La foto de la niña

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Tim la encontró al salir de la escuela. Era una foto Polaroid cualquiera, tirada en el césped. En ella, una hermosa niña de cabello negro y piel blanca aparecía retratada, vestía de manera anticuada pero linda, con un vestidito abombado, medias y zapatos rojos. Su mano derecha además, estaba levantada mostrando dos dedos extendidos, como si estuviera haciendo el símbolo de amor y paz o indicando un número dos.

Al mirarla, Tim sintió que todo el mundo a su alrededor se desvanecía. De repente no podía pensar en nada más que no fuera aquella niña preciosa. Su belleza era tal que se olvidó de todas las cosas que eran usuales a su edad. Ya no le interesaba jugar videojuegos, ver películas ni salir con sus amigos.

En todo lo que pensaba era en aquella misteriosa chica.

Tim sentía que tenía que conocerla, pues seguramente estaban destinados a ser almas gemelas. Con su foto en la mano, recorrió toda la escuela por varios días, preguntando a todos los alumnos que se cruzaban en su camino si la conocían. Sin embargo todos le respondían que jamás la habían visto.

Más adelante probó suerte por el vecindario, averiguando si alguno de los vecinos podía darle una pista pero todo fue en vano.

Los días pasaban y Tim se sentía cada vez más desolado. No podía dormir, ni tampoco quería comer. Adelgazó mucho y sus notas bajaron considerablemente en la escuela. Sus padres, preocupados por lo que sucedía, intentaron llevarlo al médico sin encontrar nada extraño en él.

Solo el chico sabía lo que le ocurría. Si no lograba encontrar a la niña de la foto, su mundo se iba a derrumbar.

Una noche, Tim logró dormir cuando fue despertado por un golpe en la ventana, luego de colocar la fotografía debajo de su almohada. Miró hacia el vidrio y vio una sombra afuera, pero al levantarse para abrir se dio cuenta de que no había nadie. El eco de una risa escalofriante llegó hasta sus oídos, haciendo que se estremeciera.

Cuando a la mañana siguiente, preguntó a sus padres y a sus vecinos si habían escuchado algo, estos le contestaron que no y su preocupación aumentó.

No sabía porque, pero estaba seguro de que algo tenía que ver con aquella hermosa niña.

La noche volvió a caer y Tim se durmió con la foto como de costumbre. Luego de la medianoche volvió a ser despertado por golpes en la ventana y la misma risa infantil se repitió, poniéndole los pelos de punta. Esta vez, Tim no estaba dispuesto a dejarla escapar.

Tomo la foto y salió de casa, siguiendo aquella risa espeluznante. Al cruzar una calle fue arrollado por un camión y murió al instante.

Cuando las autoridades fueron a recoger el cuerpo, notaron que su mano aun aferraba una imagen Polaroid, en la que aparecía la chica más bella y más tierna que habían visto. Lo que más les llamó la atención, fue el gesto que hacía con su mano.

Ahora la niña de la foto tenía tres dedos extendidos.

Ahora la niña de la foto tenía tres dedos extendidos

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