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Durante los dos días en los que Jadon no le envió ninguna carta a Nazli, luego de haberle mencionado que era de alma frágil y que necesitaba salir, tomó sus cosas, se protegió y dio un paseo por la ciudad

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Durante los dos días en los que Jadon no le envió ninguna carta a Nazli, luego de haberle mencionado que era de alma frágil y que necesitaba salir, tomó sus cosas, se protegió y dio un paseo por la ciudad. En realidad, no lo hizo porque hubiera querido. El día después de enviar la última carta, recibió una llamada de su superior, solicitándole que cubriera las horas de trabajo de un colega. Aceptó porque lo habían descansado sin paga y pese a tener algunos ahorros, no sabía qué tan mal iba a estar la situación al finalizar el confinamiento.

—Sí, sí. Puedo cubrirlo... —aceptó, gustoso de que le hubieran dado las horas, pero también tenía pánico. Temía salir y ser testigo de lo que ocurría en las calles, de lo mal que la estaban pasando algunas personas, del silencio estremecedor y de lo mucho que habían cambiado las cosas en cuestión de días—. ¿Salavert está bien? —quiso saber sobre el compañero al que iba a suplir.

—Lo han ingresado al hospital, está algo grave... no sabemos mucho. Tú sabes que, si se ingresa al hospital, bueno... es porque no se trata de una simple gripa. Esperemos que todo esté bien, Salavert es un hombre fuerte, saldrá de ésta. Está en buenas manos.

—Sí, él es fuerte. No se va a dejar vencer. Puto virus de mierda, nos ha cogido con todo.

—Se prudente, Haland. Continuamos con el trabajo, pero existe la posibilidad de que en unos días las cosas se compliquen y nos pidan abandonarlo. Toma tus precauciones.

—Lo haré, gracias por tomarme en cuenta —finalizó la llamada.

A él le había hecho falta respirar y había estado ansioso por estirar los pies, pero no era un idiota, sabía que no debía salir solo por afición. Lo pensó en muchas ocasiones, aunque no imaginó que ese día iba a llegar. Con todo, sabía que debía cumplir las indicaciones que los especialistas habían dado, para evitar contagiarse o infectar a otros. Salir a la calle era similar a cometer suicidio si no se iba muy bien protegido. «Bueno, no exageres. Morir por Covid-19 es menos mortal que morir por alguna otra enfermedad... El problema es que ahora no se sabe mucho sobre esta pandemia y... no olvides que puedes poner en riesgo la vida de otros. Sí, ese es el mayor problema...», se dijo en silencio.

—Bien, bien, me voy a proteger. No voy a mantener contacto con el resto de la gente —se dijo mientras cogía su Nikon D850 y la mochila en donde guardaba los objetivos, la tarjeta de memoria y la pila extra de la cámara—. Solo serán algunas fotografías.

Al cabo de unos minutos, se dirigió hacia donde le habían indicado. Le asignaron fotografiar supermercados, estaciones del metro y algunas calles de la zona. Jadon era fotoperiodista de cultura y espectáculos, pero se quedó sin eventos culturales por cubrir debido a la situación y, por ende, pasó a ser innecesario en la redacción.

Afuera no se veía a muchas personas. Las fotografías que había capturado eran similares en la mayoría de los casos, con las calles desiertas, el personal de limpieza en los vagones del metro, un hombre o una mujer con mascarilla, todos ellos en soledad. Las fotos eran buenas, pero la situación iba a complicarse si todo iba a seguir así. Por una parte, eso estaba bien porque significaba que la población se lo había tomado en serio y ponía de su parte para no salir, por el otro, pronto iba a quedarse sin ideas para fotografiar algo nuevo.

Aviones de papelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora