Capítulo 20. Planes.

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Los guardias vinieron para escoltarme a mi habitación. Mi madre los habría mandado para asegurarse que no me marchaba del palacio a escondidas. Aunque sería imposible huir de ella, me volvería a arrastrar de vuelta. Las ordenes de la reina eran ley, ya que las únicas ordenes que daba mi padre eran más bien pocas y de tipo militar o simplemente mandaba a alguien a la guillotina por aburrimiento, aunque la gran mayoría de las veces prefería ser él quien decapitaba a la gente.

Seguía sin poder concebir por qué mi madre se había vuelto así de loca cuando la dije lo de Jake, su reacción fue horrible. Como si estuviéramos haciendo algo malo, que incluso era mejor que él muriera antes sus ojos que el vernos juntos.

Pero yo no puedo dejarle morir. Él siempre será mío, le guste o no a mi madre. Incluso si tengo que matarla para conseguirlo, lo haré.

Así que... probablemente esa es la mejor idea... Matarla. No me dejará en paz si sigue viva, la conozco demasiado bien. Hará todo lo que este en su mano para evitar que estemos juntos, si es lo que ha decidido. Y ella tiene todo el poder que quiera aquí, después de todo, ella es la reina.

Para salvar a Jake tendré que matarla a ella antes y por consiguiente, a mi padre también. Y probablemente a mucha otra gente que estará en medio entre ellos y yo. Había demasiada gente a su alrededor, sirvientes, guardias, la corte, los ancianos. Y el problema no es solo la cantidad de gente que los rodea, sino que también son los dos demonios más poderosos del reino por eso son los que más tiempo llevan gobernando, asique matarlos es una misión imposible. Si no fueran tan fuertes otros demonios lo habrían hecho antes, los habrían hecho trizas y se hubieran quedado con el trono. Asique era una locura. No había forma de hacerlo sin levantar sospechas, al menos sola. Necesitaba a alguien más...

Evidentemente si yo misma organizaba todo desde dentro probablemente empezaría a levantar sospechas y a mi padre le dará igual que yo fuera su hija. Me cortaría la cabeza y la colgaría en su salón del trono como recordatorio de lo que les pasa a los traidores.

Quitando la posibilidad enorme de morir, tampoco tenía recursos dentro del castillo. Estaba atada de pies y manos con un millar de ojos observando mis movimientos, todos eran fieles a la corona. Era imposible meter a alguien externo al castillo sin levantar sospechas asique necesitaba la ayuda de alguien de dentro, alguien que no fuese un ferviente seguidor de mis padres...

Mientras yo seguía perdida en mis pensamientos los guardias se pararon delante de una puerta y me indicaron con la mano que entrase.

- Abre la puerta. - le miré de arriba a abajo. ¿Acaso este imbécil no sabía su lugar?

El guardia que había hecho el gesto con la mano me miró por un segundo antes de responder.

- ¿Acaso no tiene manos princesa?

Abrí los ojos de la sorpresa. ¿Con quién se creía que estaba tratando?

- ¿Y para qué estáis vosotros si no es para abrir mis puertas y recoger mi basura? Después de todo, no sois nada ni nadie en este mundo. Unos seres sin poder alguno.

El guardia apretó los puños a los lados.

- Nosotros protegemos el reino de gente que se cree superior al resto y hacemos que las leyes se cumplan, siguiendo la palabra de nuestro rey. - el guardia hizo una leve reverencia y se marchó.

Podría matarlo allí mismo pero ya tenía suficientes muertes que programar y el matar a un inútil tan solo mejoraría mi humor pero no mi situación actual.

Entré en la habitación y me fui directa al escritorio. Hacía siglos que no pisaba esa habitación y aunque estaba impoluta, no habían cambiado nada desde que me había ido.

- Bien, Shio... ¿Cómo te las vas a apañar para matar a las criaturas más poderosas del universo sola?

Suspiré.

Me dejé caer sobre la silla delante del escritorio. Estaba bien jodida. Si tan solo fuera más poderosa. SI tan solo hubiera más gente para hacer todo esta locura...

Pero... había más gente. Probablemente fuera una locura, un suicidio pero podría ser posible. Si usaba a los nobles, evidentemente todos los gordos nobles que vivían en palacio y formaban parte del consejo o la corte no ayudarían, no moverían un solo dedo para hacer nada porque estaban demasiado cómodos en sus cargos. Pero había otros, otros a los que se les había negado su poder, otros que tenían que trabajar yendo y viniendo al mundo humano... Si que había otros demonios ahí fuera que odiaban a sus reyes. Antes de toda esta locura me reuní con uno de ellos en el mundo humano, un miembro de la corte. Alguien con quien compartía mis ideales y mis deseos de cambio. Estábamos pensando en echar a algunos nobles corruptos del poder y me querían a mi como medio para llegar a ellos. Con la muerte de esos nobles los representantes elegidos de estos clanes menos favorecidos ocuparían su lugar, siempre que yo les diera mi apoyo.

Pero y si en vez de usar los anillos en los nobles se los daba a mis padres y si en vez de matar solo a un par de nobles para poder cambiar el gobierno del reino, lo destruía y creaba uno nuevo. Desde el principio. Uno donde los demonios de verdad tengamos el poder, donde nadie nos prohíba someter a criaturas más débiles que nosotros, donde el seguir nuestra naturaleza de demonio e ir al mundo humano no fueran castigados con la muerte.

Sonreí.

Ahí estaba, la rebelión no sería contra los nobles de la corte y el consejo, sino contra los reyes. Sin ellos, yo sería la única con poder suficiente como para gobernarlos y las cosas cambiarían. Claro que cambiarían, los demonios de pura sangre no se esconderían jamás y reinaremos sobre la sangre y los cuerpos de aquellos que se opongan a ello.

Solo necesitaba convencerlos de que esto sería lo mejor para el reino y para ellos... Que soy su salvadora y guía.

Me levanté de la silla y salí de la habitación. Había dos guardias parados en la puerta, "vigilandome". Los ignoré y comencé a andar.

- Alteza ¿A dónde va?

- A la zona de entrenamiento. Que yo sepa estoy encerrada en el palacio pero aún puedo salir de mi habitación. Creo que aún no se me ha prohibido ir a entrenar y patear alguna cabeza en la zona de entrenamiento, la cual está abarrotada de guardias ¿O acaso me equivoco?

- No, su alteza, podéis ir a donde queráis del palacio. - dijo el guardia que se había puesto blanco al escucharme.

Supongo que debo de dar miedo cuando comento a la ligera mis ganas de patear a gente. Teniendo en cuenta que él es uno de los candidatos más cercanos ahora mismo.

- Perfecto.

Me giré y seguí mi camino.

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⏰ Última actualización: Oct 13, 2020 ⏰

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