Beso en la mejilla

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--¿Estás escuchando eso, Tikki? ¿Tú también lo sientes aquí? --se sujetó el estómago, invadida por los nervios--. ¡Ha empezado! ¡La batalla final ha comenzado, y Lepidóptero ha sido el primero en mover ficha! Y yo sin un maldito plan. ¿Cómo pude confiarme tanto, y perder el tiempo de esa manera, sin trazar siquiera un maldito plan?

--Por favor, vamos a calmarnos un poco, Marinette...

--Y lo peor es que yo no tengo a Adrien, ¡no tengo a Chat noir? ¿Dónde está, Tikki? ¡¿Por qué no contesta?! ¿Cómo pude dejarlo allí solo, rodeado de villanos? --sus ojos se empañaron, mientras retorcía sus manos con desesperación.

--Céntrate, Marinette: no todo está perdido. Recuerda que eres Ladybug, y que siempre se te ocurren las ideas correctas. ¡Eres la reina de la improvisación!

--Pero Ladybug sin Chat noir no es tan fuerte, ¡sin Chat nada de eso funciona! --gimoteó la chica--. Él estará bien, ¿verdad? ¡Ni siquiera Lepidóptero haría daño a su propio hijo!

De repente, su teléfono se volvió loco, recibiendo notificaciones sin parar. Los destrozos en la ciudad comenzaban a ser cuantiosos, y ella seguía allí, sin saber qué hacer, perdida sin su compañero, muerta de miedo, paralizada por la incertidumbre y la angustia. La imagen de la piscina municipal hecha escombros la hizo contener una arcada al pensar en el nombre de Ondine formando parte de la dolorosa lista de bajas que había podido ver en la otra realidad.

Y, entonces, la pesadilla terminó de estallar. Porque ahí estaba su enemigo, Lepidóptero en persona, transmitiendo en directo su mensaje para ella a través de las noticias de Nadja Chamack.

En primer plano, el villano. A su espalda, suspendida en las alturas, una jaula. Y, dentro de esta, una figura tendida, al parecer inconsciente, con las manos enguantadas atadas a la espalda. Chat noir.

--Este es un mensaje para Ladybug. Creo que se te ha perdido el gato --dijo con voz burlona--; si deseas volver a verlo con vida, deberás entregarme tu prodigio cuanto antes. Te sugiero que te des prisa: no tengo muy claro cuánto tiempo resistirá la cuerda que sostiene la jaula, y, créeme, la caída es considerable, suficiente como para hacer a tu mascota puré. Además, cuanto más tiempo te demores, más destrozos harán mis pequeños esbirros en la ciudad. Cuando quieras venir hasta aquí, solo tienes que seguirlos y te guiarán. Tú eliges...

El mensaje se cortó de golpe, dejando paso a una horrorizada Nadja, que parecía incapaz de hablar con coherencia. La voz urgente de Tikki sacó de su ensimismamiento a Marinette.

--¡Vamos, transfórmate! Tenemos que ir a por algunos prodigios más, ¡no puedes hacer esto tú sola! ¡Necesitas aliados!

--Vamos allá. ¡Podemos con esto, tenemos que poder! --trató de autoconvencerse--. Tikki, ¡puntos fuera!

Se dirigió hacia su casa a la carrera, colándose en su habitación por la trampilla, y sacando a toda prisa de su escondite la caja de los prodigios. Rebuscó entre su contenido, escogiendo algunas de las joyas casi por impulso, dejándose llevar por una especie de corazonada que parecía guiar sus manos, más que por la mera razón.

La gargantilla del dragón, que tan buen servicio le había prestado el día anterior para escabullirse a través de las rendijas de la ventana del baño de Adrien, convertida en incorpórea nube de vapor; el collar del zorro, pues nunca se sabía cuando podía venir bien engañar los sentidos de tus enemigos; y el del ratón, por si precisaba multiplicarse. El peinecillo de la abeja, la pulsera de la tortuga, el anillo para la nariz del buey. Y el reloj del conejo, por si acaso todo salía mal.

Regresó a toda prisa al instituto, dispuesta a seleccionar a los que serían sus aliados en aquella misión tan desesperada como crucial. ¿Dónde estaban Alya y Nino? No tenía tiempo, ¡no tenía tiempo!

A fuego lento (Reto Adrinette) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora