Donde Yang Jeongin intenta descubrir por qué esos ocho chicos de su universidad se odian tanto después de conocer a cada uno de ellos, al mismo tiempo que se abren las puertas de su pasado y se descubre a él mismo.
- "Hyung, no entiendo porque ellos...
- Mamá - Jeongin se acercó a su madre mientras esta cocinaba el almuerzo - ¿Estás segura que no tengo fotos de bebé?
- Sí.
- Pero es demasiado extraño...
- Jeongin, hijo, seguro habían, pero como nos mudamos debieron haberse perdido en el proceso.
- ¿Y antes?
- Simplemente no me acordaba que existían... - El menor hizo un puchero.
- Yang Jeongin - La abuela del castaño se hizo presente - Compré esto para ti - La anciana dejó sobre la mesa de la cocina la caja de un celular.
- Abuela...
- Sé que estabas ahorrando para uno, pero es peligroso que un jovencito como tú esté por ahí sin forma para comunicarse con su familia.
- Te lo pagaré.
- Te lanzaré el dinero en la cara si lo haces - Jeongin sonrió por las ocurrencias de su abuela.
Jeongin se encontraba ahora en su cama recordando el número que Bang Chan le repitió mil veces en caso de emergencia.
Sí, su número.
El celular empezó a sonar para luego dejar que una voz sonara en la línea contraria.
- ¿Hola?
- ¡Chan hyung!
- ¿Innie? ¿Este es tú numero?
- Sí.
- ¡Perfecto! ¿Puedes venir a mi departamento ahora? Necesito que me hagas un favor. Te enviaré la dirección.
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Jeongin tocó el timbre de la puerta del departamento de Chan y no tardó en abrirse por... ¿Hyunjin?
- ¿Qué haces aquí? - Preguntó Jeongin.
- ¿Tú que haces aquí?
- ¡Jeongin, llegaste! - El mayor jaló al menor dentro de su departamento mientras Hyunjin cerraba la puerta.
El departamento de Chan era muy espacioso y se sentía cómodo. Las paredes eran de un color crema y los muebles estaban combinados con colores rojos, cafeses y grises.
- Estuve hablando con Hyunjin sobre que casualmente las personas que se estaban mudando frente a su casa son muy buenos conocidos míos. Hice unas galletas para que él se las llevara pero se está negando, así que como la hermosa persona que eres, buena y amable con todo el mundo, necesito que se las des - El australiano extendió la canasta con galletas hacia el menor esperando a que las tomara.
- Hyung... ¿no puedes hacerlo tú? Digo, es demasiado extraño que ellos no me conozcan y que llegue yo a darles galletas tuyas.