⚡Será nuestro secreto 🌊 || Tanjirou Kamado × Zenitsu Agatsuma

⚡ 12 🌊

No sabía como reaccionar ante aquellas palabras, el rubio se encontraba atónito bajo el cuerpo de Tanjirou, sintiendo como las manos ajenas recorrían su cuerpo. El menor empezó a besar el cuello ajeno, dejando así un rastro de marcas rojas en aquella pálida piel mientras una de sus manos se encontraba tomando el miembro ajeno por encima de la tela.

Zenitsu se estremecía de placer, nunca podría haberse imaginado que Tanjirou era capaz de hacer ese tipo de cosas, más si eran con él. Se dejó llevar y cuando los labios del de burdeos se encontraban bajo su abdomen dirigió su vista hacia él, ambos estaban mirándose fijamente y con una sonrisa maliciosa, Tanjirou llevó sus manos a la ropa interior ajena.

— Esto interfiere en mi camino...— Dijo y procedió a despojar al rubio de lo que cubría sus partes nobles.

Estaba angustiado, sonrojado, nervioso y excitado. Para su sorpresa, Tanjirou empezó a lamerle y se estremeció, apretando sus labios mientras cerraba sus ojos.

— ¡Ngh!

Tanjirou subió la mirada hacia el rubio. Estaba acostado en el futón, semidesnudo por su causa y él sobre sí, lamiendo su miembro. ¿Quién iba a imaginar que a mitad de la noche acabarían así?

Empezó a mover su mano en el miembro ajeno mientras daba lamidas a la punta. Era asombroso, las expresiones de Zenitsu hacían que Tanjirou se excitase cada vez más, su cuerpo se incendiaba y quería saber qué pasaría después.

¿Zenitsu expulsaría lo mismo que él cada vez que se sentía bien? Necesitaba saberlo, quería saber si se sentiría bien mientras le regalaba ese tipo de contacto.

Mientras tanto el rubio estaba como quería, su sonrojado rostro empezaba a sudar, de su boca salían pequeños gemidos y sus ojos se ponían blancos de vez en cuando, cada vez se sentía mejor, como si tocara el cielo. Quería llegar más alto, de por sí ya se sentía en las nubes pero con Tanjirou haciendo eso podría llegar a las estrellas.

Al ver como Zenitsu lo disfrutaba, el menor empezó a desabotonar su propia camisa, no soportaba el calor. El rubio le miraba ansioso, llevando sus manos al torso ajeno y empezando a repartir caricias por este, al poco tiempo empezaron a besarse apasionadamente, mientras el menor seguía con su labor en la parte baja del rubio.