03; Manolo

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Alivio”

Su corazón estaba muy acelerado, pero ya casi llegaba. Manolo se encontraba desmayado y el muy nervioso. No sabía que le pasaba a su amigo y eso sólo incrementaba su angustia.

Aparcó su auto y salió corriendo con el cerdo en brazos. Para su desgracia, se topó con la desagradable sorpresa de que el consultorio veterinario estaba cerrado.

No se rendiría tan fácil. Dio la vuelta al local y entró a trompicones por la tienda de mascotas.

—Buenos días, disculpe, necesito ver al veterinario —estaba muy cansado, cargar a su amigo y correr al mismo tiempo no era muy sencillo.

—Lo lamento, en estos momentos el doctor se encuentra en... —levanto la vista de su celular pero, antes de poder retomar la palabra, el chico con el puerco hablo.

—¡¿Usted no es veterinario?!

—No, yo sólo soy un asistente del doctor... —dijo con voz queda.

Por lo regular al toparse con clientes así, les respondía de igual forma, alzando la voz imponiendo su autoridad. Nunca fallaba. Pero este chico tenía un aura que lo hizo sentir regañado por su madre.

—Eso quiere decir que estudio medicina, ¿cierto? Le pagaré lo que sea, pero por favor, ayudé a Manolo.

El chico del mostrador no tardo en entender que se refería al porcino.

Si bien sus palabras eran una petición, por su tono de voz y sus expresiones faciales le estaba dando ordenes. Su dignidad había sido aplastada ese día, pero no podía dejar a un pobre cerdo desmayado a su suerte.

—Pase por aquí.

Ingresaron al consultorio y Luzu dejo a Manolo reposando en la mesa de exploración veterinaria.

Borja se dedicaba a contestar las preguntas que el enfermero le hacía, mientras que este revisaba al animal.

Al terminar la tortuosa espera, el especialista por fin dio su diagnóstico.

—Sólo es una infección estomacal leve. Probablemente en uno de sus paseos al bosque comió algo que no debía, pero puede estar tranquilo, no era nada venenoso. Nuestro amigo cerdo se desmayo por el sobreesfuerzo que estaba haciendo su cuerpo para contrarrestar la infección al no haberla experimentado antes. Con el medicamento que le suministré debería estar mejor en un par de horas.

El castaño suspiro y por fin tomo asiento. Estaba exhausto, aun en plena consulta había estado revoloteando al rededor del enfermero. No planeaba descansar hasta saber que su amigo se encontraba a salvo.

—Gracias. Me disculpo por haberle gritado e interrumpir su labor. Estaba tan angustiado que perdí los estribos. Yo... —lágrimas de felicidad comenzaron a brotar de sus ojos, estaba apenado por la actitud que tomó con el chico, pero no podía evitar estar contento.

El moreno tomo asiento a su lado y le propino una sonrisa, en un torpe intento de transmitir calma.

—No se disculpe. Las mascotas nos pueden volver locos, ¿cierto?

El joven sonrió para parar su lloriqueo. El enfermo creyó que su cliente tenía una sonrisa bonita.

—Mi nombre es Borja.

—Y el mío Raúl.

Sin duda, haber ido al veterinario fue un alivio.

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500 palabras

Luzuplay MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora