Somebody else

170 23 21
                                    

Timothée metió la mano dentro de su bolsillo, solo para percatarse que había olvidado las llaves de su casa. Se apresuró a tomar su mochila para salir lo más rápido posible del salón de clases, el cual había sido desalojado casi por completo gracias al estruendoso timbre que indicó el término de la jornada escolar.

Caminó por entre los pasillos, chocando y esquivando a todo aquel que se le cruzara por delante. Tenía solo un objetivo en mente, el cual era ir hacia la oficina de su padre para pedirle sus llaves y así poder llegar a su casa lo antes posible, olvidándose de la mierda que la escuela le hacía sentir, el agobio constante de un futuro incierto y el fin de un proceso que parecía solo comenzar. 

Cuando tuvo la puerta frente a sus narices, no la golpeó, solo giró el pomo con violencia, permitiéndole el panorama privilegiado de su padre besando a otra mujer, una docente de la misma institución. No dijo nada, se quedó mudo, sin poder dar tregua de lo que sus ojos estaban presenciando. 

Por su parte, Ben Chalamet se separó de la joven mujer, llamada Elsa Johnson y profesora de química, para poder afrontar al intruso que los había visto en tan decorosa situación. Sin embargo, su semblante y actitud cambió por completo al percatarse que aquel desconocido, no era nada más y nada menos que su propio hijo, el cual corrió rápidamente de aquella escena, sin querer ver más.

El profesor Chalamet salió tras su primogénito, para intentar calmarle y darle una buena explicación, pese a que no había mucho que decir, ya que había presenciado todo, y era lo suficientemente inteligente como para sacar sus propias conclusiones.

-Timothée - dijo Ben, tras alcanzar y tocar el hombro de su hijo.

Pero grave error, porque el joven se encontraba con la adrenalina corriendo vertiginosa por entre sus venas, presas del odio y cólera que le nublaban cualquier pensamiento sensato; así que, al sentir como la gran mano de su padre intentaba detener su apresurado paso, dejó salir todo su enojo, cerrando su puño y chocándole con fuerza en la mejilla de su progenitor, quien al sentir el impacto, solo atinó a llevar una de sus manos a la zona afectada, sin terminar de entender del todo lo que estaba pasando.

-¡Eres un maldito cobarde, hijo de puta! - escupió Timothée, soltando fuego desde su boca. 

La rabia lo tenía totalmente cegado y asustado. No podía creer que su padre, el mismo que le hablaba de respeto y fidelidad, y siempre se mostraba muy atento y enamorado de su madre, era capaz de engañarle de aquella manera, sin remordimientos. Le vio enderezar su cuerpo, respirando con dificultad, aún con la mano en su mejilla y los lentes chuecos debido al fuerte e inesperado impacto. Decidió no volver a golpearle, puesto que de a poco su cordura volvía a ayudarle a razonar, y ya había sido suficiente con el espectáculo anterior.

Los demás estudiantes miraban anonadados la pelea padre e hijo de la cual habían sido ausentes partícipes, amontonados entre los pasillos, cerrándoles en un círculo. Era un show digno de contemplar, una novedad cargada de interrogantes, ya que ninguno sabía el motivo por el cual se había armado aquel conflicto, mas seguían ahí, como ratas intrusas, esperando tener la última primicia.

Timothée escuchó como su nombre y el de su padre eran pronunciados por alto parlante. Rodó los ojos con fastidio, ya un poco más calmado, y sin esperar al hombre que lo crió, caminó por el oscuro y tétrico pasillo, que se abría paso entre los intrusos estudiantes, quienes murmuraban sin disimulo sobre sus narices. Sabía que aquella escena daría de qué hablar, pero no le importaba, porque su descontento y desilusión había llegado a tal grado, que en medio de sus turbados pensamiento, golpearle parecía ser la única manera de canalizar toda la energía negativa.

Abrió la puerta de madera, no sin antes golpearla - había aprendido una importante lección en esos cortos minutos -, dándose paso por el piso flotante para sentarse en una de las sillas barnizadas frente al gran escritorio, en cual se escondía la molesta figura del director Lee, un hombre entrado en edad, alto y robusto, de piel negra e insipiente blanca cabellera, que delataba varias manchas rojas sobre su rostro, o heridas de guerra, como él solía llamarles.

Pursuit of happiness // t.c #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora