3 de mayo 2044

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Corrí, mejor dicho conduje sin descanso alguno, me encontraba exhausta y era insoportable la sensación de pesadez en los ojos, llegué a pensar que moriría estrellada en esa carretera, tampoco ayudaba mucho esos enormes tramos en línea recta, y ahora que el mundo estaba como estaba tampoco había música que escuchar en la radio.

Desde luego no podía vivir sin ella, por lo que pasé la mayor parte del camino cantando las últimas canciones que habían visto la luz antes de la pandemia.

"...Night falls, it's scary and the little girl screams, she panics.

Oh great night, take me under your light and protect me from what I cannot see.

Little girl, breathe, calm, that the moon protects you while you sleep under her cloak..."

Que mejor para la noche, ahora oscura y solitaria, que una canción que hable del miedo hacia ella y nuestra, de naturaleza, preferencia a la luz, desde luego yo nunca he sido de las que prefieren estar bajo el manto de la luna, prefiero ver lo que me rodea, me asusta lo que se esconde en las sombras, y muero por comprender todo lo que no entiendo.

Me gustaría entender el miedo de la gente, de aquellas personas que armadas con prácticamente cualquier cosa estaban recorriendo junto a los policías el bosque entero, en busca de posibles contagiados...

La gente temía tanto por su propia vida que entregaba la de los demás, egoístas. Ni siquiera importaba que dieses negativo en la prueba, un contagiado lo sería toda su vida, y alguien cercano estaría condenado a huir toda ella.

Aparqué a cierta distancia de los grupos tras la maleza, no quería que me vieran. No sabía si volvería, pero era de vital importancia que nada me impidiera correr, esta vez dejé mi mochila en el maletero del vehículo. Podía hacerlo, sabía que sí, Ethan tenía que estar vivo.

Ropa de camuflaje, pelo en una coleta recogido, pistola en el muslo y navaja en el bolsillo. Froté un par de veces mis ojos y refresqué mi cara con un poco de agua helada de la botella. Estaba lista, tenía que estarlo.

Caminé en línea recta, apartaba sigilosamente los matorrales y ramas que estorbaran a mi vista, el bosque estaba dividido en 8 secciones, y se habían dividido en grupos que registraban cada una de ellas.

Bajé a casa de Ethan y entré por la misma ventana que me fui, todo estaba oscuro y un silencio horrible. Con una cerilla encendí la vela que siempre guardaba para emergencias, tomé el candelabro y anduve alrededor de la casa.

La noche había caído y eso me obligaba a iluminar cada rincón, por suerte las linternas daban la posición de los policías, y las pequeñas lámparas de camping desvelaban a los pueblerinos de los alrededores. Al menos así los tenía controlados, por si acaso cerré las ventanas por donde pasaba, no quería que ellos vieran mi luz.

El silencio mi mejor aliado, el sigilo mi gran amigo, el armario de la planta superior había crujido, un ropero antiguo. Podría ser solo una coincidencia, o podría ser Ethan. Subí las escaleras con muchísimo cuidado, cada crujido de uno de ellos era una batalla perdida para mí, rezaba por estar en lo cierto. Me acerqué, la tenue luz lo alumbraba poco a poco, cada detalle de la puerta, pero al abrirla alguien gritó.

Me abalancé sobre él, había dejado la vela en el suelo y lo callé con mis manos, sólo era un niño.

—Tranquilo, no vengo a llevarte, estoy buscando al dueño de esta casa es mi amigo.

Me miró, su ojos me recordaban al pequeño niño de Madrid, no quería pensar que él había pasado por todo eso, no podía cargar con él.

—El señor me dijo que me escondiera aquí y no saliera, volvería a por mí pero aún no ha llegado.

2048 © [DISPONIBLE EN FÍSICO/EBOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora