengan buenas noches —me despido.

—Seguro que ustedes la tendrán —contesta su padre.

—José...

—¿No puedo bromear con mis hijos? —le pregunta y yo río mientras subo la escalera.

Kelvin abre la puerta de su habitación, enciende la luz y me invita a pasar. Busca en su armario y me extiende una toalla limpia y un pijama. A todas estas, yo sigo parado en la entrada de la habitación. Es la tercera vez que estoy en estas cuatros paredes y se sigue sintiendo como que fuese la primera vez.

Al notar mi incomodidad, Kelvin se acerca a mi y me da un abrazo, dónde puedo sentir que me dice más de lo que dirían unas palabras.

—Gracias por apoyarme hoy, mi amor.

—Gracias a ti por continuar vivo. Sentía que me iba a dar algo cada vez que te apretaba el cuello.

—Ven, te ayudo a desvestir para que te duches —me hala.

Enséñame a SoñarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora