La Niebla

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Es difícil recordar cuando exactamente fue que comenzó la niebla. Creo que iniciaba el mes de noviembre cuando las calles empezaron a llenarse con ese halo que poco a poco, fue cubriendo nuestra ciudad hasta que quedamos sumergidos en un mundo de sombras. Los accidentes de tráfico eran cosa de todos los días y muy pronto, la gente tuvo miedo de salir de sus casas.

Hubo saqueos en tiendas y supermercados, las escuelas y los bancos cerraron, y mientras tanto, los hospitales se veían desbordados. Hasta las telecomunicaciones comenzaron a fallar. Nadie sabía de donde había llegado esta niebla o por qué. Lo único que queríamos era que todo volviera a la normalidad.

Pero es fácil saber que nada volverá a ser como antes. Pues lo único que pudimos ver con claridad entre la espesura que ahora cubre nuestra urbe, son las luces en el cielo.

Luces rojas que parpadean a todas horas cuando cae la noche y aterrorizan a la gente.

No quise dar crédito cuando empezaron los rumores sobre una invasión alienígena. Esas parecen cosas sacadas de una película de ciencia ficción. Tenía que haber una causa natural que explicara todo este pandemónium. Quizá la niebla la hubiera ocasionado algún fenómeno climático... sin embargo...

Sin embargo, debo admitir que yo también estoy perdiendo la cordura. Sé, en el fondo, que no hay cambios en el planeta que sean responsables de esto. Y sí, las luces en el cielo me están poniendo nerviosos. Traté de escapar de mi familia en auto cuando escuche que seres extraños estaban invadiendo las casas, pero nos quedamos sin combustible en medio del monte.

Mi esposa me miró suplicante cuando le dije que la única alternativa, era ir a buscar ayuda.

—No me dejes sola, por favor —me rogó.

—No salgas del coche —fue lo último que le respondí, antes de correr con mi linterna entre la maleza, esperando encontrar a alguien que pudiera ayudarnos.

La dejé sola, con los niños dormidos en el asiento de atrás. Ruego a Dios porque se encuentren bien, pero llevo horas caminando y ya no sé por donde ir, o que camino tomar para regresar. He tratado de rezar pero creo que Dios nos ha abandonado. Él no permitiría que estuvieramos a merced de esta niebla, de esas espantosas criaturas que invaden las casas de la gente y les encierran como animales en enormes contenedores de vidrio.

Por lo menos eso era lo que había escuchado, antes de huir de mi vecindario, que a estas alturas ya debe estar destruido. Si al menos pudiera regresar a mi auto y sacar la escopeta cargada que tengo en el maletero, todo terminaría en un instante...

Escucho un eco extraño a la distancia y me detengo. Hay una sombra enfrente de mí. Parece una silueta humana.

—¡Por aquí! ¡Ayuda! —grito esperanzado— ¡Ayuda!

Mis ojos se abren de terror al ver que la silueta va aumentando de tamaño hasta ser gigantesca. Vislumbro su torso, sus brazos y su cabeza alargada.

Me han encontrado.

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