Hospital Psiquiátrico Barbacena. (Capitulo I)

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Soy médico especializado en trastornos mentales del Hospital Psiquiátrico de Barbacena, Brasil. Tal vez no han escuchado mucho acerca de este manicomio, para esto permítanme que les comente un poco acerca de este desdichado lugar. Mi nombre es Antonio Fernando Vázquez, doctor en psiquiatría. Solía trabajar en el Sanatorio Hispanoamericano de Madrid España (mejor conocido como «El Hispano»), pero la dictadura Franquista me ha hecho emigrar de mi país de origen.

La guerra civil española me ha llevado al Estado de Minas Gerias en el país amazónico. Un amigo exiliado me dio cobijo y su valiosa ayuda conseguiría para mí un puesto en el hospital psiquiátrico de la ciudad.

Mi adaptación en el país sudamericano fue rápida, aprender el idioma no fue complicado, su portugués dista del que conocemos en Europa y se acerca más al castellano que hablamos. Mi primer día de trabajo estaba próximo, admito que la noche anterior me fue difícil dormir, extrañaba volver a las labores.

En la mañana anterior a partir al hospital, compartí el desayuno con mi amigo (al cual solo mencionaré como "Ángel"), lo notaba ausente, su mirada se perdía entre los rincones del cuarto del comedor a la vez que ocupaba sus dedos en un par de esferas terapéuticas chinas.

-¿Ángel? ¿Te encuentras bien?-Volteaba su mirar violentamente hacia mí, lo había interrumpido de un pensamiento profundo. Su voz sonaba apenada.

-Fernando, sé que estás entusiasmado con este día, pero no he sido del todo sincero contigo. El Barbacena no es como los demás hospitales que conoces ¿Sabes? Nunca he entrado pero dicen que la vida ahí es complicada, y no solo para los enfermos, también lo es para el personal.

-Que eso no te preocupe, creo que lo exageras, la vida en un sanatorio mental es dura, pero llevo ya más de siete años en esto ¿Recuerdas?

-No comprendes, la gente dice cosas terribles, hablan de...

-Ángel ¡Basta! La gente siempre exagera.- Me di cuenta que lo reprendía groseramente, quise suavizar las cosas bajando el tono de mi voz -¿Sabes? Estoy muy agradecido contigo por haberme recibido y recomendado para el puesto ¿Cómo dices que se llama el Doctor que me está esperando?

El Doctor Brener Bahía era el titular del Barbacena, cuando llegué fui recibido por uno de los guardias que merodeaban en la entrada al hospital.

En el momento en que el empleado quitaba los candados que daban acceso al interior, pude observar la deprimente fachada del lugar, las elevadas bardas y arquitectura fúnebre del lugar hacían helar mi piel.

El guardia me conducía a través de un caminito pavimentado sobre el pasto del patio. Aprecié muchos enfermos que se encontraban deambulando en derredor. Todos ellos estaban alejados de mi posición.

Después de ingresar en las instalaciones, pudimos llegar a la oficina de Bahía que se encontraba en el segundo nivel. El guardia se despidió de mí informándome que hasta ese punto él podía acompañarme, de ahora en adelante seguía por mi cuenta.

Toqué un par de veces la puerta, mientras esperaba a que alguien abriera, observaba la placa con el nombre de mi nuevo jefe – Dr. B. Bahía – una voz ronca sonó desde el interior, el interlocutor me invitaba a pasar de manera cortés.

Al abrirla percibí un fuerte olor a tabaco y al fondo del cuarto vi a un hombre de cincuenta y tantos años de edad sentado detrás de su escritorio, usaba lentes de armazón gruesa y graduación elevada, su frente amplia anunciaba una prominente calvicie, su escaso cabello gris lucía como una sucia pelusa; me recibía con una sonrisa detestable que mostraba una hilera amarillenta de dientes.

Como si me conociera de muchos años, me invitaba a tomar asiento; advertí detrás de él muchos títulos y reconocimientos colgados sobre la pared, algunos de ellos lo destacaban como doctor especializado en problemas mentales. Sobre su escritorio había un cenicero con tres filtros de cigarros extinguidos, y un par de expedientes, reparé que uno era mío. Asumo que era mi currículo.

-Bienvenido Doctor Vázquez, el señor Ángel me ha hablado mucho de usted, es un gusto por fin conocerle ¿Cómo le ha tratado nuestra ciudad?

-No he tenido mucho tiempo de recorrerla, pero mi impresión es de que se trata de una ciudad acogedora.

-Bueno, somos una ciudad pequeña, pero le recomiendo visite el Museo Municipal de Barbacena, le agradará y conocerá un poco más acerca de nosotros y este pintoresco lugar.

-Lo tomaré en cuenta Doctor.

-Bueno, vayamos al grano, creo deberá estar interesado en las actividades a realizar. He leído su expediente y me siento complacido. Graduado en la Universidad Autónoma de Madrid, ha trabajado en el Instituto Psiquiátrico de Servicios de Salud Mental José Germain, así como en el sanatorio Hispanoamericano de Madrid, y un postgrado en la Universidad Europea de Madrid. Sorprendente.

-Gracias.-Le sonreía con timidez.

-Doctor Vázquez, no sé si se lo han explicado, pero en base a su experiencia requerimos apoyo en el tratamiento con los pacientes del hospital, nada que usted no sepa manejar. -Asentía ante los requerimientos de mi nuevo jefe -Una cosa más, mire, no sé cómo trabajaran en Europa, pero le pediría encarecidamente acoplarse a nuestra forma de laborar.

Esas palabras de Bahía me dejaron un halo de duda, aun no lograba comprender del todo a que se refería.

-Pero bueno, no le quito más su tiempo Doctor Vázquez, debe estar ansioso por comenzar, conocer las instalaciones y su nueva oficina. Al final del pasillo encontrará el área en donde se encuentra el enfermero Hélio. Dígale que va de mi parte, él le conducirá a su oficina.

Me dirigí a donde Hélio, un hombre alto y fuerte, la seriedad de su rostro resaltaba sus duras facciones. No intercambiamos muchas palabras, solo parecía desear cumplir la orden de llevarme a mi nuevo lugar de trabajo.

 No intercambiamos muchas palabras, solo parecía desear cumplir la orden de llevarme a mi nuevo lugar de trabajo

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