Once upon a dream

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Rose cerró la puerta tras su espalda, dando un fuerte golpe, lo cual provocó como acto reflejo que Steve se diera media vuelta para mirar desde la litera superior a su pequeña hermana, quien venía seria y sin expresión alguna en su rostro.

- ¿Qué te pasó? - preguntó, frunciendo el ceño, mientras se acomodaba bajo las sábanas.

- Toma - habló sin responder a su pregunta.

La rizada extendió los billetes hacia su hermano, quien al verlos quedó tan estático como una piedra. Sacó las frazadas con las que estaba tapado, para así poder bajar de la cama y quedar a la misma altura de Rose. Tomó el dinero con cautela, sin entender de a dónde había conseguido semejante cantidad de billetes.

- ¿Qué hiciste, Rosie? - cuestionó tembloroso, pensando lo peor. No quería que su hermanita se metiera en problemas por su culpa.

- Vendí uno de mis órganos - respondió rápido mientras mostraba la cicatriz en su bajo vientre.

Steve rió, porque sabía que ese marca, aún roja, fue causada por una operación de emergencia hace unos meses, ya que su apéndice decidió inflamarse y provocar el tan inesperado apendicistis.

- ¿Me vas a decir? - se sentó sobre la cama de su hermana, esperando a que ella hiciera lo mismo. Sin embargo, parecía estar mucho más cómoda de pie, en la mitad de la habitación, con las manos dentro de su sudadera.

- Chalamet me lo dio - sonrió de medio lado.

- ¡Uuuuy! - chilló, mientras le daba suaves toques en el estómago a su hermana, que la hacían menearse.

- No pasa nada - habló seria, pese a que había intentado forzar una risita.

- ¿Qué pasó? - preguntó Steve, cambiando su semblante a uno más serio, mientras dejaba de molestar a Rose.

Ambos ahora estaban sentados sobre la cama con la mirada perdida en algún punto de la habitación, completamente sumergidos entre sus pensamientos que fluían silenciosos de un lado hacia otro. Por una parte, Steve no dejaba de pensar en lo que pudo haber ocurrido para que su hermana estuviera tan seria, como nunca antes; mientras que por su parte, Rose Jean no podía dejar de recordar las lágrimas del rizado. Se sentía culpable, porque no entendía del todo lo que lo había llevado a ese llanto inminente, que no pronosticó cuando sus bajos viajaban presurosas por su cuerpo. Fue rápido y surreal, un susurro inédito que la dejó descolocada.

- Nos besamos - confesó finalmente, ya que a esa hora y en la silenciosa habitación, el único que podría consolarla era Steve - Y Timothée lloró.

El joven frunció el ceño, sin comprender lo que su hermana acababa de decir. Se acomodó sobre la cama, cruzando sus brazos sobre su pecho, el cual se mantenía inquieto, debido a que de a poco comenzaba a sentir como la falta de coca comenzaba a causar estragos en su cuerpo. Mas, no quería dar vuelta la conversación, prefería guardarse el malestar que le daba vueltas.

- ¿Qué? - volvió a consultar, luego de unos segundos, un poco dudoso, ya que no sabía si lograría una respuesta.

- Estábamos besándonos y de pronto Tim se puso a llorar - se encogió de hombros, aún mirando sus zapatillas desabrochadas - Eso es todo.

- ¿Y por qué lloró? - preguntó curioso. Seguía sin entender lo que le había pasado a su amigo, ya que creía conocerlo lo suficiente como para saber que sus lágrimas eran fiel reflejo del colapso.

- No me dijo - sonrió con pena, mirando a su hermano, quien se encontraba atento a sus palabras - Le dije que después hablaríamos, y me pasó el dinero.

- No lo presiones - fue lo único que salió de los labios de Steve.

- No lo haré - respondió segura.

Después de aquella corta, pero necesaria conversación, cada uno volvió a sus solitarias vidas que compartían dentro de la misma habitación. Ya era de noche y el viento se colaba moribundo a través de la ventana que aún seguía abierta.

Rose Jean al sentir la brisa helada abrazarle los brazos desnudos, ya que se había puesto su pijama, caminó hacia ella con el fin de cerrarla. Sin embargo, en ese preciso momento en que miró hacia el exterior, pudo ver la silueta delgada de Timothée, fumando un cigarrillo con desdén, al otro lado de la vereda. Volvió a mirar, sin dar tregua de lo que sus ojos estaban viendo, y pudo confirmar que en efecto se había equivocado, y que el chico huesudo que fumaba como chimenea no era el rizado, su amigo de la infancia. Cerró la ventana, apagó la luz y se metió entre las sábanas, escuchando como la respiración de Steve subía y bajaba con una tranquilidad que estaba lejos de experimentar, y que no reflejaba bajo ninguna circunstancia lo que su hermano estaba sintiendo realmente.

Milo no tardó en llegar y menear su cola peluda sobre su rostro, clara señal de que quería un poco de cariño y atención. Rose acomodó su cuerpo, quedando en posición fetal, lo que ayudó a que el minino se acomodara en el hueco entre su estómago y piernas para comenzar a ronronear frenético. Ese sonido, que en más de alguna ocasión intentó imitar, pero sin éxito alguno, le recordó a una de las tardes en donde descubrió que tenía sentimientos por Timothée. 

Hace un par de meses, cuando ella andaba con otro chico y el rizado con una linda y simpática rubia de Manhattan, se sentaron en el living de su casa a esperar que Steve terminara de desayunar para poder ir a la escuela. Mientras conversaban de cualquier trivialidad, Milo, tan entrometido como siempre, se dejó llevar por su instinto, acomodándose sobre las piernas de Timothée, quien enseguida recibió con cariño al gato que no dejaba de ronronear, agradecido de todo el amor que le estaban brindando. El joven no tardó en acurrucarse sobre el hombro de la rizada, quien lo miraba entre risas escandalosas, admirando como intentaba imitar el sonido que el pequeño y peludo animal emitía.

Rose Jean se tapó la cara con todas sus almohadas, avergonzada de recordar como el tiempo volaba y su corazón seguía latiendo presuroso por su amigo. Le recordó tan fogoso, como cuando recibió el voraz beso, y tan tímido y asustado, como cuando sus lágrimas cayeron insolentes sobre sus marcadas facciones; y no supo cual versión le gustaba más.

¿Qué le estaba pasando? Daría cualquier cosa por saber qué era lo que lo mantenía inquieto, y así poder ayudarle para que su alma estuviese en completa tranquilidad. Suspiró frustrada, porque solo debía esperar a que abriera su corazón, porque ella estaría allí para él, sin importar cuanto tiempo pasase.




sé que no es el mejor cap, pero es necesario! muchas gracias por leer! no olviden dejar sus votos y comentarios, se lo agradecería muchísimo<3

Pursuit of happiness // t.c #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora