Capítulo 14. La Colmena.

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La colmena.

Un estupendo lugar para relajarte después de asesinar, violar o simplemente "trabajar". Un antro donde todos los malditos demonios y criaturas sobrenaturales iban para descansar, beber, relajarse o bueno, follar.

La entrada a humanos estaba permitida así que para ellos tan solo era otro maldito local de perversión, con gente un poco rara.

Era lúgubre y oscuro, como una taberna medieval, con mesas dispuestas desordenadamente, una barra de madera vieja, con unos camareros con cara de pocos amigos, música de una época mucho más antigua de fondo y algún que otro sofá por las esquinas.

Entré con Seth pisándome los talones y busqué por entre la chusma a la persona con la que tenía que reunirme. Estaba en una de las mesas más alejadas del tumulto, cerca de la barra. Me giré.

- Tu quédate por aquí. Cuando acabe te avisaré.

Seth asintió y se sentó en una mesa cercana a la puerta de salida, donde yo sabía que él podría observarme y controlar la situación.

No es como que fuese a necesitar su ayuda, pero prefería no ir sola a aquel tipo de sitios.

Me acerqué a la mesa donde estaba mi compañero esperándome y me senté frente a él.

-Alteza- me miró e hizo una leve reverencia con la cabeza hacia mi.

-Déjate de tonterías.

Él sonrió.

- La cortesía para con una dama es siempre lo primero.

- La eficacia y el trabajo bien hecho son más importantes¿Cuándo?

Borró la sonrisa de su cara.

- ¿Acaso crees que esto es fácil?

- ¿Tú qué crees?

-  Que si lo fuese ya lo habrías hecho tu solita hace bastante tiempo sin nosotros. Roma no se hizo en dos días.

- Entonces... ¿Para cuándo?

- Un mes, todo estará listo en un mes.

Suspiré.

Un mes más siendo una muñequita en las manos de otros. Esto era exasperante.

- Pero, te he traído un regalo, una muestra de mi buena voluntad para con la causa. -  dijo mientras dejaba sobre la mesa una pequeña caja.

- ¿Qué es?

- Ábrelo.

Cogí la pequeña caja y la abrí. Dentro había dos pequeños anillos de un metal plateado, a simple vista parecería plata pero estaba segura que era algo más. Algo me gritaba en mi interior que me lo pusiera.

- Bonitos ¿verdad?

- Aham - contesté todavía mirando los anillos.

Él volvió a cerrar la caja que yo sostenía.

- Cuidado, no cometas la estupidez de ponértelos aún. A no ser que desees un lento y doloroso final.

Así que, eso era, estaban encantados.

- Debes esperar el momento justo y dárselos a ellos, así todo será más fácil.

- Nunca dejarás de sorprenderme Severiano. - Le sonreí y me levanté de la silla. - Entonces, hasta dentro de un mes.

Él asintió con la cabeza sonriendo.

Me giré y me fui.



Observaba cada mínimo movimiento que ocurría alrededor de mi. Era consciente de hasta qué marca de cerveza o tabaco usaban los allí presentes. Era un informador, después de todo, conseguir información se me daba bien. Sabía observar y captar cada detalle de cada persona. Amaba observar.

Shio estaba sentada en la otra esquina del local, pero aún así podía controlar todo lo que hacía sin ningún problema. Mi vista era mejor que perfecta. No sé qué asuntos la habrán traído a ella a un lugar como este, ya que ella es demasiado fina como para decidir ir a uno de estos sitios a "pasarlo bien". Sus aires de grandeza no la habrían traído aquí por si misma. Así que algo tendría que estar tramando, demasiadas cosas extrañas en un mismo día, primero la parada en la iglesia y ahora en este antro. Estaba maquinado algo muy gordo...

El hombre con el que estaba era uno de los miembros de la corte, se que lo había visto allí. Lo que me inquietaba era por qué estos dos se estaban viendo aquí y no en el Palacio.

- ¿Estás solo?

Me giré hacia la voz que me había hablado. Era un hombre "joven", alto y esbelto de pelo oscuro y largo recogido en una especie de coleta. Del tipo vikingo que está ahora tan de moda entre los humanos.

- Todos estamos solos - y le guiñé un ojo.

- Entonces será mejor que me siente contigo para solucionarlo. Aunque no se pueda hacer mucho por el resto.

Me eché a reír. No se que se creía este humano que estaba haciendo, pero al menos tenía sentido del humor.

- Okay.

Se sentó en la silla de enfrente.

- ¿Y cómo un joven como tú está solo aquí?

- Trabajo.

- ¿Si? ¿qué tipo de trabajo?

- Uno de esos que tienes que pasar mucho tiempo observando a gente hasta que los conoces tan bien como su esponja de ducha.

- Hmmm ya veo. Entonces te va el voyeurismo.

- Hahahah podría ser.

- ¿Y nunca has pensado dedicarte a la fotografía?

- Creo que sería ilegal si fotografiara a la gente sin su permiso ni su conocimiento, además solo es parte de mi trabajo, dudo que fuese bueno en ello.- le volví a sonreír, a lo lejos vi como Shio cogía de la mesa una caja que su compañero le había dado. ¿Qué carajo sería eso?

- Entonces ¿Qué tal modelar?

- ¿Modelar?

- Si, ya que no eres bueno en la fotografía, por lo menos tienes una complexión suficientemente buena como para modelar.

¿ Me estaba vacilando?

Enarqué una ceja. Habría que callar al maldito humano ya.

- Solo me interesaría si fuese con características sexuales, como el sadomaso gay fotografiado, como se la mete uno a otro hasta que no lo soporta más y le llena de semen, como se la chupan como piruletas, etcétera. Vamos el porno fotográfico y dudo que te vaya eso.

El hombre abrió los ojos como platos. Yo me reí para mis adentros. Estos humanos hahahah

Sacó una tarjeta del bolsillo del pantalón y me la tendió.

- Si alguna vez quieres aprender a fotografiar o te vuelve a dar por el porno fotográfico, llámame.

Shio apareció por detrás del hombre.

- ¿No tienes suficiente sexo en casa que ya lo buscas fuera?

La sonreí y asentí.

-La vida es dura.

Me levanté de la silla, agarré al hombre de la mano y tiré de él un poco hasta que nuestras caras quedaron a pocos centímetros. Le besé suavemente y cogí la tarjeta que seguía teniendo en la mano.

- Nos veremos pronto. - dije y me fui antes de que el hombre pudiera recobrar la compostura.












Heaven tearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora