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A la mañana siguiente ninguno de los dos se había levantado aún. Era su último día de descanso y por milagro Inosuke no había llegado a molestarlos.

La escena en aquella habitación era dulce, ambos estaban dormidos, Zenitsu en el pecho del menor y este con uno de sus brazos sobre la espalda del rubio, ambos abrigados más se encontraban desnudos. Nadie se daría cuenta a menos que se diera la intromisión.

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Al haber caído la tarde, ambos estaban aburridos, merendando mandarinas mientras se encontraban en el piso de madera con vista al patio.

— Oye, Zenitsu...— Pronunció el menor.

— ¿Huh?— Este le miró con un trozo de mandarina en su boca.

Tanjirou se sonrojó, a pesar de que se encontraran solos no era el momento de preguntar lo que tenía en mente, en cualquier momento cualquiera de los chicos podría aparecer y escuchar aquellas vergonzosas palabras. Decidido, miró a los ambarinos ojos del rubio.

— ¿Quieres ir a dar un paseo?— Propuso. El mayor sonrió enseguida.

— ¡Claro que sí!— Su sonrisa se hizo presente al observar la felicidad del rubio.

Se acercó para acariciar su cabello, era tan suave y sedoso. Zenitsu se dejó mientras aún comía mandarinas y pudo escuchar como la melodía del corazón de Tanjirou era cálida, apacible y nada comparada a la melodía de anoche. Se sonrojó de solo pensarlo y recordarlo así que mejor prestó atención a aquella suave melodía antes de pecar y recordar todo lo que había hecho con el menor en la noche anterior.

Al estar en la habitación dispuestos a cambiar sus ropas pudieron observar como sus uniformes habituales y sus kimonos estaban doblados encima de sus correspondientes futones. Ambos sonrieron, habría de ser obra de las pequeñas Sumi, Kiyo y Naho ya que toda la habitación se encontraba ordenada y limpia, con un sutil olor a glicinas.

Se prepararon y sin preocupación por verse mientras se cambiaban de ropas, al cabo de unos minutos ya estaban listos. Buscaron a Aoi por la finca y hasta encontrarle le avisaron de su salida y obtuvieron aprobación.

El camino era silencioso. No sabían a dónde ir así que se adentraron al bosque, allí era más fresco y se podía respirar aire puro. Al estar allí, encontraron un campo de flores y Zenitsu como si fuese un pequeño niño corrió hacia allí.

Tanjirou se acercaba de a pocos a él, quien ya había hecho un ramo con todas aquellas flores. El aroma del lugar le invadía la nariz, entre ello el aroma de su único y favorito rubio, quien al ver que el de burdeos se aproximaba le sonrió mientras cerraba sus ojos y colocaba una hermosa flor cerca de su rostro, Tanjirou sonrió de igual manera. Estaba feliz de ver a su chico entre todas aquellas flores, sin duda era una imágen que no saldría de su cabeza y la guardaría como un valioso tesoro en su memoria.

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⚡Será nuestro secreto 🌊 || Tanjirou Kamado × Zenitsu AgatsumaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora