Recuerdos

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La taza de té humeaba entre las manos de Gabriel sin que este se decidiera a probar la bebida.

--A Emilie le encantaba el té --suspiró--. Pero yo no he vuelto a tomarlo desde que la perdí. En realidad, ya no le encuentro sabor a nada. Es como si todo en mi boca se convirtiera en cenizas.

El maestro Fu le dedicó una mirada de soslayo, y habló con inesperada severidad.

--Entiendo tu drama. Pero, incluso dejando a un lado las barbaridades que has cometido en tu desempeño como villano, lo cierto es que ni siquiera has estado ahí para tu hijo cuando él más te necesitaba, y eso es algo difícil de perdonar. Podrías haberte apoyado en él, y brindarle a su vez tu comprensión, en lugar de limitarte a autocompadecerte y seguir jugando a ser un dios con una magia que ni siquiera comprendes.

Gabriel siguió mirando fijamente su té, y se mantuvo en silencio, pensativo, durante largo rato.

--Supongo que tiene razón --contestó al fin.

--¿No va a tratar siquiera de justificarse? --se sorprendió Fu--. ¿No va a seguir hablándome de su honda pena, o a describirme su inmenso amor? Creí que me aseguraría que todo lo hizo pensando en Adrien.

--Y es lo que le habría dicho si me lo hubiera preguntado hace tan solo un momento. Pensé que el camino no importaba, que el deseo borraría todo el mal que he hecho al cambiar la realidad. Pero ahora creo que, tal vez, Ladybug tiene razón, y usted tiene razón, y yo estaba equivocado.

--Tus palabras realmente me sorprenden; ¿quizás pueda quedar ahí adentro algún trozo de corazón? Bien; ya es hora de averiguarlo. ¿Estás preparado para enfrentarte a los recuerdos, por dolorosos que sean?

--No sé si estoy preparado, pero lo haré. Me pongo en sus manos.

--Pues vamos allá.

El maestro Fu vació de un sorbo lo que quedaba de su taza de té, y la colocó de golpe sobre la mesa. Gabriel asintió, con gesto adusto pero decidido, y lo imitó, tomando su infusión de un solo trago y haciendo resonar la taza contra el tablero, como si fueran un par de cowboys del lejano oeste compartiendo una botella de whisky antes de afrontar el siguiente reto.

Se levantaron, y apoyándose el uno en el otro, se dirigieron de regreso al mausoleo, donde los aguardaba el cuerpo de Emilie.

***

A Adrien comenzaba a costarle respirar con una cadencia normal. Multitud de pensamientos, de temores, de esperanzas y de incertidumbres se mezclaban en su mente, y el impulso de esconder la cabeza entre los brazos y aislarse del exterior era cada vez más fuerte.

Se sentó con la espalda contra la pared, y pronto Ladybug se acercó a su lado. Pensó que era afortunado por tenerla: a ella, y al resto de sus amigos, que le habían ofrecido su apoyo sin reservas, y se estaban esforzando todo lo posible en hacerle aquel mal trago más llevadero.

Dedicó una sonrisa cansada a la chica, y ella correspondió de inmediato. Todavía le costaba asumir que la heroína y Marinette eran la misma persona, y que, ya libres de la amenaza de Lepidóptero, todos sus sueños románticos podrían convertirse al fin en realidad.

--¿Podrías destransformarte, por favor? --le pidió. De alguna manera, le parecía que los abrazos sin máscaras de por medio le resultaban más reconfortantes.

--Claro. Puntos fuera.

Contempló con fascinación cómo cambiaba su atuendo al paso del resplandor rosado. Con un suspiro, abrió los brazos para estrechar a Marinette entre ellos, enterrando la nariz en su cabello, aspirando su suave perfume a cereza y canela, dejándose confortar por su cercanía. Dejó la mente en blanco por un momento; definitivamente, era más fácil respirar cuando acompasaba el ritmo con el de su amada.

A fuego lento (Reto Adrinette) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora