No mires bajo la cama

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No mirar debajo de la cama era el consejo que Tomas recordaba de su hermano mayor, pues debajo de ella, había monstruos, criaturas extrañas en busca de niños curiosos para saborear o raptar, esperando usarlos como mascota en el mundo oscuro. Con una advertencia así, se mantenía a raya, y por supuesto muy asustado.

Pedía que lo acompañaran hasta el pie del mueble, o pasaba corriendo, saltando desde lo más lejos posible tratando así de evitar que algo le tomara de los pies.

Una noche, sin querer, de tanto moverse, la manta se corrió un poco, y sintió el frio, quiso jalarla, pero al parecer estaba atorada con algo, en el segundo intento puso tanta fuerza, que pegado a la cobija, vino también aquello que la detenía, se trataba de una mujercita graciosa, con apariencia de anciana en miniatura. Esta señora le daba golpes al niño para que soltara la manta, pero lejos de herirlo, le causaban cosquillas, ya que lo hacía con una diminuta rama que le servía de bastón. Después de un rato de forcejeos, llegaron a un acuerdo, Tomas cedió la frazada y la viejecilla se fue contenta por debajo de la cama.

La mañana siguiente, el niño empezó a dejar objetos y comida debajo del mueble, para cuando veía de nuevo, ya no estaba ahí lo que había puesto, pero días después, cuando miraba, tenía un objeto, alguna extraña manualidad que el chiquillo conservaba con gusto. Se podía decir que se hicieron amigos, y por las noches, la viejecilla subía a arroparlo. Cuando el hermano mayor se dio cuenta del ritual del niño, quería ver que había debajo de la cama, así que levantó la sabana, y ¡ahí estaba!, esa horrible cosa llena de dientes, con cientos de tentáculos que se movían intentando atraparlo, se saboreaba desde la distancia, el chico intentó correr, pero el monstruo ya lo tenía atrapado. Jalándolo hacia el mundo oscuro.

Jamás he creído que los monstruos vivan debajo de la cama, y ahora mucho menos, debajo de la cama solo te espera lo que mereces, por eso debes ser bueno.

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