66. Esperanza en tiempos de pandemia

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Hemos enfrentado tantas batallas solos, hemos caído, hemos caminado por avenidas, hemos sujetado la mano de quienes juran quedarse a nuestro lado hasta el final de los tiempos, y reímos todos cuando estamos en la fiesta donde todos nos sentimos como una familia. Todos hemos sido felices y tristes en distintos momentos, en distintos espacios del tiempo, lágrimas derramadas cuando hay risas al otro lado de la ciudad. Sin duda, polvo somos y al polvo regresaremos, sin embargo, ¿alguien ha oído de las ciudades que ya no son habitadas? ¿Alguien ha escuchado de los humanos que se esconden en sus hogueras? ¿Alguien extraña algo que no sea más que un abrazo, un beso, un amigo, un familiar, la risa o los hombros donde solemos llorar cuando estamos mal?

En el dolor nos atrapa la oscuridad, dice ser nuestra amiga, aunque nos hiera sin parar. Dice saberlo todo de nosotros, aunque tú nombre no lo sabe. Dice que la mayor pasión no ha sido entregada, pero ¿cómo puede saber eso si no sabemos el propósito? Ciertamente la oscuridad es torpe, sin embargo sus ataques te dejan ciego. Nos conoce mejor que nadie, nuestras bases las ha derrumbado incontables veces.

Y así, en un tanto melancólico cada letra se escribe. El mundo poco a poco marcha con silencio hacia la atormentada China, en tiempos de guerra es cuando nos encontramos, en tiempos así es cuando vemos a los héroes alistarse cada mañana arriesgando sus vidas, sacrificando sus noches en vela, queriendo detener este tren sin rieles, queriendo evitar el mayor de los caos en la historia de nuestra humanidad. Hoy ninguna ciudad se ha iluminado, ningún camino conduce a Roma, ningún cielo se ve iluminado por las estrellas, hoy los hospitales encienden sus luces hasta el siguiente amanecer, hoy todo el mundo tan solo se detiene. ¿Han escuchado de esas ciudades que no duermen y hoy están en su sueño más profundo?

Hoy nos unimos a su clamor, a llanto de una gran y preciosa madre que nos dio su amparo hace bastante tiempo. La de grandes manos de hermosas llanuras y campos, la de los preciosos ojos azules. Aquella madre que nos dio de su calor, la que nos dio de beber, la que nos proveía con carnes fresca. Aquella que deshonramos, esa a la que destruimos su bello árbol de la sabiduría para levantar una alta torre. Nos olvidamos de quién nos dio la vida, de aquella quién nos dio todo, y ella tan solo desea ser vista.

Esto pasará; cuando menos lo pensemos, el sol saldrá por el horizonte, las aves volaran en picada hasta los frutos que le dan de comer. Los parques se llenarán, las iglesias se volverán a congregar y todas las maravillas del mundo volverán del polvo: Italia renacerá, Francia volverá a amar, Costa Rica volverá a escuchar las olas de sus playas y a amanecer con el mismo aroma a café en cada mesa, Ecuador volverá a levantarse, el mundo entero lo hará. Esto pasará y cuando menos lo pensemos nuestras manos se volverán a unir, nuestros lazos se volverán a conectar de una forma tan indescriptible.

Mientras tanto, desde cada ventana tan solo miremos. Miremos lo bella que es su esencia. Escúchala en aquel pájaro cantor, contempla su esplendor en su infinito cielo. Mira cuanto han crecido sus bellos robles asomándose por las laderas de la grandes urbes. Mírala en la ardua labor de una simple abeja, mírala en la lágrima que cae desde el grifo. Observa como nos llama a amarla de nuevo, a encontrar su armonía, a danzar con ella otra vez.

Algún día, esto pasará, algún día las cenizas solo quedarán entre el pasto pisado. Y cada último respirador que dió la última esperanza a aquel último guerrero o guerrera, serán recordados, estarán en cada uno de los corazones que aun siguen latiendo, estarán en los sueños de todos los que duermen, estarán en la palma de cada mano y cada nombre jamás será olvidado. Seremos nosotros quienes cultivaremos las tierras, seremos nosotros quienes sonreimos, seremos luz y esperanza de esta guerra que creíamos perdida.

Sólo nos levantaremos, miraremos el amanecer sin saber que pasará ahora, aspirar el aire del desánimo, y nos nutrimos del trigo de la desesperanza. "¡Un héroe!" se escucha de un último aliento dejándose llevar por la gran energía vital. Despertaremos otra vez, suspirando y sentiremos la  serenidad venir. Solo un sueño, un pensamiento que olvidar, una pesadilla que ignorar.

Los países seremos hermanos, quiero tener la esperanza, esperanza en ondear todas las banderas del mundo, iluminando un mismo amanecer. Tomando del fuego y el aire, disfrutando de la tierra y el agua. Somos hermanos, la esperanza en tiempos de pandemia, se cierra en una sola voz, se encierra en un solo canto: ¡Juntos somos más fuertes! ¡Juntos somos más valientes! ¡Juntos ganaremos!
Encenderá una sola llama a millones de almas, avenidas pintadas del mismo color.

Cuando menos lo esperemos, estaremos abrazados al lado de quienes amamos, estaremos más unidos, disfrutaremos cada momento, y lo viviremos como si fuera el último. Abrazaremos y reiremos como nunca antes.

¿Cómo será el mundo cuando las manos vuelvan a unirse después de semanas separados?

El algoritmo de la mente: el efecto ansiolítico de la poesía. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora