Mushroom Chocolate

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Los rizos de Timothée flameaban a una velocidad cósmica, cada vez aceleraba un poco más su pedaleo. Rose Jean le miraba con una sonrisa boba en el rostro, pensando en lo maravilloso que se veía tan feliz y liberado. Habían decidido salir a dar un paseo, algo tranquilo, solo por unas horas para olvidarse de los problemas cotidianos que los mantenía inquietos la mayor parte del día.

La chica meneaba su melena salvaje mientras escuchaba como el rizado, unos metros más adelante, intentaba imitar el acento de una película que habían visto hace unos días atrás por la televisión. Se suponía que debían haber estado cuidando a Steve, y de alguna forma consolarle la desdicha de la abstinencia, la cual lo mantenía más inquieto y angustiado con el pasar de los días.

Sin embargo, esa tarde sería diferente. Tenían planeado salir a dar una vuelta en bicicleta por la parte más rural de la ciudad. Estaba lejos de sus hogares, pero la brisa y el pronto atardecer les confirmaban que cada pedaleo valía la pena. Rose, casi podía tocar la dicha, estaba ahí, tan cerca que se colaba descarada entre sus dedos, pese a que presentía que se trataba de un espejismo que la ayudaba para poder seguir adelante.

-¿Quieres parar? - preguntó Tim, sacándola de sus pensamientos.

-¿Qué? - respondió de golpe, parando rápidamente el pedaleo, ya que si no lo hacía, chocaría con la bicicleta del rizado.

-Que si quieres parar un rato - rió al ver la reacción de Rose.

-Aaaaah - pronunció alargando la vocal, sintiendo como sus mejillas se teñían de un bonito carmesí.

-Aquí podemos descansar un rato para después devolvernos. No quiero que se nos haga muy tarde - habló apenado, porque no quería que ese momento terminara.

-Yo tampoco - respondió, pensando en cómo el tiempo volaba

En silencio, como si supieran que el fin se acercaba, caminaron hacia un lado de la carretera, donde una firme y verde pradera se extendía con recelo hacia lo alto de los cerros. Se sentaron unos cuantos metros alejados del asfalto, autos y personas que pudieran molestarles. Las bicicletas estaban acostadas a su lado, siendo fieles cómplices de su encuentro fugaz.

Rose miró a Timothée, quien la miraba sin pestañear, ni pronunciar palabra alguna, se acercó lentamente y con el amor que tanto tiempo habían escondido le acarició el cabello, esos rizos rebeldes que conspiraban en su contra, para luego de a poco, lentamente, terminar con las caricias en su mejilla izquierda. La chica cerró los ojos al sentir ese tacto tan suave sobre su piel. Estaba en las nubes, esbelta diosa de la victoria, esfinge en el desierto celestial. Quería sentirlo más de cerca, besarle, tocarle y curarle la pena que transmitían sus frágiles dedos temblorosos, pero algo la detenía, y era ese desdén de la pasión que la mantenía presa de la duda, sin querer provocar otra situación como la de hace semanas. Se mantuvo quieta, tranquila e inmóvil, disfrutando de la caricia más tersa que alguna vez recibió, aún incapaz de abrir sus ojos.

-Mi madre sigue sin hablarme - habló despacio, sin querer decirlo muy alto, ya que de esa forma no parecía real.

Rose abrió los ojos finalmente y le sonrió forzadamente, sin saber realmente qué decir. Se acercó un poco más hasta quedar a su lado, para así poder envolverlo entre sus brazos.

-Ya lo hará - respondió finalmente, pese a que no sabía si sus palabras se harían realidad.

-Me duele que ella se deje llevar por ese imbécil - masculló con odio, recordando la fuerte pelea que terminó con la poca confianza que se tenían - Soy su hijo, debería creerme a mí.

Las lágrimas estaban estancadas. No salía ninguna. Solo podía sentir la tersa mano de Rose recorrerle la espalda lentamente, ayudándole a calmar ese pesar que lo mantenía en. constante impaciencia.

Pursuit of happiness // t.c #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora