Capítulo 1. El Infierno

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Mares y mares de destrucción y dolor. La oscuridad lo invadía todo, cegándome pero a la vez dejándome ver los horribles males que alberga en su interior.

No importa a donde mirase, izquierda o derecha es lo mismo, el fuego y las cenizas se pierden en el horizonte  juntando se y volviéndolo todo una mezcla de roja oscuridad. Si caminaras por allí no llegarías a ningún sitio, era como si el paisaje fuese igual y nunca cambié, como si todo fuera nada y nada todo al mismo tiempo. Una esfera donde estabas en todos lados a la vez y en ninguno, que llevaba a el mismo lugar y a la vez a ninguno. La inmensa nada, rodeada de las más malévolas criaturas, los más sádicos seres…

Aunque claro esa era la mejor parte.

Me apoyé en el marco de la ventana y seguí contemplando a la inmensidad del vacío que había ante  mí. Bueno, no está bien llamarlo vacío, ya que no lo era, lo único vacío era yo. No sentía nada, ni tampoco quería sentir. No veía nada más allá , ya que tampoco había nada que me interesase ver. Y perder mi tiempo contemplando el vacío era lo mejor que podía hacer.

Tiempo... muchos estarían preocupados por alguien que pasa horas y horas así, sin hacer nada más que mirar a la inmensa nada, que malgasta sus días de esta manera pero a mi no me preocupaba. Después de todo, teniendo en cuenta que el tiempo era algo que me sobraba, ya que ni en mil años, cuando esta era terminara y el mundo que actualmente conocemos desapareciese, me afectaría. Yo seguiría aquí observando. En este castigo eterno.

Si te parabas a mirar detenidamente podrás ver a los pequeños demonios, corriendo por el valle. A las hadas azules ir de aquí para allá mientras cantaban cerca de un río. Oías como algún que otro alma era torturada en algún lugar remoto. Como dije antes, todo estaba cerca y a la vez lejos, así que era fácil ir a cualquier parte y perderse en la nada en aquel inmenso lugar.

La "vegetación", por llamarla de alguna manera, era bastante similar a la del mundo de los humanos. Todo estaba cubierto con una capa de espesos árboles, bosques, colinas, montañas, ríos, lagos. Probablemente las únicas diferencias entre este lugar y la "tierra" era el color rojizo constante el cielo, que lo hacia un lugar mucho más oscuro, y el olor a azufre. No había demasiados edificios, de vez en cuando veías por aquí y por allá alguna estructura hecha en su gran mayoría de mármol, aunque había pasado tanto tiempo desde que eso se levantó, que la vegetación lo había adoptado como parte de sí y moldeándolo, escondiendo su grandeza en un manto gris y negro.

Suspiré.

En cierto modo, era bonito... una nada cegadoramente hermosa. Una crueldad brutalmente natural, bella y salvaje, convertido en paisaje.

Incluso antes de que ella dijese algo yo ya sabía que estaba allí,  obsevándome mirar a la nada. No me giré, no quería darle esa satisfacción y placer, y seguí como si nada apoyado en la ventana. Adoraba hacerla sufrir a mi manera. Es un buen pasatiempo cuando no tienes nada mejor que hacer. Se acercó, me rodeó con sus blancos y delgados brazos y me abrazó, apoyando su cabeza en mi espalda.

- Te he echado de menos- susurró con su voz dulce, aquella voz que podría hacer que cualquier ser en este universo se sacase el corazón con sus propias manos y se lo entregara mientras aún latía.

-Lo se, siempre lo haces - Volví a suspirar mientras me giraba para abrazarla.

Levantó la cabeza y me miró a los ojos, tenía los ojos más bonitos del mundo. Iguales que esta tierra que nos rodeaba, ella era la encarnación de todo este lugar en una perfecta mezcla de sexualidad animal y salvaje, y delicadeza angelical. Su cabello largo y ondulado color azabache enmarcaba su pálida piel. Sus carnosos labios rojos. Sus grandes ojos, con esas pestañas tan largas que los hacían parecer mucho más grandes. Tan pequeña y delicada que cualquier hombre o mujer en este planeta tendría la necesidad de quedarse a su lado si ella solo pronunciaba unas palabras.

Puse mi mano en su mejilla mientras con la otra le ponía el pelo detrás de la oreja. Me agarró de la mano y la besó. Realmente esta mujer me volvía loco, con todo lo que hacía o decía. Tan tierna y delicada... me incliné y la besé. Ella me devolvió el beso, se agarró a mi cuello, mientras yo me perdía en ella y olvidaba todo y a todos. Solo ella me hacía sentir así. No diría que llenase el vacío que había en mí, sino que lo hacía desaparecer como si nunca hubiera estado allí. Me hacía sentir completo por un momento. Me separé y volví a suspirar.

-Tardaste mucho en volver- dije mientras seguía perdido en sus ojos. 

Ella sonrió y se echó a reír.

-Fue un encargo difícil.

-¿A si?

-Si.

-No puedo creer que haya algo o alguien en el mundo que te resulte difícil.

Volvió a reír y me abrazó.

-No soy tan buena como piensas. No soy el ombligo del mundo.

Ahora yo también me reí mientras la devolvía el abrazo.

- Puede que solo seas el "ombligo" de mi mundo y por eso eres perfecta a mis ojos.

- ¿De verdad te tienes que ir? - Se apartó y me miró, esta vez estaba seria, no había ni pizca de alegría en su rostro.

-Tengo un encargo.

- Odio que te vayas tan pronto cuando llego.

-Lo se, yo también.

-Ojala pudiera ir contigo.

-Ojalá... Ojalá no tuviéramos que hacer más esto y pudiéramos vivir fuera de todo para siempre... - la solté y me giré hacia la cama. - Pero las cosas son como son.

-No me gusta.

-A mi tampoco, pero eso no va a hacer que nada cambie.

Cogí mi cazadora de encima de la cama y me la puse.

-No cambiará si seguimos cumpliendo con las reglas de este sitio. Siempre podemos no hacerlo.

- ¿y morir? o lo que sea peor que nos pueda pasar - me giré y la miré enfadado.

-¿Acaso tienes miedo Jake? - me miró con cara de superioridad entre divertida y enfadada - ¿quieres pasarte el resto de la eternidad mirando por una ventana a la nada?

Tensé la mandíbula y la miré con desprecio

-¿con quién crees que estas hablando tu niñita? ten cuidado con lo que dices, no acabes haciéndote daño tu sola.

Se echó a reír

-¿Acaso crees que te tengo miedo?- me miró con todo el desprecio que pudo mientras se marchaba por la puerta. Se paró antes de salir y se giró- por cierto, dudo que puedas morir… - Sonrió - Ya estás vacío y muerto por dentro. - se volvió a girar y salió dando saltos felizmente hasta su habitación.

Me quedé parado mirando la nada…

- Ni que no lo supiera ya…

No era algo nuevo, ya sabía que estaba muerto por dentro. Pero me molestaba que ella lo dijera en voz alta. Parecía que si no se pronunciaba en palabras, la realidad era otra muy distinta. Que podía sentir… lo que fuese… prefería vivir en esa mentira.

Salí por la puerta y bajé las escaleras a la planta baja de la casa. Salí y me dirigí a la derecha. Había una especie de arco de piedra con unos signos grabados en los lados. Las letras de nuestro idioma el Al Ahkhira… Me acerqué y puse la mano sobre los símbolos.

-Arerit hala thalpor.

Una luz se empezó a crear de los bordes hacia el centro, abriendo el portal a la otra dimensión. Abriendo mi pasaje al mundo humano. Abriendo mi camino a la momentánea libertad de este castigo eterno y llevando a la condenación a alguna que otra alma humana.

Volví a suspirar, espero que el trabajo no me llevase demasiado tiempo, quería volver cuanto antes con Shio. Avancé y crucé el portal antes de que ella saliese y pusiera más pegas a mi existencia y a mi condición de recolector de vidas humanas.

Heaven tearsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora