27. Accidente en el bulevar

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Lo siento por todo lo que dije,
lamento todo lo que no hice...

Sí, he estado caminando
entre los huesos de muertos guerreros,
sí, me siento vacío,
solo he clavado mi espada
a todo lo que me ha hecho daño,
combatiendo en la negra noche,
solo he escuchado súplicas...

Lamento decirte,
que no todos los buenos, buenos son,
y no todos los malos, malos son,
era mi destino ser combatiente de sangre fría,
he portado mi desgracia por muchos años,
llevo la ira, el odio, la venganza en mis venas,
y me arrepiento, pero eso no hará que vuelvan a la vida.

Lo siento por todo lo que no dije,
lamento todo lo que hice...

Necesito marcharme,
porque sé que tu profecía jamás llegará a mis pies,
me cansé de esperar,
y quizá sea mi infortunio
caminar en la dirección incorrecta,
cuando me aconsejaste seguir mis instintos,
pero ni en ellos confío.

Conduje un Masserati,
quizás muy embriagado,
aún cuando me dijiste que no lo hiciera,
siempre entre los dos esa querella,
aceleré hasta sentir que de tela todo era,
eso jamás llega muy lejos, me advertiste
y en los muros de algún bulevar estrellé...

Lo siento por todo lo que dije
lamento todo lo que hice...

Oh, desearía que estuvieras aquí,
Sí, he caído en cuenta de mi error,
No, no puedo volver el tiempo atrás,
Oh, cómo llego hasta ahí,
he creído que estaría bien,
debía ir hacia el este y no este torpe norte,
una y otra vez el mismo presagio...

Solo percibo el aroma del metal quemado,
unas llantas desgastadas,
me han hecho sentir el pavimento
y su duro concreto,
solo quisiera no haber escogido este camino,
sin embargo estoy acá,
donde el fuego consume mi único momento...

Lo siento por todo lo que dije,
lamento todo lo que hice...

Porque desde el segundo que abrí los ojos,
siempre buscando lugares vacíos,
pisé los valles de la muerte,
en medio de la noche,
disparé a todo lo que amaba,
solo quedaron mis lágrimas,
y la soledad me martirizaba...

Desde el segundo que volví a abrir los ojos,
todo a mi alrededor estaba destruido,
solo percibí el aroma del metal quemado,
envuelto en llamas el pavimento,
en sollozos se revelaron mis lamentos,
por dentro sufría,
y no lo sabía...

Lamento no haber conducido a casa,
lo siento por ir en la dirección contraria...

El algoritmo de la mente: el efecto ansiolítico de la poesía. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora