Midnight Memories

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Rose Jean miró el cielo por unos segundos, recordando la sonrisa acogedora de su padre. Esa misma que lograba calmar sus llantos de niña mimada, que a penas podía recordar. Su figura grande y robusta, le traía un sentimiento de protección, porque cuando estaban juntos, nada podría pasarle, siempre estaría a salvo.

-¿En qué piensas? - preguntó el rizado llegando a su lado, sosteniendo un cigarrillo entre sus rosados labios.

Se encontraban a las afueras del edificio de Rose, quien había esperado unos minutos su llegada para poder marcharse juntos hacia la bendita fiesta, que de solo pensar lo que podría ver le ponía la piel de gallina.

-Nada que sea de tu incumbencia - respondí divertida, mostrando su lengua.

-Tan simpática que eres - le siguió el juego, dando una larga calada al cigarro.

-Por eso me amas - habló rápido, jugueteando, sin pensar.

Ambos se quedaron callados, sin saber qué decir. Timothée había sentido que una estaca de madera había sido clavada en su corazón vampiro, aniquilándolo fulminantemente; mientras que Rose debatía si debía retractarse de sus palabras o cambiar el tema de manera rápida, porque lo quisiera o no, ese sentimiento de amor también estaba en su corazón más vivo que nunca, deseoso de ser liberado para consumarlo en plenitud. Pero ambos desconocían lo que el otro sentía y por eso parecía un eterno sufrimiento que solo pasaría con la sinceridad absoluta, detalle que no estaban dispuestos a mencionar, asustados a perder su amistad.

-¡Rose! - chilló una voz femenina a sus espaldas, salvándoles del tenso ambiente que comenzaba a tejerse entre ellos.

-¡Noe! - respondió efusiva, agradeciéndole mentalmente.

-La misma que viste y calza - sonrió, justo antes de estrecharla entre sus brazos - ¿Vas a la fiesta? - inquirió una vez se separaron.

-Si, a ver a Steve - dejó salir una sonrisa de medio lado.

-Ese imbécil - negó, suspirando, porque sabía lo difícil que era para su amiga ver a su hermano tan destrozado - Hola, Tim - lo saludó rápidamente cuando se percató de la presencia del rizado, quien había tomado distancia de las amigas, ya que aún se encontraba sumido entre las palabras de Rose Jean.

-Hola, Noelia - sonrió, dejando salir el humo atrapado en su garganta.

Después del escueto saludo, comenzaron a caminar en dirección a la casa en donde la fiesta se llevaría a cabo. No les quedaba muy lejos de sus respectivos hogares, así que el trayecto fue rápido y muy ruidoso, especialmente a medida que iban llegando a su destino final, escuchando el vibrar de la música y la latente euforia que el ambiente fiestero traía consigo.

La noche susurruba entre grillos y nubes, opacando el brillo nupcial del frío que la oscuridad les brindaba. Bajo la delgada chaqueta de jeans, Rose deseaba en silencio, fingiendo poner atención a la intrépida conversación que Noe dirigía sin pausas, que el brazo de Timothée, ese mismo que movía hacia sus labios para fumar, la rodease y estrechace hacia su cuerpo, ayudándola a mantener el calor corporal que a cada paso iba desapareciendo. No pudo evitar sonrojarse y sentirse avergonzada por sus pensamientos tan descarados e irrespetuosos. ¡Cómo si esas cosas pasaran! Era imposible que él pudiese sentir algo por ella, la hermana de su mejor amigo, el mismo que le estaba causando problemas.

Esa conjetura le hizo recordar la razón principal de su participación en aquella fiesta. No iban a divertirse, al menos no en primera instancia, necesitaba volver a verle y saber si es que había cumplido su palabra, la cual logró calmar la inquietud que le quemaba el alma.

En medio del pasillo, caminando rápido entre el alumnado que no dejaba de gritar y vociferear palabeas ininteligibles, Timothée visualizó la menuda figura de Rose caminando hacia su dirección.

Pursuit of happiness // t.c #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora