Estatua

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La conversación con Kagami fue larga y bastante tensa. Adrien intentó explicarle lo que sentía con sinceridad, pero resultaba difícil responder a las preguntas de la chica cuando ni siquiera él mismo estaba muy seguro acerca de lo que le dictaba su corazón con respecto a la que hasta hace poco llamaba su mejor amiga.

Odiaba hacerle daño a Kagami; pero tampoco estaba dispuesto a forzar sus sentimientos hasta hacerlos encajar en lo que ella esperaba de él. No; tenía claro que eso no sería justo para nadie. Y aunque le parecía una chica preciosa, fuerte e interesante, no se sentía capaz de enamorarse de la manera que ella merecía.

Retorció sus manos con nerviosismo, con sus pensamientos huyendo junto a Marinette, con el recuerdo de su tacto atormentándolo. Todavía no había podido hablar con ella, y tampoco sabía qué debía decir, ni se sentía capaz de predecir cuál sería la respuesta de la azabache. Se pasó las manos por el cabello, despeinándolo por completo. La conexión que percibía cuando se miraban, cuando se abrazaban, cuando sus manos se rozaban, ¿sería real, o solo un reflejo de sus propios deseos y esperanzas? Después de todo, por lo que tenía entendido, ella salía con Luka...

Sopesó el teléfono móvil entre sus manos, sin atreverse a marcar.

--¡Vamos, cachorro! ¿Qué te sucede? --lo increpó Plagg--. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

--¿Y si me equivoco, Plagg? ¿Y si la pierdo?

--No seas tan melodramático, chico; incluso en el caso en que ella te de la patada, ya deberías estar acostumbrado a que te rechacen chicas guapas peinadas con coletas. ¿Por qué con Ladybug no dudabas en insistirle una y otra vez, y con esta te lo piensas tanto?

--No quiero estropear nuestra amistad. ¡No sé si es el momento adecuado! ¿Tú crees que tengo alguna posibilidad de gustarle? --negó con la cabeza, hecho un mar de dudas--. Quizás debería preguntarle a Nino primero... Aunque ya en el museo de cera me dijo que ella no querría estar a solas conmigo --recordó, abatido.

--Bueno, las cosas han cambiado desde entonces --apuntó el kwami.

--¿Tú crees?

--¡Claro! Le has pedido salir a otra chica, le has restregado tu supuesta felicidad compartiendo un helado con ella junto al río en sus narices, y la has empujado sin dudarlo a los brazos del guitarrista. Piensa que, hagas lo que hagas, ¡es difícil cagarla todavía más!

Adrien se tapó los ojos, emitiendo un gemido.

--Por todos los demonios, ¡soy un desastre!

--Vamos, chaval --lo animó Plagg, dándole suaves golpecitos con la pata--. Al menos, parece que las hembras de tu especie tienden a considerarte guapo. Eso es una ventaja, ¿no?

--No sé qué haría yo sin tus ánimos... --contestó Adrien en tono sarcástico.

--Pues ya tienes algo más que agradecerme: ¡acabo de marcar su número de teléfono!

El chico miró con horror la pantalla del móvil que el pequeño gato negro le tendía, y apenas había acertado a sujetarlo cuando una dulce voz contestó al otro lado de la línea.

--¿Adrien?

--¿Sí? ¡Sí! Quiero decir, soy yo, porque he sido yo el que ha marcado tu número. Ya sabes, para llamarte. --Se propinó una bofetada mental por su torpe balbuceo.

--¿Estás bien?

--No lo sé --tomó aire, buscando calmarse--. Perdona; me refiero a que estoy un poco nervioso.

--¿Y por qué habrías de estarlo? --preguntó ella con cuidado.

--Porque eres... Porque esta conversación es importante para mí --reconoció Adrien, bajando la voz.

A fuego lento (Reto Adrinette) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora