Ethan preparaba la aguja por tercera vez aquella semana, dentro de poco tendría más agujeros que la propia ciudad donde habíamos decidido quedarnos.
—No te dolerá, solo tengo que asegurarme. —Así fue como volví a dejarme sacar sangre, muestras que el analizaba en el laboratorio del hospital.
Por suerte aquel laboratorio se encontraba en las plantas superiores, apenas tuvimos que hacer mucho más que limpiar. El agua seguía circulando, y la luz una vez re-conectadas las placas solares dejó de ser un problema. Ahora era el lugar donde Ethan pasaba todo el día.
—Esto es imposible —volvía a susurrar, luego a gritar —¡Estamos curados Eliana!
Comenzó a saltar, a gritar por la ventana a la absoluta nada, de alguna forma pretendía que todos se enteraran.
Su euforia era contagiosa, aquel ambiente lúgubre parecía distinto, por fin algo iba bien.
—¿Cómo es posible? —mi curiosidad sin límites, era algo que me caracterizaba y desde luego mi compañero que esperaba la pregunta ya tenía su respuesta.
—Estaban fabricando la cura, la persona con la que combinaron lo que tenían en el laboratorio fue la clave para ello.
Eso era malo, muy malo. Aquel hombre si continuaba allí daría todo lo que necesitaba a Interno para hacerse con el control de nuestras vidas, no podía dejar que eso pasara.
—Eliana —mi amigo interrumpió mis pensamientos, sabiendo lo que pasaba por mi cabeza en aquellos instantes —sé quién es esa persona, es Chavs.
Tenía sentido, en un principio creímos que solo era portador, pero resultaba ser de ese pequeño porcentaje inmune al virus. Las pruebas que le había hecho a Chavs, como a mí debieron darle el resultado. Pero ahora mi preocupación era otra.
—¿Podrías replicarlo? Se podrían salvar muchos de nosotros Ethan —supliqué con la mirada, creyendo que aquello salvaría a todos.
—Puedo hacerlo, solo necesitaría a Chavs y parte de mi propia sangre, podría recrearlo sí. Pero no creas que salvará a todos, solo funciona en personas que de por sí tengan un fuerte metabolismo.
Él seguía explicando con palabras técnicas la ineficacia de la cura en ciertas personas. Realmente no entendía nada, lo mío era el pensamiento rápido, la observación, no la ciencia.
No tuvo que tardar mucho en saber que no entendía nada, especialmente cuando empecé a responder solo con asentamientos continuos de cabeza en un ritmo constante.
Resopló, y pasó su mano por la cabeza acomodándose el cabello.
—Hay gente como tú y como yo, que hemos estado muy cerca del virus —asentí, ahora si estábamos hablando el mismo idioma —esa cercanía ha dejado a nuestro cuerpo conocerle, la gente como nosotros que llevamos huyendo desde hace tanto tenemos la forma de curarnos, podemos contagiarnos sí, pero tenemos una cura.
Aunque ahora entendía todo lo que decía no sabía a donde quería llegar. La entrada de Chavs al laboratorio se hizo esperar, pero al fin abrió las puertas y se sentó en el lugar que nos marcaba Ethan.
—Lo explicaré de otra forma —susurró desesperado, más aún que tenía que volverlo a repetir a Chavs. No era tonta le entendía, o eso creía —las personas como nosotros morirán sin esto ¿entendéis?, los que llevan persiguiéndonos tanto tiempo, ellos, no les funcionará esta cura. Solo tienen un 40% de probabilidades de que funcione y sin son contagiados nos contagiarán a nosotros. No tenemos para tantas personas.
Aquel era el punto, aquellas personas que habían querido matarnos ahora estaban a merced del azar, sin embargo las que tan peligrosas parecíamos encontrábamos un camino distinto, más seguro.
Entre probetas y tubos de ensayo dejé a Ethan y Chavs aquella misma tarde. Colgué mi nueva mochila a la espalda, llena de alimento y agua para tres días. Aquella fue mi primera salida.
Me auto declaré exploradora.
Caminé en linea recta sin rumbo, esta vez con un inhalador a mano. La arena se extendía a kilómetros y la esperanza no era algo que sobrara en mi interior.
Sin embargo al día y medio de camino, durante la noche, divisé la primera fogata.
Aquel fuego ardía con fuerza en el frío de la noche y calentaba a las personas a su alrededor. Las mantenía vivas en su atmósfera.
Una de las mujeres se recostaba junto a otra bajo el abrigo que les proporcionaba el saco. Aunque el otro hombre estaba dormido, uno de ellos se encontraba despierto manteniendo vivo el fuego.
—¿Puedo sentarme? —aquello le sobresaltó, y a pesar de tener una pistola a su lado no reaccionó a cogerla. Yo tomé la de mi muslo y la deposité suavemente en el suelo —también huyo —comenté, provocando que asintiera con la cabeza y me permitiera permanecer allí a su lado.
—Me vendrá bien alguien con quien charlar, las noches suelen hacerse muy largas, sobre todo aquí en el silencio.
Aquel hombre camuflado en la oscuridad, solo visible su rostro gracias a la luz roja que nos proporcionaba el fuego. No sabía que tanto me identificaba con aquellas palabras.
Las noches siempre han sido lo más temido, tenemos miedo a todo aquello que no vemos. Recordaba perfectamente las primeras, me acostaba con lágrimas en los ojos después de haber pasado días sin dormir, temiendo no levantarme a la mañana siguiente, a que me atacaran mientras estaba indefensa.
—¿Estás bien? —preguntó tras mi silencio.
—Sí, ahora sí estoy bien —y era cierto, por primera vez a pesar de estar en un grupo de desconocidos me encontraba a salvo.
Pasé horas hablando, pero prometí que volvería en un tiempo y debía hacerlo si no quería preocuparles.
Coloqué mi mano sobre el hombro de aquel hombre, mientras una de las mujeres se levantaba para el cambio de turno.
Él se apartó muy rápido, asustado.
—Cuidado, alguno de los dos podría estar contagiado —se levantó dispuesto a dormir, ofreciéndome un lugar que se quedó vacío.
—Debo volver ya, pero podéis acompañarme —ambos se miraron, observando la luna aún en el cielo —conozco un lugar donde estaréis a salvo, donde se buscan a personas como vosotros.
Pocos minutos después todos se levantaron por la agitación en el ambiente, escuchando atentamente lo que tenía que decir.
—Desde luego ninguno está contagiado, no debería existir ningún problema —dijo una de ellos tras explicarle acerca del refugio, solo para personas que habían sido cercanas a Estrodo.
Yo sonreí, y ellos extrañados me escucharon.
—No tenéis de que preocuparos, yo ya estoy curada —no tuve que decir más, dejé que pudieran leer a través de mis ojos cada rincón de mi alma, entendieron que no mentía y aquella misma noche nos pusimos en marcha.
Fueron los primeros en llegar, los primeros de muchos más.
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2048 © [DISPONIBLE EN FÍSICO/EBOOK]
Science Fiction"Llega la extinción" Si alguien encontrase este diario, quiero que sepa quién dejó parte de su alma escrita en él. Eso significaría que la raza humana ha sobrevivido a su propia extinción. El mundo ha lanzado su mayor ataque contra aquellos que lo d...