Capítulo 4. El Doctor.

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- Empieza el juego...

El señor gorila abrió la puerta de mi habitación y se acercó a mí cuidadosamente, para comprobar que aún seguía dormido. Me dió un ligero golpecito en el brazo y yo abrí los ojos para "ver" que me había despertado, como si no lo supiera ya.

- Jacob, el señor ha ordenado que le llevemos al médico para que examine si sus heridas están bien.

- Ah, si, gracias . - le sonreí dulcemente al cara de cerdo que tenía delante, realmente por la forma de moverse me recordaba a un gorila pero la cara era totalmente la de un cerdito. Solo le faltaba hacer oing oing en vez de hablar.

Me incorporé lentamente volviendo a mi estado bambi uke moe de la noche anterior. Me levanté y me tropecé, el gorila me sujetó para que no cayera de cara contra el suelo. Me llevó agarrado todo el camino de vuelta hasta el coche, esta vez a un BMW negro, no sabría decir el modelo ya que no estoy muy puesto en el tema, me ayudó a subir y a ponerme el cinturón y se subió él también en el asiento delantero.

- No sabía si tendría hambre así que le traje esto.

Me tendió una bolsa mientras le hacía un gesto al conductor para que iniciara la marcha. La cogí y le di las gracias mientras le sonreía.

En la bolsa había todo tipo de dulces, batidos y zumos, cogí un paquete y un zumo al azar y me lo tomé.

Supuestamente los humanos tienen hambre y deben de comer por lo menos tres veces al día, nosotros solo lo hacemos si nos supone algún tipo de placer, ya que tampoco lo necesitamos para vivir. No es como que nos alimentemos del aire pero lo necesitamos menos frecuentemente y tenemos otras formas de hacerlo, como bebiendo sangre (probablemente de ahí el mito humano de los vampiros) o devorando almas, pero no las humanas. ¿Raro verdad? Las llevamos al infierno pero no nos las comemos. Como decirlo, las almas humanas tienen otros fines más elevados.

Paramos delante de un pequeño centro médico, o lo que parecía un centro médico. No era demasiado grande, era de una sola planta, los típicos que debía haber en los pueblos pequeños, pero por lo que parecía lo habían construido hacía poco, así que era moderno.

Me bajé del coche escoltado por el gorila , y entramos. Dentro nos esperaba una enfermera que parecía haber salido de la revista play boy, tan operada como una barbie de carne y hueso. Ella nos guió a una habitación, me hicieron pasar y el gorila se despidió, diciendo que cuando acabasen conmigo él vendría a por mi.

Esperé sentado en una silla a que el doctor apareciese, rezando que no fuese mi querido amigo David el Gnomo, no quería volver a pasar por una escabechina en mis preciosas manos, ya bastante habían sufrido corte, suturación y recorte por un día. Me quedé sentado mirando el techo mientras pensaba que le hubiera hecho la noche anterior al David el Gnomo, para matar el aburrimiento, dejando de lado la operación de párpados, sonrisa de payaso y laceración de un par de miembros, lo que realmente me hubiera provocado un orgasmo sería arrancarle esas orejas picudas que tenía, hubieran sido un buen trofeo para colgar en la pared de mi habitación. No todos los días uno encuentra a un humano tan similar a un duende. Por lo menos uno, que es solo humano y no mitad duende.

Alguien abrió la puerta detrás de mí y me sacó de mi ensoñación de cortar orejas picudas.

Me giré y miré al personaje que había entrado en la habitación. El "doctor" me sonrió y yo le devolví la sonrisa tímidamente, se sentó en su silla delante de mi y yo agradecí a los canes de lucifer porque el médico no era el Gnomo.

- Bueno señor Jacob, me han mandado examinarle. Por lo visto, ayer sufrió. . .  algún tipo de desafortunado accidente.

Le miré tímidamente.

Heaven tearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora