Don't stop me now

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-¡Que gusto verte, Rose! - exclamó Joyce mientras abría sus brazos para que la chica correspondiera a su amable gesto.

-Lo mismo digo - dijo la rizada, dejándose querer entre los brazos de la mujer que aluna vez sintió como una segunda madre.

-Estás muy grande, y hermosa - sonrió, alejándose de Rose - Te pareces mucho a tu madre.

-Usted también se ve muy bien - respondió tan cordial como ella sola, porque la verdad es que pensaba que se parecía mucho más a su padre.

-Ay, mi niña - rió por lo bajo, sintiéndose alagada - Si necesitan algo estaré aquí.

Timothée intentó sonreírle a su madre, esperando que ella le respondiera de la misma manera. Mas, la mujer que le dio la vida se limitó a sonreírle sin ninguna muestra de agrado en su rostro, lo cual provocó que la rabia e impotencia comenzará a correr por sus venas. Había solo un culpable de que su madre aún no quisiera hablarle, y ese era Ben Chalamet, su padre, era el encargado de alejar a su mujer cada vez que esta diera algún indicio de querer arreglar las cosas con Timothée, ya que después de todo era su hijo y debía quererle y aceptarle tal como era.

Rose Jean al notar como las facciones de su amigo se contarían y se perdían entristetecidos en la figura de su madre, entrelazó sus dedos con los del rizado para luego darle una tierna y carismática sonrisa a Joyce, la cual fue devuelta de la misma forma. Se alejaron de la sala de estar, hasta llegar a la habitación de Timothée, donde se dejaron caer sin más sobre las suaves colchas azules. No prendieron la luz, bastaba con la poca luminosidad que entraba desde lo faroles en las aceras, perdiéndose sobre sus cuerpos quietos, aún unidos por el roce de sus manos.

Timothée sintió su corazón palpitar fuerte, especialmente cuando la rizada se acomodó con naturalidad sobre su pecho. Se sentía tan bien la cercanía, que quería gritarle al mundo las miles de mariposas que aquella chica le producía, quien se movía inquieta, sin saber cómo quitar de su cabeza ese deseo que le carcomía los sentidos. Sin embargo, y bajo ninguna circunstancia pensaron  que iba a pasar lo que a continuación ocurrió.

Rose Jean podía sentir como el pecho del rizado subía y bajaba frenético, acompañado de las palpitaciones más rápidas que jamás había sentido. Fue como si un hechizo le hubiese cegado la cordura, para moverse como sus instintos le demandaban. De a poco, y sin pleno aviso, enderezó su cuerpo, quedando sentada sobre la cama. Timothée al ver aquella acción, la imitó, por lo que quedaron ambos jóvenes sentados, uno al lado del otro y con las manos aún entrelazadas. Rose sentía su cabeza palpitar mientras su cuerpo de a poco buscaban el del rizado. Fue un roce terso en sus hombros lo que los obligó a observarse, a detener sus cohibidos pensamientos para entrar en la consciencia del otro y así intentar adivinar qué estaba pasando por la mente del otro.

De a poco, se fueron acercando sin ningún tipo de apuro. Eran ellos dos, almas rotas del silencio que planeaban con recelo su próximo encuentro. La rizada se sentía más viva que nunca, atada a un coraje que pensaba no tener. Pero ahí estaba, posicionando su mano libre en el borde de la camisa de Timothée, quien solo miraba lujurioso como de a poco el ambiente comenzaba a tensarse.

La distancia se perdió en un arrebato de locura, cuando Rose Jean pensó en que no podría aguantar más la falta de su tacto. Lo besó sin previo aviso, obligándole a corresponderle fugaz y enérgico, tal cual había querido. Timothée la agarró por la cintura, sentándola sobre su regazo mientras sus manos jugueteaban entre la espalda y su cuello, a penas cubiertos por la delgada sudadera.

No estaban pensando, por primera vez se dejaron llevar por lo que estaban sintiendo. No les importaba en absoluto lo que vendría, sólo querían acercarse y olvidarse de la maldad que los rodeaba. Era sencillo si estaban juntos.

Pursuit of happiness // t.c #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora