20. Una voz perdida

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He estado bien, podría estar mejor,
tus manos recorren mis mejillas,
siempre es la misma sensación,
tan ásperas y alejadas de mi paraíso,
me miras con tu mirada tétrica,
tu sonrisa abre paso a la melancolía,
cada juguete era mejor que yo,
cada títere era mejor que mi función.

Llamas por mi nombre en la acera,
buscando enterrar toda mi inocencia,
me torturas día tras día,
noche tras noche la misma locura,
tus manos recorren mis mejillas,
no te importan mis lágrimas,
te gusta verme sufrir.

Tantas señales,
nunca lo entendí bien,
como la inocencia puede morir
en manos de sombras muertas,
en medio de la fiesta,
en medio de la risa y la diversión.

He estado bien, podría estar mejor,
si no tuviese esa imagen en mi imaginación,
sé que no he sido el único,
no seré el último,
¿Cómo puedo salvarlos?
Si aun no me he encontrado.

No soy el único,
no seré el último,
tengo miedo por ellos,
¿Quién puede salvarlos?

Nunca lo comprendí,
hasta entender que no estuvo bien:
tratarme como basura,
tratarme como juguete,
tratarme como atracción.

Me llaman loco,
no sé si me creerán,
todos los días viene el pensamiento,
no sé cómo liberarlo,
dicen que lo deje en el pasado
¿Cómo hago para olvidarlo?

Me llamaste incontables veces,
me perseguiste en mis escondites,
no entendí el porqué,
mi corazón latía cuando te veía a la distancia,
mirada atenta, cuerpo alerta,
caí en la locura,
cuando imagina tu rostro en otras personas.

Nunca fue suficiente para la noche,
nunca fue suficiente para tus deseos perversos,
mis lágrimas no fueron justificadas,
me quebraste, me destruiste,
no volveré a ser el mismo nunca más,
culpa mía, culpa tuya,
nunca fue suficiente llorar,
y ahora es cuando quiero hablar.

Sé que no soy el único,
sé que no seré el último,
¿Cómo los salvo,
si yo no me he encontrado?

El algoritmo de la mente: el efecto ansiolítico de la poesía. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora