Día libre por enfermedad

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--¿Ya te has divertido bastante, Camaleón? --inquirió Lepidóptero desde el suelo.

--No ha estado mal, lo reconozco --respondió la aludida, que tras besar la mejilla de Ladybug había tomado su apariencia.

Cargó a la heroína dormida sobre su hombro, y utilizó el yo-yo para deslizarse hasta el suelo. La dejó sin ningún cuidado sobre la losa que Lepidóptero había preparado para acoger su cuerpo, ató sus manos a la espalda, y luego la despojó rápidamente de sus pendientes.

--¡Ja! --exclamó Camaleón, ufana, cuando el resplandor rosado se desvaneció revelando la figura de Marinette--. ¿Quién tenía razón? ¡Te dije que os había engañado!

Lepidóptero, que se había acercado, tomó con reverencia de sus manos el prodigio de la creación, asintiendo a regañadientes.

--Efectivamente, tenías razón --meneó tristemente la cabeza--. Pobre muchacha.

--Vamos, piensa en la recompensa. Cuando uno persigue grandes metas, debe asumir que habrá algunos... daños colaterales.

Prácticamente a sus pies, escondida junto a la losa donde reposaba Marinette, una de las pequeñas copias de Multisouris se mordía la lengua con fuerza para no emitir un chillido ratonil.

Tal y como Ladybug les había dicho, habían buscado por la mansión hasta dar con un rollo de fina cuerda que habían utilizado para atar a Mayura, hasta que, ya bien sujeta, y rodeada por las pequeñas copias, su imagen se asemejó a la ilustración clásica de Gulliver en Liliput.

Luego, con la villana todavía paralizada, se habían decidido a arrebatarle el broche del pavo real; y, para su sorpresa, se habían encontrado de frente con el rostro serio de Nathalie, en lugar de con aquel que esperaban desvelar.

Y si Lila no era Mayura, entonces, ¿dónde estaba la italiana?

Habían enviado a una de las copias a informar a Ladybug de lo que habían descubierto. La pequeña Multisouris no había tardado demasiado en constatar dónde estaba su escurridiza compañera de clase; y, de propina, había averiguado además la identidad secreta de la heroína moteada.

Marinette era Ladybug. O, al menos, lo había sido hasta que Lila --Camaleón-- le había arrebatado su prodigio para entregárselo al villano.

El hombre colocó los pendientes sobre la urna de cristal, volvió a estudiar la pantalla de la tablet y gruñó por lo bajo.

--No está bien orientada. Es necesario moverla un poco más hacia allá, de manera que los rayos de sol que entran a través de la cúpula la alcancen de pleno. Ayúdame a rodarla antes de ir a por el anillo de la destrucción --pidió, al comprobar que no podía él solo.

Camaleón se acercó, protestando por lo bajo, y Multisouris aprovechó la distracción para trepar junto a Marinette, que parecía profundamente dormida. Por más que trató de llamar su atención, empujando, pellizcando y hasta propinándole puntapiés, no había manera de despertarla.

--Vamos, vamos, ¡vamos! --rogó.

Tras ellas, Lepidóptero y Camaleón seguían peleándose con la pesada urna, que se negaba tercamente a desplazarse. Solamente cuando el Gorila se unió a sus esfuerzos fueron capaces de comenzar a rodarla, milímetro a milímetro, con desesperante lentitud.

--Necesitaríamos al menos a otro como él --rezongó Lila, señalando al guardaespaldas--. Oh, ¡esperad! Tengo una idea.

Se elevó sobre las puntas para alcanzar la mejilla del Gorila, tomando su forma de inmediato, buscando duplicarlo; claro que, entonces, el enorme guardaespaldas se desplomó, roncando.

A fuego lento (Reto Adrinette) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora