9 de octubre de 2043

418 103 104
                                    

Es exageradamente ridículo el cómo me siento, estoy distante con el mundo a mi alrededor ya que así me siento conmigo, es raro, de ser una chica extrovertida, me he vuelto apagada y oscura, no me reconozco. Pero eso no es malo, es sólo que mi mente lucha por hacerse al momento, pero ocurren tantas cosas que le cuesta mucho y necesita su tiempo, por eso se lo estoy dando por primera vez después de tanto tiempo, en dos años no había tenido tiempo de sentarme y pensar lo que había ocurrido.

Hoy he escrito más tarde, he llorado desconsolada la pérdida de mi familia y no solo eso, sino del mundo y las personas que me rodeaban, ya no volveremos a darnos la mano, aunque con lo egoístas que nos estábamos volviendo, si sobrevivimos a esto quizás sea bueno y volvamos a estar unidos, al menos tengo esa esperanza, que seamos capaces de sobreponernos y llegar a luchar juntos. Como mi cabeza, mi pobre mente necesita recordar, por eso escribo todo lo que recuerdo aún, para no olvidar quién soy y ahora necesito recordarlo, aquel lugar, Wuhan.

Mucho tiempo después llegué a Wuhan, tardé todo un año en llegar y un poco más, era un camino difícil para recorrerlo andando a la vista de todos, no cualquier loco hubiese cogido esa pequeña mochila y hubiese cruzado a pie medio planeta.

A pesar de que saliera de España el mundo seguía siendo peligroso, me atrevería a decir que incluso más ya que bueno, había animales que nunca había visto y ni siquiera sus nombres sabía, personas que al verte pasar se alejaban, pero casi todos decidieron hacer lo mismo que mi país, un aislamiento para unos pocos elegidos y el resto solos. A veces me preguntaba, ¿habría alguien viviendo el espacio? Quizás sean ellos, los que nadie sabe pero es posible que hayan huido de forma anónima al espacio y ahora vosotros los llamáis extraterrestres.

Al fin y al cabo, seas quien seas, dejaré de delirar en mis pensamientos y seguiré mi historia. Yo estaba allí, recorriendo el último tramo del bosque que me mantenía oculta, apartaba hojas tras hojas, incluso evitando pisar flores preciosas que no había visto nunca, era un lugar tan distinto. Algunas ruinas se veían a mi alrededor, y la naturaleza las había tomado y comido el terreno, no era de extrañar, al fin y al cabo ella llegó antes allí y la echamos nosotros. Ahora la fauna y flora recuperaba lo que siempre hubo sido suyo.

Ante mí se extendía una enorme explanada, enorme, que rodeaba completamente una ciudad inmensa, no tenía nada que ver con las otras pequeñas que había visto. Una cúpula de cristal la rodeaba y dejaba pasar tanto la noche como el sol, sin embargo era tan grueso que era impenetrable, alrededor de él una muralla, enorme, de cemento y piedras afiladas. Sobre ella solo se encontraban personas en trajes de plástico rondando distintos turnos, y en su interior existían tubos de desinfección que les permitía entrar y salir de la ciudad, además podía ver los altos edificios dentro, era una maldita ciudad futurista creada de una horrible pandemia.

Un pequeño pitido me sobresaltó, miré mis piernas y una luz verde me había recorrido la espalda. Cuando me giré vi a dos hombres que se miraban entre sí.

—No está contagiada. —Entonces me agarraron de los brazos y me arrastraron al interior del bosque, si me movía me agarraban con aún más fuerza, por lo que finalmente tuve que dejarme llevar.

En sólo minutos me tiraron al suelo, caí de rodillas y al levantar la cabeza estaba en una ciudad camuflada entre las copas de los árboles, y no era para nada pequeña. Me encontraba sobre unas extensas tablas de madera con unas vallas para evitar caídas, pero a mi alrededor había muchas personas, de diferentes etnias viviendo en armonía.

Frente a mí el que conocí como el jefe, funcionaba como una especia de tribu, tras de mí los guerreros, y alrededor del jefe las mujeres con el pelo rapado y vestidos rojos, sólo una lo llevaba blanco y me quedé mirando por largo rato.

2048 © [DISPONIBLE EN FÍSICO/EBOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora