Capítulo 5// La decisión esta tomada

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Aquella noche Julieta no durmió bien. Ni durmió bien ninguna otra noche de esa semana. El sábado tiró a la basura los informes preliminares sobre donantes. No creía que el proceso conllevará tantos riesgos como Joel sugería, pero de pronto le resultaba impersonal y desagradable.
El domingo paseó por los Jardines Públicos, y vio a una pareja con un niño riendo, con los rostros iluminados. El corazón se le encogió. ¿Por qué se le negaba a ella esa felicidad?, ¿solo por el hecho de no haber encontrado a un hombre con quien compartir la vida? Lo cierto era que sí lo había encontrado, en una ocasión, pero había sido ella quien lo había apartado de su lado: Victor .

Durante el primer año de instituto, el jugador más famoso del equipo de fútbol la había cortejado. En aquella época Julieta ni siquiera profundizó mucho en él, como persona. Simplemente era el chico más popular, y todas sus compañeras la envidiaban. A los quince años, no se pretende mucho más. En realidad, Julieta ni siquiera había caído en la cuenta de que Victor y ella no tenían nada en común. El, sencillamente, representaba la seguridad. La amaba incondicionalmente, la veneraba. Y nunca nadie la había querido así.
Joel había sido una constante en su infancia y en su adolescencia, pero después, al comenzar a salir con Victor, se había distanciado de ella. Y luego, tras terminar él, en el instituto, apenas se veían. Mirando atrás en el tiempo, Julieta sentía casi que Joel la había abandonado.
¿Era de extrañar entonces que ella se hubiera marchado con Victor a la Universidad de Alabama?

Una vez allí Julieta  comenzó a madurar, a darse cuenta de que el mundo era inmenso y estaba lleno de posibilidades. Y fue entonces cuando comprendió que jamás seria feliz con Victor.
En el fondo, nunca lo había amado. Casarse no habría sido justo para ninguno de los dos. Se había apoyado en él durante demasiado tiempo, así que julieta lo dejó y rogó por que encontrara a otra chica.

Podría haberse casado con Victor y haber tenido hijos con él. Algo, sin embargo, la había detenido.
En aquel entonces, Julieta  ni siquiera había sabido decidir  con claridad por qué no debía hacerlo. Simplemente lo sabía. Y, después, tras su vuelta a Boston, no había encontrado tampoco al hombre adecuado.
Julieta oyó una vez más la proposición de Joel en su mente, como un eco. ¿Cómo era posible que, por un impetuoso instante, se hubiera sentido tentada de contestarle que sí? Porque se conocían de toda la vida, se dijo en silencio. Joel conocía sus debilidades y sus manías. Y los dos tenían muchas cosas en común. Vivir con Joel sería agradable, en muchos sentidos.
No obstante, al recordar cómo había contenido el aliento y cómo se había estremecido cuando él la tomó en sus brazos, Julieta tuvo que reconocer que la palabra «agradable» no era precisamente la más exacta.

Pero pensar en ello era peligroso. Julieta se negó a analizar lo ocurrido aquella noche. En lugar de ello prefirió concentrarse en la posibilidad  de Joel am  ofrecerse como donante.
Hubiera debido figurarse que Joel Pimentel  jamás se conformaría con ser el padre natural de un niño al cual no pudiera criar, sobre el cual no tuviera ningún derecho. La familia de Joel siempre había estado muy unida. ¿No había buscado refugio ella, en más de una ocasión, en brazos de la señora Pimentel ,la madre de él? El señor Pimentel, cariñoso y alegre, siempre la incluía cuando jugaba al escondite con sus hijos, la levantaba y la hacía volar hasta hacerla gritar. A Julieta  siempre la había sorprendido el amor franco y sincero que todos ellos se demostraban ,como la familia de Joel se demostraba

La familia de Julieta , en cambio, era todo lo contrario. Para su madre, criar a una hija era poco más que una obligación. Y para sus abuelos, Julieta  era un castigo de Dios.
Su hija se había quedado embarazada soltera, se había negado a casarse e incluso se obstinaba en no confesar el nombre del padre.

Muy distintos hubieran debido ser sus abuelos, para que su madre no se hubiera arrojado a los pies del primer hombre que le dirigiera una palabra amable. Y ese era un error que Julieta había estado a punto de cometer también con Victor.
Por mucho que Victor fuera un hombre muy distinto de aquel con el que había tropezado su madre. Pero gracias a Dios ella había sido más inteligente. Ni siquiera se había engañado nunca, pensando que un hombre podía ofrecerle la felicidad.

[[ UN HIJO TUYO]]JOEL PIMENTEL //Donde viven las historias. Descúbrelo ahora