Nazli recibió otro escrito. El ocaso estaba por llegar, para ella ese era un momento sagrado, amaba los atardeceres con locura.
Hacía poco más de una semana que el gobierno había declarado el aislamiento obligatorio a domicilio, en su país. La situación se había agravado y empezaba a intuir que iban a ser tiempos difíciles. Procuraba no entrar en pánico. Sabía que necesitaba una rutina para evitar perder la cabeza, y que estar en casa haciendo nada, no iba a ser ideal. A eso se debía el tiempo que permanecía en el balcón, eran sus momentos de escape. No imaginó que, al paso de los días, se convertirían en lo mejor de su confinamiento.
Con curiosidad, tomó el avión que, sobre una de las alas, tenía escrito: LÉELO EN EL BALCÓN. Se lo pensó por un momento mientras miraba hacia el resto de los departamentos. Buscó algún gesto, un saludo, o un "hey, es mío, ¿me lo devuelves?". También buscó por alguien que la mirase y le diera señales que la animaran a desvelar el secreto dentro de él, pero no encontró nada. Creyó que se trataba de un momento como el vivido hacía tres noches, cuando los vecinos, en muestra de fraternidad, comenzaron a cantar para hacer el confinamiento más llevadero.
Existía la posibilidad de que ellos se hubieran puesto de acuerdo para comunicarse de ese modo. «Vaya idea. Ocurrente e ingeniosa». Se la imaginaba siendo tendencia en las redes sociales, sonrió al pensarlo. La humanidad siempre encontraba el modo de pasársela bien, incluso durante los tiempos difíciles. «No te engañes, es él, ha vuelto. No estabas loca.»
Pensar en el chico extraño y en las cosas que tenía por decirle, fue lo que la animó a desdoblar la hoja y ver lo que había en ella.
Hola. ¿Cómo estás?
El virus ronda casi por cada esquina. Vaya lío. Esto me hace pensar en la novela de Shakespeare. El amor de Romeo Montesco y Julieta Capuleto emerge en medio de un escenario conflictivo. Ahora, algo cliché en las historias. Porque vamos, sus familias se odian, pero ellos se enamoran perdidamente en el baile de máscaras... En fin, no deja de ser una de las mejores o más bien, la mejor historia trágica de amor que pueda existir en el arte. No muchos aceptamos la tragedia en la literatura, el cine o el teatro, supongo que se debe a toda la desdicha que hay en el mundo. Pero date cuenta, aun en la tragedia, existe el amor... ¿No te parece cierto? ¿O eres de las que prefiere un final al estilo Disney? Estoy divagando, debe ser el confinamiento. Perdona que no te escribí hasta ahora, pero te vi leyendo la historia de William S. Tenía curiosidad por saber tu opinión y sí, también quería hablar con alguien. Estos días han sido duros... Quise mantener el anonimato por más tiempo, pero el mundo ya es demasiado malo como para dejarte con la duda...
Atte.: tu vecino de enfrente.
Ella volvió a leer con detenimiento la última parte, y al cabo de la segunda vez, sonrió como la chica que descubre quién es su enamorado secreto. Alzó la vista hacia el sitio en el que vivía el remitente. Un joven pareció sentir su mirada, y dejó lo que estaba haciendo para volverse hacia ella. Después, alzó la mano y la movió de izquierda a derecha para saludarla.
Era alto y atractivo, como esos hombres que esperas ver en la playa, quizá no tuviera músculos muy marcados y no hiciera ejercicio los sietes días de la semana, pero por su aspecto, parecía ser un hombre que cuidaba su salud. Tenía el cabello corto y una barba de pocos días. Parecía ser un tipo que se apasionaba por el arte, la meditación o los viajes. Era difícil de explicar, para ella, él era como una obra esculpida por el mismísimo Miguel Ángel. Algo en él, le transmitía confianza. Quizá hubiera sido la manera en la que sus ojos se cerraron o los pliegues que se formaron en su rostro cuando sonrió, pero en cuanto lo vio alzar la mano, Nazli sintió algo que no pudo describir.
—¿No podías decirlo en voz alta? —Se apresuró a preguntar mientras alzaba la hoja y pensaba en el resto que tenía sobre la mesa. También tuvo que obligarse a despertar de la ilusión en la que se encontraba, no estaba dispuesta a hacerle ver que la había cautivado.
—Sí, bueno. Es más romántico, ¿no? —Sonrió el hombre que ahora de pie, recargaba el cuerpo sobre la baranda de su balcón—. ¿Te ha gustado? Con el lío que me ha costado hacer que llegaran hasta allá —expresó, extendiendo sus manos hacia enfrente.
—¿Romántico? —preguntó Nazli con curiosidad y también ocultando su emoción.
—Sí, vaya. En estos tiempos la situación es tan complicada, que pensé que un poco de romance podía amenizar nuestros días —explicó gritando al otro lado del edificio, sin importarle si el resto de los vecinos lo escuchaba.
Nazli rio, y eso a él, le pareció maravilloso. Ella era más baja que su vecino, quizá unos pocos centímetros, por lo que veía. Era delgada y tenía una mirada para enamorar. Su pelo quebrado, color castaño, le llegaba ligeramente por debajo de los hombros. Al hombre, las facciones de la mujer le parecieron perfectas, incluso sin maquillaje, era hermosa.
—Vaya manera de ligar durante el confinamiento —dijo al fin—. Y ¿cómo se supone que debo responder? ¿Te envío el avión de vuelta?
—Esa es la intención. Si logras hacerlo en menos intentos que yo, bueno, ya veremos, algo debo hacer —la retó con una sonrisa.
—¿Cuántos intentos tuviste? —curioseó.
—Mira abajo —reveló dirigiendo la vista hacia la carretera.
Ambos rieron. Los aviones seguían ahí. El crepúsculo había llegado, pero se tenía la iluminación necesaria para saber que siete de ellos, habían fallado en su misión.
—¿Cómo te llamas? —quiso saber Nazli. Hacía años que vivía ahí pero no sabía mucho sobre la gente que residía a su alrededor. Recordaba haber visto al hombre, pero solo por escasos segundos y en realidad, no sabía si se trataba de él o de alguna otra persona. Ni siquiera conocía a la mayoría de los sus vecinos.
«Es impresionante lo mucho que este tipo de situaciones pueden acercarnos a los demás», pensó en el virus y en la cantidad de personas que, en ese momento, estaban confinadas, con la incertidumbre de no saber cómo iba a acabar todo eso.
—Jadon —se presentó, con una reverencia—. Jadon Haland. ¿Qué hay de ti?
—Nazli Lebel —expresó tal como lo hizo él.
—Un gusto, Nazli. Estaré encantado de saber tu respuesta, pero, sobre todo, de ver cuántos aviones necesitarás. Cuídate, un gusto haber conversado.
Jadon se despidió alzando la mano izquierda e ingresó a su apartamento. Nazli se alejó llevándose consigo el avión, sonriendo por dentro como una adolescente enamorada.
***
Con cariño, Gi Maelys
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Aviones de papel
Romance2020 parecía ser un año muy caótico, algo surreal y lleno de drama. Se estaba viviendo en carne propia un preludio del fin del mundo. Con tantas noticias bombardeando su cabeza, Jadon pensó que un poco de romance podía servir para acercarse a su ama...