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   Por lo que se informaba en las noticias, la situación era grave

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   Por lo que se informaba en las noticias, la situación era grave. Afuera, la gente solo salía cuando era necesario. Casi nadie rondaba por las calles y a cualquiera que por un motivo u otro no hubiera estado informado sobre lo que ocurría, le iba a resultar bastante extraño no ver a nadie transitar por ellas. Nazli imaginó que podía ser como en esa serie de zombies, en donde el personaje principal despertaba en un mundo diferente al que recordaba.

—Esto parece formar parte de una historia apocalíptica —dijo frente al televisor como si estuviera hablando con el hombre del noticiero.

Era mediodía y había planeado salir a por provisiones para la despensa. En su camino hacia el supermercado se encontró con pocas personas, todas ellas guardando distancia y procurando no permanecer mucho tiempo en el mismo sitio. A su mente, vinieron recuerdos de cuando, en compañía de Marty, su ex, solía ir de compras. Lo recordaba sonriendo, hablándole sobre la importancia de comer uno u otro alimento, sobre sus experiencias en el ciclismo o sobre sus pesadas jornadas en el consultorio. Marty era médico y debido al poco tiempo que tenía disponible, decidió apartarse de ella.

—No mereces que te haga pasar por esto. Escucha, te amo, pero no es sano lo que estamos teniendo... —le dijo una noche después de haber hecho el amor. Nazli se sentó sobre la cama y lo miró con odio. No podía creer que le estuviera haciendo eso. Él, un tipo diplomático, el mismo que le juró una y mil veces que era el amor de su vida. Quien no descansó hasta obtener una respuesta afirmativa de su parte para iniciar una relación, algo que quizá tenía el potencial de ir más allá de un noviazgo o un encuentro de cinco minutos. Por lo que le había dicho, ese quizá ya no podía convertirse en una relación formal, seria y digna de un final feliz. Sí, estaba rompiendo su corazón, y pisoteando sin arrepentimiento, cada una de las ilusiones que al paso del tiempo se habían formado en su cabeza. ¿Cómo se suponía debía tomar la declaración? ¿Debía aplaudirle el valor? ¿Debía abofetearlo por ser un patán? Se lo merecía, vaya que sí. Sobre todo, por atreverse a jugar con sus sentimientos, aunque, en el fondo, quería creer que no hablaba en serio, es decir, ¿cómo podía? ¿Después de una velada mágica?

—¿Qué no es sano? ¿Escuchas lo patético que suenas después de haber tenido sexo?

Se esforzó por no sonar dolida, quería una respuesta y se negaba a creer que el rompimiento se debiera a otra cosa. Porque eso era, ni siquiera le estaba hablando de una pausa o de darse un respiro. Había intentado ser sutil diciéndole que no merecía el trato que le estaba dando, pero el final era inevitable. Lo conocía, podía hacerlo entrar en razón, no es que las cosas estuvieran muy mal entre ellos, ni siquiera se trataba de una infidelidad o eso era lo que creía. Para ser sincera, ya no sabía qué creer. Quizá, lo mejor era abofetearlo.

—Naz... no te pongas así —intervino Marty, acercándose un poco. Aún desnudo, quiso tomarla en sus brazos.

—¡Imbécil! ¿Lo oyes? ¡Eres un puto imbécil!

Aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora