Capítulo 38:

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30 Noviembre.

—Alejandro tengo que hablar contigo urgentemente. Llámame en cuanto puedas.

Era el cuarto mensaje que le dejaba en el buzón de voz. Llevaba desde el viernes intentando contactar con él y todavía no había tenido la decencia de cogerle el móvil. Tenía un buen lío en la cabeza, se debatía entre estar enfadado o preocupado. Era un sábado por la noche y Adrián no tenía ningún plan, salvo esperar la llamada de su chico o que se dignara a responder a alguno de los cientos de whatsapps que le había enviado. El madrileño no dejaba de pasearse por la casa en busca de algo interesante que hacer, pero luego se acordaba de que sus compañeros habían hecho planes sin él y no le quedaba más remedio que volver a su habitación a continuar pensando.

No podía seguir esperando a que un milagro se produjese, necesitaba respuestas.

Cogió el autobús y fue calle abajo hasta llegar a la zona donde vivía Alejandro. Necesitaba saber que estaba bien. Todo era muy extraño, él jamás se despegaría de su móvil. Cayó en la cuenta de que muy probablemente su padre le abriría la puerta. No tenía ni idea de cómo le contaría que lo sabía todo, pero tampoco sabía si se atrevería a pedirle explicaciones. Llamó al timbre y en cuestión de segundos, tuvo a Esteban delante de sus narices. Esa vez lo vio de forma distinta. Ya no estaba viendo a un extraño, sino a su padre.

—¿Pero cómo no me he dado cuenta antes? —Se le escapó decir en voz alta.

—¿Cómo dices, chico? —Dijo extrañado.

—No me vengas con tonterías, ya no soy un niño. —Contestó—. Lo sé todo, sé quién eres.

—¿Quieres un poco de agua, chico? ¿te has dado un golpe en la cabeza viniendo para acá? si es que está haciendo un temporal estos días que... —Musitó rascándose la barriga—. ¡oh! ¡qué inútil soy! ¿necesitas algo del botiquín? Tengo gasas, metadine, agua oxigenada... —Inquirió con preocupación. Se hizo a un lado para invitarlo a entrar—. Alejandro no está, lleva un ajetreo con los estudios y el trabajo estos días que casi no pasa por casa. Al parecer su jefe le está haciendo alguna que otra putada. Pero vendrá, no te preocupes...

—No necesito nada...bueno sí, necesito la verdad de una puta vez. Lo he descubierto todo. —Tomó una bocanada de aire, pero no sirvió de nada. Sus ojos se llenaron de lágrimas—. Esteban Rubio Carrasco, mi padre, el que se suponía que murió en un accidente de tráfico cuando yo tenía cuatro años. Mi madre se llama Rosa Martínez y yo soy su hijo, Adrián.

Esteban se quedó con la boca abierta y sin saber qué decir. Lo dejó pasar y Adrián entró. Se sentaron en el salón y él lo invitó a un café con pastas. Notaba que lo estaba observando más de la cuenta desde que se lo confesó. No había abierto la boca desde entonces y no conseguía descifrar si su expresión facial era de sorpresa o de terror.

—Tu nombre lo llevan todos los niños buenos...

—Eso ya lo habías dicho.

—Ya, porque siempre has sido un niño muy bueno. —Dijo con una sonrisa melancólica—. La última vez que te vi eras un niño y ahora eres todo un universitario.

—Es lo que tiene la vida, que sigue su curso sin esperar a nadie.

—Adrián...

—No pienses que no te pediré explicaciones. Tendría que estar delirando para perdonarte así sin más.

Fue frío y contundente. No permitiría que utilizara su carácter dócil para ningunearle.

—¿Y cómo te has enterado?—Le sorprendió que en ningún momento le cuestionara, parecía haber dado por hecho que no le mentía.

Contra lo desconocido. #1 [TERMINADA]  #PGP2020 #GAYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora