100 ways + kim tae hyung

diecisiete

OXÍGENO.

No puedo respirar. Atamos nuestras lenguas, se rozan, enloquecemos. La aprieto firme y la siento sobre mi. Ella me quita la camiseta con urgencia. Le quito la suya.

Descartamos todos, nos dañamos con las uñas. Veo la copa de sus senos, puntiagudas, me llama poderosamente la atención lo lindas que eran.

—Que preciosas. Parecen cerezas.

Y se ríe. Me dice que las coma si tanto parecido le veo. Respiro sobre su pecho, luego en el otro porque me detuve a verlas de cerca. No parece molestarle que la estudiara bien. Porque esas formas eran arte, naturales, una más pequeña y otra grande.

—Eres el primero en respirarme las tetas sin comerlas, ¿sabes?

—Es que huelen a bizcocho.

Y se ríe. De nuevo.

—¿A qué esperas a comer?

—No tengo prisa —confieso, depositando un beso en su relieve, muchos más entre ambos. Pequeños y traviesos.

Fumo su fragancia, ambicioso. Riego con mi saliva su cuello, ella se estremece.

—Tae Hyung —susurra, se revuelve ansiosa—, por lo que más quieras, date prisa.

—Qué.

Ella insiste con sus yemas calientes, jadea buscando mi virilidad ante el llamado de la lujuria. La detengo, agarro su muñeca y beso su dorso con amor.

—Tae Hyung, joder, que estoy mojada.

—No tengo prisa.

Bufa, quien se río fuí yo y menea sus caderas para buscar consuelo. Era todo un descubrimiento verla enfadada, excitada, feliz, riéndose y demandando mimo. Tocando ansiosa, más urgente en contraposición con mi paciencia. Ninguno busca someter al otro, apreciando las diferencias y los detalles. Juego y ella cambia las reglas sin aviso. Nos desnudamos, nos encontramos y nos separamos carnalmente.

Arriba o abajo, se vuelve tan intenso que nuestro sudor se impregnaba en la tela del sofá. Era deliciosa, era intensa.

La puerta nos interrumpe en la mitad.

—¿Esperabas a alguien? —pregunto en voz baja para que no se me oyera.

Ella abre los ojos tras apartarse de mi calor. Niega y yo creo saber quien es.