Capítulo 16. La Sala Del Trono.

11 2 0
                                    

La puerta se cerró a mi espalda mientras yo me acercaba cada vez más a mi sentencia de muerte autoproclamada.

La sala estaba llena y en sus laterales estaban los "sabios", unos viejos barbudos y probablemente pervertidos. Las versiones de papá noel del infierno pero en vez de vestir de rojo todos vestían de blanco.

Parecían sacados de una película porno, 50 sombras de papa noel. Kinda hilarious.

Me paré en el medio de la sala, en frente de los tronos reales (porque si, tenemos tronos en el infierno, y no me refiero a los retretes).

Eiza me miraba sonriente, feliz. Me dolía en mi inerte corazoncito reventarla la burbuja pero... esto era lo que yo realmente quería. y estoy dispuesto a todo por conseguir ver a Elda otra vez.

El rey Alexander, me miró y se levantó de su trono.

Si, nuestro Rey era el único con un nombre "normal" en todo el infierno. Así ninguno se mofaba a su costa. Aunque solo con ver su cara de pocos amigos se te quitaban las ganas. Si Shio hubiera sido hombre sería su viva imagen.

- Convertirse en un miembro de la corta es un privilegio, nunca antes concedido a simples demonios - dijo sir rey chan mientras me miraba serio. - ¿crees que mereces ese honor ?

Dios de los siete inventores del kamasutra, este hombre me ponía increíblemente nervioso, sentía que me desnudaba con la mirada... que si bien es lógico, porque soy increíblemente atractivo, no me sentía cómodo, ya que si me mandaba chupársela yo debería obedecer a mi rey.

Carraspeé

- No, mi Rey.

- Entonces qué haces aquí, pequeña piltrafa con aires de grandeza- soltó Alexander con cara de perro.

Sip, nuestro chachi rey también tiene un increíble y bonito carácter, lo sé.

Eiza se levantó de su trono y agarró a su marido por el brazo.

- Él está aquí a petición mía. Es mi deseo que Jacob entre a formar parte de nuestra corte. En estos años, ha demostrado ser fiel y leal a nuestro clan y, cumplir con nuestro deber como regidores del infierno sin pega alguna. Por lo que es mi deseo que se convierta en parte de la corte. En un miembro consanguíneo del clan Mirdiblar. En uno de nosotros- miró a los ojos a su marido y este suavizó el gesto.

Señoras y señores quien diga que las mujeres no son poderosas mienten, son los seres más poderosos del universo. Véase que el demonio más poderoso del infierno, no le puede decir que no a nada que le pida su esposa...

A saber qué cosas le hará en la cama para tenerlo tan agarrado de las pelotas.

- Entonces, está decidido... - hizo un gesto con la mano y unos sirvientes comenzaron a retirarse para ir a recoger el cáliz con el santo agua agilipollante de la corte.

Di un paso hacia delante.

- Alteza, incluso si se me considera digno de tal honor, yo no me creo merecedor de tamaña posición- si, amo hablar cuál viejos delante de la corte, pero es el protocolo y amo mi cabeza en su sitio, porque mi cuello es tan tremendamente increíble que no me gustaría perderlo.

Elza se volvió a mirarme a mi.

- Pero yo si.

Alexander desvió la mirada de su mujer hacia mi, y me miró de arriba a abajo, realizándome un escaneo corporal demasiado obvio.

Crucé las manos delante de mi paquete mientras él seguía bajando la mirada y enarcó una ceja ante mi movimiento, sutil a la vista de muchos, excepto a la del rey.

- Disculpad mi atrevimiento su alteza, sé que vos siempre habéis sido como una madre para mi y probablemente me veis con los mismos ojos que una, pero ni en mil vidas sería digno de esto.

- Jacob... - empezó Elza.

Levanté una mano para que me dejase continuar.

- Pero por eso mismo, sería un gran honor poder formar parte de vuestra corte. Y estaré honrado de dicha posición...- respiré hondo y miré a Alexander cuando dije esto último - por eso deseo someterme a las viejas leyes y realizar el ritual de las runas, para poder ser digno de nuestro clan.

Todos los papa noeles de alrededor empezaron a cuchichear a la vez, convirtiéndose en algo similar al murmullo de las viejas cuando cotillean en la entrada de la iglesia.

Eiza me miraba con los ojos abiertos como platos. Sabía que la acaba de clavar un cuchillo por la espalda pero no pude evitar sonreír ante la idea de que ni ella misma se esperaba esto. Le había tomado el pelo a la lectora más grandes de mentes del infierno, ow yeah i am the boss y voy a morir joven.

Alexander pasó de la tremenda incredulidad a la risa, si no fuera porque mi pellejo estaba en juego, yo también me habría reído con él. Llegó al punto que ni siquiera era capaz de estar derecho de lo mucho que el cabrón se estaba riendo, incluso empezó a llorar de la risa.

Esto se estaba volviendo tan incómodo como cuando vas al médico a un examen de próstata.

Respiré hondo mientras intentaba mantener la calma y no pegarle dos sopapos a Alexander, ya que solo conseguiría convertirme en puré de Jake contra el suelo, y esperé a que su señoría acabase de mofarse en mi cara. Mientras tanto los murmullos de las viejas se había hecho cada vez más grande, y entre tanto pude distinguir las frases de es un suicidio, morirá joven, es un insulto a nuestros antepasados... y así te podrías cansar de escuchar.

- Silencio- gritó el rey, entre risas. El murmullo se acalló poco a poco. - si el hombrecito quiere realizarlo entonces, no seré yo quien se lo impida.

- ¡Alexander! ¡no podemos...! - le chilló Eiza

Él se giró y la rugió como un perro que reclama su farola. Ella dió un paso atrás. Jamás le digas a un Rey que no puede hacer algo, es como decirle a un imbécil que no puede chuparse el codo.

- Está en nuestras leyes el permitir a cualquiera en cualquier situación realizar el ritual de las runas, si este lo solicita, aunque no esté capacitado. - me volvió a mirar de arriba a abajo y luego se giró volviendo a su trono.

Eiza bajó la cabeza y miró al suelo, no hay nada que pudiera decir al respecto. Las normas eran las normas y no había nadie que las respetase más que un demonio, esa era la razón por la que seguíamos existiendo.

Elza bajó los tres peldaños que separaban el suelo donde estaban los tronos del resto de la sala y me abrazó.

- Ruega por tu vida y Alexander no te dejará morir. Di que te equivocaste y que no deseas realizar el ritual, que solo bromeabas y ...

- Es lo que quiero. - la devolví el abrazo. - lo siento.

Se separó y me miró a los ojos.

- ¿Por qué has de sufrir tanto por ella Jacob? nunca lo mereciste...

Acarició mi rostro con ese gesto tan maternal suyo.

Si en algún puto momento creí que la había podido engañar estaba totalmente imbécil... Ella solo había intentado protegerme... pero ¿de qué?

Alexander sacó de un lado de su trono una daga, bajó las escaleras colocándose al lado de su esposa. Esta se giró y se marchó de la sala.

Alexander desenfundó la daga y la giró de un lado a otro mientras la contemplaba, cual gigante contemplando un palillo.

- No sabes cuanto voy a disfrutar esto... - sonrió y me la clavó en el corazón.

Maldito hijo de perra, no sabe que no hay que meterla hasta la tercera cita.

Miré la daga que estaba en mi pecho y la saqué despacito, sintiendo como me robaba la vida... y en ese mismo momento caí al suelo.

Alexander sonrió.

- Llevad a esta basura fuera de mi vista. - rugió mientras se giraba otra vez con cara de pocos amigos y se volvía a sentar en su trono.

Heaven tearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora