11: Jade

46 6 2
                                    

Jade

"Lena y Rafael se gustaban, ninguno lo decía pero estaba muy claro. La manera en la que intercambiaban miradas, sonrisas tímidas (ella más que él) pero, ¿por qué no se confesaban entre ellos?

También me gustaría saber la razón, resulta de cierta forma estresante para ambos fingir que no se gustan, todos lo notan menos ellos. Lena tiene miedo de perder a su amigo si le dice lo que siente y él no siente lo mismo, y la entiendo.

Lo difícil de confesar un amor, es el miedo de perder una amistad.

Es lo que Lena se repite siempre cuando su corazón se acelera cuando está en compañía de Rafael."

Cierro la laptop, frustrada. No me encanta lo que acabo de escribir, siento que le falta algo. Pero no sé qué rayos es.

Es como cuando tu cerebro te recuerda que olvidaste algo, pero no te dice qué, entonces tienes esa gran incógnita que te carcome poco a poco debido a la curiosidad, la interrogante que se pasea sin miedo en tu mente. Y eso es, de muchas formas, estresante.

Me levanto de la silla y camino hasta la cocina, agarro mi taza amarilla de puntos blancos. Preparo café y cuando está listo lo vierto en mi taza y me siento en el mueble que está en la sala frente a la televisión.

La enciendo y empiezo a pasar canales mientras le soy sorbos a mi café.

—Ese pedazo de idiota no entendía nada, y tuve que explicarle algunas cinco veces lo mismo— escucho decir a mi madre.

Acaban de entrar a la casa y no se percatan de que estoy cerca de ellos, dándoles la espalda pero cerca. Así que decido girarme un poco para verlos.

—Pero ese es tu trabajo cariño— le responde mi padre.

—Oh claro que no— se molesta mientras se sostiene apoyada en el brazo de mi padre mientras se quita sus zapatos de tacón alto —Mi trabajo es ayudarlos y explicarles, no pasarme toda una hora con el mismo cliente.— se endereza y pone una mano en su cintura mientras en la otra sostiene sus zapatos.

—Tienes razón cielo— le dice mi padre, con cara de "no vas a perder así que menor hago silencio".

Mi padre me ve y se dirije hacia mí, deja un beso en mi frente y me da una sonrisa.

—¿Cómo estuvo tu día?

—Creo que mejor que el de ustedes.

—Ay, graciosa— dice mi madre usando su mano para despeinarme. —Me iré a bañar, a ver si dejo de pensar en ese estúpido cliente.

Ambos miramos en la dirección por la que se había ido hasta que la perdemos de vista por el pasillo, mi padre me mira, me brinda una sonrisa y señala el pasillo.

—Iré a vigilarla para que no siga peleando a causa de ese cliente.

—Se va a bañar papá, tal vez solo quieres que se concentre en otra cosa— subo y bajo las cejas mientras hablo.

—Eres una niña terrible Jade— y se aleja con una sonrisa por el pasillo.

La chica que veo a las 4Donde viven las historias. Descúbrelo ahora