14 de enero 2042

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No habían pasado ni dos días cuando las noticias volaron, más de cien contagiados aparecieron en el país y por tanto, exterminados.

Sus familiares y personas más cercanas desaparecieron sin dejar rastro, algunos más listos escaparon como lo hicimos nosotros. No era ningún secreto que el mundo nos temía, a los infectados y a todos aquellos que logramos huir con vida.

Como puedes ver querido diario, ahora somos la mugre, la mierda, lo sobrante.

El miedo se apoderó de las ciudades, la capital fue fortificada y restringido su acceso, era el lugar más seguro según algunos. La mayor parte de la policía se encontraba allí, también los médicos, todos intentaban entrar sin embargo, no sabían que nadie podría salir.

Las fuerzas de seguridad se repartieron por las ciudades, algunos pocos recorrían los bosques día y noche en busca de personas como nosotros.

Por suerte, llegamos a un pequeño pueblo cuyas casas en su mayoría se caían a pedazos o estaban abandonadas. Estaba casi deshabitado excepto por algunos pocos ancianos que aún lo llamaban hogar, a pesar de ello era un pueblo fantasma.

Padre aporreó una de las puertas, al ver que cedió entramos a descansar allí. Montamos nuestro pequeño campamento durante la noche mientras nadie pudiese vernos, temimos que pudiesen dar la voz de alarma y entregarnos.

El suelo de madera crujía a mi paso, el olor fétido de los excrementos animales no era ninguna sorpresa. Mucho menos los gatos que decidieron dormir en la parte de arriba.

Aquella noche caí rendida en el frío piso, con el sueño ligero pude notar la calidez que desprendía el cuerpo de mi madre, quien se acurrucó a mi lado unos instantes dándome un confortante abrazo.

—No te preocupes Elia, eres la persona más valiente que conozco, pase lo que pase mi vida, sé que podrás con ello.

Un beso de buenas noches y se marchó, la sensación de vacío crecía en mí a un ritmo exagerado. ¿Por qué era tan injusto? La muerte de Lydia dejó un hueco dentro de mí demasiado grande, tanto que desde que salimos de allí no había vuelto a pronunciar palabra.

Por desgracia para mí, después de aquel beso mi estómago se revolvió como si tuviese miles de mariposas golpeando contra sus paredes, tuve la sensación de que esto no hubo acabado.

Presa de los sueños no tuve tiempo de preocuparme ya que a pesar de luchar contra el cansancio mis párpados cedieron a darme un respiro de aquellos aterradores días anteriores. Sin embargo mis pensamientos continuaron torturándome en sueños con forma de recuerdos.

"Las flores cubrían el césped del patio de la casa, era la misma que había salido ardiendo hacía pocos días pero años antes de todo esto, una chica con el cabello castaño y algunas mechas rubias en él jugaba a perseguir a su ya viejito perro, la madre salió por la puerta trasera que daba directamente al patio gritando su nombre, Eliana. Cuando miró de las manos de su madre se apoyaba una pequeña niña que apenas sabía andar, desde pequeña amaba dormir, comer y pasar el día tumbada que a diferencia de su hermana prefería perseguir al gran perro por todo el jardín y correr todo el día hasta caer exhausta.

La mujer posó a Lydia, aquella bebé en el césped por primera vez, ella lo tocó asustada poniendo varias muecas de desagrado, sin embargo Eliana se tiró a su lado y comenzó a girar y hacer piruetas, no tardó en reír con su hermano mientras disfrutaban manchándose la ropa.

Aquello fue el comienzo de que la sangre acabase convirtiéndose en una hermosa amistad, pronto crecieron, con ellas su entorno. Ahora el jardín bajo un árbol con un gordo tronco lo adornaba una simple cruz de madera, colgado de ella una chapa con el nombre del que hubo sido su mejor amigo durante 8 años. Aún en su sueño, pudo volver a recordar cómo era y cómo la bañaban aquellos lametones a los que le gustaba referirse como besos. Tenía cuatro patas, pero siempre sería su mejor amigo, Tolo."

2048 © [DISPONIBLE EN FÍSICO/EBOOK]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora