Bromas

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Adrien tableteaba con los dedos sobre sus rodillas, impaciente por llegar. Le había costado convencer a su padre, pero finalmente había obtenido su permiso, ¡y vaya que lo pensaba aprovechar!

Muchos de sus mejores amigos se habían reunido para celebrar el cumpleaños de Kim, además del próximo final de curso, en un complejo de recreo propiedad de la madre del homenajeado. Estaba situado en medio de un agradable bosquecillo, y contaba con varias cabañas de madera, una enorme piscina de bolas, distintas áreas de juego y un edificio principal donde estaban la recepción y la cafetería. Solían alquilarlo para convivencias, reuniones de trabajo o fiestas de distinto tipo; y, en esa ocasión, lo tendrían para ellos solos.

¡Una fiesta con sus amigos! Adrien estaba entusiasmado. Disfrutaría de un día entero con Nino, Alya, Kim, Max, Rose, Juleka, Iván, Mylene y Marinette... Y también estaría Lila, pero no estaba dispuesto a que eso le robara un ápice de su buen humor.

El resto llevaban reunidos desde el día anterior, e incluso se habían quedado a dormir (una cabaña para los chicos, otra para las chicas). Su padre no había querido ni oír hablar de pasar la noche fuera, pero al menos le había permitido unirse por la mañana. Una gran sonrisa iluminó su rostro cuando la limusina se detuvo, y se apresuró a bajar del vehículo, agitando la mano para despedirse de Gorila.

Con su bolsa de deporte al hombro, dirigió sus pasos hacia la recepción, donde la madre de Kim le recibió con una sonrisa amable, guiándolo luego hasta la cabaña que compartían los chicos. Al abrir la puerta, lo recibieron un coro de ronquidos desacompasados y un leve olor a pies sudados que lo hizo arrugar la nariz.

--Anoche se acostaron muy tarde --aclaró la mujer--. Pero ya es hora de que se vayan despertando, o no aprovecharán la mañana.

Adrien asintió, y ella se retiró con un guiño, cerrando la puerta a su espalda. El rubio dejó su bolsa con cuidado en una de las literas libres, y el movimiento fue suficiente para que Nino abriera los ojos.

--¡Buenos días, bro! --saludó el DJ, incorporándose con un bostezo y calándose su inseparable gorra antes incluso de ponerse las gafas--. Qué bien que ya estés aquí.

--Qué, ¿mucha juerga anoche? --preguntó Adrien, sonriente, haciendo un ademán para abarcar a sus amigos dormidos.

--Buff... No quieras saberlo. Pusimos música hasta tarde, jugamos a las cartas y nos echamos unas buenas risas --miró a los demás, y una medio sonrisa malvada se dibujó en su semblante--. ¿No te parece que ya ha llegado la hora de despertar a estos bellos durmientes? ¡Y luego podemos ir a molestar a las chicas un rato!

Sin más preámbulos, seleccionó uno de sus temas favoritos de la playlist de su móvil y subió el volumen a tope, bailando entre las literas mientras sus compañeros protestaban, rezongaban y se frotaban los ojos, soñolientos.

--¡Argh! Baja eso, tío --refunfuñó Kim.

Max escondió la cabeza bajo la almohada para amortiguar el sonido. Iván continuó roncando, indiferente al alboroto, hasta que Nino lo sacudió sin piedad.

--¡Arriba, arriba! Ha llegado la hora de la venganza.

--¿Venganza? --se extrañó Adrien.

--¡Contra las chicas! Ayer nos estuvieron persiguiendo con una manguera y terminamos todos empapados. Además, ¡ganaron casi todas las rondas en los juegos! En la batalla de bromas tenemos que ser nosotros los vencedores --afirmó con decisión.

--Esto empieza a interesarme --exclamó Kim--. ¿Qué propones?

Nino rebuscó entre sus cosas hasta que sacó un puñado de rotuladores, que blandió ante sus amigos, que habían hecho coro a su alrededor.

A fuego lento (Reto Adrinette) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora