Capítulo 10// Es mi trabajo,el bebe es mío

457 24 0
                                    

— ¡Joel!

Joel la observó. Aferrada al marco de la puerta, su aspecto era lamentable.
Con ojeras, el pelo lacio y revuelto, sus mejillas parecían más delgadas, y estaba sudando. Era evidente que había perdido peso.

— ¿Has perdido al niño? —exigió saber, angustiado

— No —contestó ella perpleja—, estoy... discúlpame —añadió corriendo al baño a vomitar.

Joel  fue incapaz de reaccionar, ante lo  inesperado de la situación. Tras unos instantes recapacitó.
No había perdido al niño, pero entonces, ¿qué...? De pronto oyó un sonido inconfundible. Cerró la puerta principal y se apresuró al baño.
La puerta estaba entornada, casi cerrada.

— Julieta ,voy a entrar.

— ¡No! —contestó ella, apenas sin fuerzas.

Pero Joel  no hizo caso y entró.
Julieta estaba tumbada en el suelo, junto a la taza. Tenía los ojos cerrados y el rostro muy pálido.
Joel tomó una toalla, la mojó y se arrodilló a su lado para secarle con ella el sudor.

— ¿Tienes malestar matutino?-- Dijo él  preocupado

— No, es constante, todos los días.

— ¿Desde cuándo?-- le  dijo él

— Desde hace una semana. Al principio solo tenía una ligera náusea, pero cada día estoy peor. Solo me encuentro bien tumbada.

— Bien —contestó Joel agarrándola por debajo de los hombros y las rodillas para llevarla en brazos a la cama—. ¿Por qué no me lo habías dicho?

— No quería preocuparte —contestó ella con voz débil.

— ¿Dónde está el teléfono?-- dijo él

— ¿Por qué?

— Voy a llamar al médico —repuso él impaciente—. Esto no es normal.

— Ya he llamado yo, tengo cita a las tres y media.

—Yo te llevaré.

— Bien.-- dijo ella con la voz apagada

La inactividad de  Julieta, su falta de vitalidad, lo preocupó. Joel miró el reloj. Aún eran las dos, pero no tenía sentido esperar. Le arregló las sábanas y la tapó. Aparentemente, Julieta  se había quedado dormida. Alcanzó el teléfono y llamó al médico. La enfermera que contestó trató de calmarlo, pero él insistió.

— O la reciben ahora mismo, o la llevo al hospital. Usted elige.

— Está bien —accedió al fin la enfermera—. Intentaré que la reciba el médico antes de la hora.

— No, no lo intente. Hágalo. Estaremos allí en quince minutos.

La consulta del médico no estaba lejos. Joel envolvió a Julieta  en una colcha y la llevó en brazos al coche. Tras ver su aspecto, la enfermera le señaló una camilla y se apresuró a buscar al doctor.

— Tendrá que ingresar unos cuantos días en el hospital —indicó el médico nada más verla—. Se está deshidratando. Le pondrán suero y le darán una medicación para las náuseas.

— ¿Eso no dañará al bebé?

— No, el verdadero peligro para el bebé ahora es la deshidratación.-- le dijo el doctor

Seis horas más tarde.Julieta  juraba que se sentía mejor. Podía incluso levantar la cabeza de la almohada. Estaba ingresada en el hospital, en una habitación para ella sola. — No tengo tiempo, no puedo quedarme aquí —se quejó Julieta.

— No tienes elección —contestó Joel, que había estado leyendo el periódico mientras ella dormía.

No pensaba pasarme el embarazo así,
--¿qué voy a hacer con la galería?-- Le dijo ella preocupada

— ¿Es que no tienes a nadie que pueda ocuparse de ella temporalmente?

— Sí, pero es demasiado joven, no tiene experiencia. No puedo arriesgarme a perder la tienda.--dijo ella

— Está bien, yo mismo iré mañana, personalmente, a echar un vistazo.

— ¿Y qué sabes tú de tiendas?

— Nada —contestó Joel — pero ya me las apañaré. Sé unas cuantas cosas sobre finanzas, ¿sabes?

— Sí, si levantas mi negocio igual que has hecho con tu imperio financiero, no podré quejarme Quizá incluso deba mandarte al banco, a conseguirme un crédito.

— ¿Quieres pedir un préstamo?

— Sí, quiero expandir el negocio. ¿Recuerdas que te hablé de la competencia?

— Sí, haces bien.

— Bueno, eso díselo a los bancos —musitó Julieta_—. Me han despedido de tres, con el rabo entre las piernas. Según parece, mi negocio es muy arriesgado.

— ¡Eso es ridículo! A veces, las comisiones de préstamos no ven más allá de sus narices —comentó Joel acariciando su mano, mientras ella cerraba los ojos—. Deja de preocuparte, te conseguiré ese préstamo.

— ¡No! —negó ella abriendo los ojos—. No consiento que me prestes dinero, bajo ningún concepto.

— No es ningún crimen, ¿sabes? Yo no estaría donde estoy, si alguien no me lo hubiera prestado a mí.

— Te he dicho que no, Joel. Hablo en serio. Quiero hacer esto a mi modo.

— Está bien —contestó Joel tratando de calmarla—. Te prometo que no meteré las narices en tus asuntos.

Julieta cerró los ojos y calló. ¿Se daba cuenta de que cuando se casaran sería rica? No, probablemente no. Joel  le dejó una nota en la mesilla y abandonó el hospital. Iría a Forest Gallery, a comprobar si todo iba bien. No quería que Julieta se preocupara, por mucho que su futuro material estuviera asegurado.

Era de noche cuando Julieta  despertó.
Joel se levantó del sillón y se acercó a su lado.

— Hola —la saludó poniendo una mano sobre la de ella—. Llevas horas durmiendo.

— ¿Qué hora es? —preguntó Julieta  extrañada, comprobando que había dejado de sentir náuseas.

— Las ocho y media, dentro de treinta minutos me echan de aquí.

— Me encuentro mejor. ¿Te importaría levantar un poco el cabecero de la cama?

— ¿Así?

— Sí, así está bien. Gracias —añadió Julieta  girando la mano para agarrar la de él.

— De nada, solo he tenido que apretar un botón.--dijo él

— No me refería a eso, sino al hecho de que cuides de mí.--dijo ella con alegría en su interior

—Es mi trabajo. El bebé es mío, ¿recuerdas?--

— Sí —contestó Julieta  desilusionada ante la respuesta. Por supuesto, esa era la única razón por la que se preocupaba—. ¿Has hablado con el médico? —

****

[[ UN HIJO TUYO]]JOEL PIMENTEL //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora