Adrien no perdía de vista la puerta, elegantemente vestido con un traje de chaqueta gris que le había proporcionado su padre para la ocasión. El cuello de la camisa, convenientemente abotonada hasta arriba, le resultaba agobiante; pero al menos lo habían dispensado de ponerse corbata.
Su padre aguardaba junto a él, y a decir verdad, también parecía estar algo tenso. Su faz lucía tan pétrea como era usual, pero sus manos no se limitaban a entrecruzarse a su espalda, sino que además parecía estrujarse los dedos con nerviosismo.
Por fin se abrió la puerta para dejar paso al Gorila y a Marinette, ataviada con el vestido corto que había arreglado para la ocasión. Adrien no pudo evitar sonrojarse al recordar la videollamada, y rezó porque nadie se hubiera dado cuenta del escrutinio al que la habían sometido sus ojos sin querer. Pero es que todo en ella: su lindo rostro, sus hombros esbeltos, su fina cintura y sus piernas bien torneadas, representaban un espectáculo digno de contemplar.
Ella también parecía algo intimidada, pero mantenía el tipo. Los saludó con una cortés inclinación de cabeza, y ellos correspondieron a su vez.
--Bienvenida, señorita Dupain-Cheng.
--Encantada de estar aquí, señor Agreste.
--Veo que ha atendido mi sugerencia de venir con un diseño propio. Un poco simple, quizás; pero le favorece --la voz del diseñador escondía una pincelada de desprecio que indignó a Adrien, pero Marinette no bajó la cabeza.
--Gracias. Con un margen tan escaso de tiempo, no he podido hacer más.
--Entiendo. Hace falta estar hecho de una pasta especial para trabajar satisfactoriamente bajo presión --siguió pinchando Gabriel.
Adrien se removió en el sitio, cada vez más incómodo. ¿Acaso era ese el plan? ¿Minar la confianza de la chica hasta romperla, y poder akumatizarla?
--Pues a mí me parece un vestido precioso --la apoyó.
--Y a mí me parece que lo que tú estás mirando no es precisamente el vestido --replicó secamente el diseñador, haciendo que su hijo enrojeciera, airado--. Además, apuesto a que la señorita Dupain es perfectamente capaz de defenderse ella sola.
Marinette le dedicó un gesto tranquilizador, y él se obligó a tomar aire y calmarse. Si ella hacía gala de toda su entereza, él no podía ser menos. Si seguía por aquellos derroteros, terminaría atrayendo a un akuma, y estropeando las cosas en vez de ayudar.
--¿También ha diseñado usted la bisutería? --continuó Gabriel, impasible.
La chica llevaba sus habituales pendientes redondeados, y además una gargantilla compuesta por una fina cuerda negra que llevaba en el centro una perla del mismo color.
--No. Ambas piezas llevan mucho tiempo en mi familia, y su valor es meramente sentimental --respondió la azabache.
--Pues me parecen muy interesantes, sus pendientes. ¿Me los deja ver, por favor? --alargó la mano, y Adrien contuvo la respiración, sin saber qué hacer. Marinette cruzó los brazos sobre el pecho, y enarcó una ceja, repentinamente muy seria.
--Vamos, señor Agreste; solo son redondos y negros. No puede estar hablando usted en serio.
Por una vez, el hombre pareció quedarse sin respuesta. Sin embargo, en vez de retirarse, dio un paso hacia adelante, como si no se pudiera resistirse a tocarlos a pesar de la escasa predisposición de su propietaria. Marinette sostuvo su mirada, retrocediendo ante su avance.
--Pensé que era usted de las personas que tenían claro lo que significa respetar el espacio personal --le espetó, con una chispa de fuego destellando en sus ojos azules.
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A fuego lento (Reto Adrinette)
FanfictionUn capítulo diario para acompañar a nuestros ciegos favoritos en su peculiar historia de amor... (Advertencia: al final no he podido resistirme y los estoy haciendo sufrir un poco antes de la recompensa. Pero todo llegará... )