Capítulo nueve.

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Una vez hube terminado de comer y hablar con las señoras Olga e Hilda, me dirigí directamente a mí salón de clases. Cuando abro la puerta me percato de que soy la primera en llegar. Tomo el mismo asiento de siempre, ubicado en la primera la fila y me doy cuenta que no recuerdo con exactitud qué curso tengo en este momento. Reviso mi libreta, guardada en el pupitre y mi horario de clases.

Dentro de los horarios la academia Alemderthes, existen dos materias entre las cuales te dan dos opciones para elegir y para que te puedas especializar

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Dentro de los horarios la academia Alemderthes, existen dos materias entre las cuales te dan dos opciones para elegir y para que te puedas especializar. La primera es el idioma antiguo o idioma extranjero y luego están las artes que pueden ser manuales o artes musicales.

En casa estudié idioma antiguo porqué escuché que a mamá le gustaba. Así que opté por inscribirme en idioma extranjero en la academia, ya que quería aprender algo nuevo. Y como Lina tomó artes manuales, yo fui por artes musicales. Aunque esto en verdad fue una excusa, ya que me gusta esta materia, pero si alguien me preguntaba yo diría que lo escogí porque no quería estar en la misma clase que una escoria, además, fingiría que odio esta asignatura y hablaría mal de ella, aunque por dentro me estuviera muriendo por decir que era genial y muy interesante.

Después de clases, también tienes la opción de tomar cualquier taller a tu elección como, por ejemplo: equitación, esgrima, natación, bordado, arquería, cuidado animal y bestial, etc. Estos tienen una duración de media hora.

Como yo no asistía a ningún tipo de taller, porque la gran mayoría de las cosas enseñadas en estas clases extras las aprendí a temprana edad tratando de impresionar a mi padre, aún si nada funcionó, decidí usar este tiempo para estudiar en la biblioteca y aprender lo máximo posible. Quería aprender cualquier cosa que pudiese necesitar en el futuro.

Mientras pienso todo esto, saco del pupitre el cuaderno correspondiente a ética.

—¡Oh, Señorita Ideealaria! Es usted la primera en llegar. —Exclamó repentinamente para mi el maestro al entrar al salón de clases.

—Buenas tardes, profesor.

Con movimientos suaves y naturales me levanto del mi asiento mientras respiro calmadamente y saludo al maestro. Poco a poco mis compañeros empiezan a llegar y tomar asiento para comenzar las clases.

****🔹💠💠💠🔹***

—Oye, Olga, ¿no piensas que esa señorita es bastante extraña? —Comenzó a decir con inseguridad Hilda.

—¿Extraña? ¿En qué forma? —Preguntó confundida la ingenua Olga.

—¿Acaso no te diste cuenta? Dime, ¿Por qué una señorita de su posición social querría aprender a cocinar?

—¿Señorita de su posición social? —repitió confundida— Ah... ya sé, lo dices por su ropa. Ella me dijo que era un regalo de su madre ya que la extrañaba y la quería sorprender.

—No, no solo es eso. ¿No te fijaste en sus manos suaves y sin rasguños? —Cuestionó comentando uno de los detalles que le llamaron la atención.

—¿No son la mayoría de los nobles de bajo estatus así?

—Puede ser… —dudó por unos segundos sobre cómo continuar—. Pero, no solo era eso. Su forma de actuar noble y con elegancia, como una señorita superior, eso no se puede imitar fácilmente, eso lo aprendes desde una edad temprana. Ya sabes, cuando servía al Marqués, noté que su esposa tenía unos movimientos y expresiones similares. No cualquier rico mercader y noble de estatus bajo podría igualarlos.

—Hilda, yo creo que estás paranoica. Piensa ¿Qué noble superior querría aprender a cocinar? ¿No dijo ella que, como su hermano está enfermo, lo quería sorprender con una cocina que demuestre cuanto lo quiere? Y como esta es una sorpresa, no quería pedir ayuda a nadie en casa, siendo la única opción nosotras.

—Si, lo sé. Pero, ¿por qué no mejor pedirle ayuda a su madre, por ejemplo?

—Eso es, porque es una sorpresa. Piensa, Hilda, si pide ayuda a su madre, su hermano que está en casa se dará cuenta rápidamente. —Contestó como si fuera algo de sentido común.

—Bueno, pero-… —Siguió cuestionando con duda, pero ya no sabía con qué debatir.

—Hilda, deja de cuestionar todo. ¡La niña tiene lindos sentimientos! Además, nos ayudaremos mutuamente, nosotras le enseñaremos a cocinar y ella nos ayudará a limpiar. Por eso la citamos a las 4:40.

—¿Y de verdad crees que alguien que parece que nunca tomó una barra de jabón para limpiar, pueda ayudarnos a ordenar? —Inquirió incrédula.

—Bueno, si no puede le enseño. —Suspiró cansada de su hermana y sus pensamientos paranoicos—. Después de todo quedó como parte del acuerdo ¿no?

—Si… aunque aún pienso que esa señorita trama algo.

—¡Qué va, deja de pensar tonterías! ¡Deberías dejar de cuestionar todo y dedicarte a ordenar!

—¡Tú también, Olga! Entre las dos, eres la que más nos retrasa.

—¡Pues, para mí, eres tú!

—¡Mentira, esa eres tú!

Así trascurrían las horas en la cocina con Olga e Hilda quienes discutían incansablemente. Para ellas esto era como una tradición, de esta extraña forma demostraban su amor mutuo. Además, llevaban tanto tiempo haciendo esto que si no cumplían esta rutina ambas se sentirían extrañas.

Mientras tanto, Ideealaria en clases de ética estudiaba el cómo afecta y el por qué es tan común mentir, mientras reforzaban el decir la verdad al mismo tiempo.












La villana se enamoro del hombre viudo con dos hijosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora