Prófugo del Terror

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Llevaba ya un buen tiempo sin trabajo. El último había terminado siendo un desastre, "desastre" claro, hablando dentro de lo políticamente correcto, el ambiente y los empleados de aquel lugar, sobre todo los últimos fueron sumamente insoportables, estresantes y bueno como decirlo... algo mundanos, me trataban como un demente, un animal y pues... solo fue cuestión de tiempo hasta que aquella situación me llevara a tomar una decisión, y vaya que fue un gran desahogo para mí.

Decidí que dejarlo fue lo mejor, aunque, formalmente nunca presente carta de renuncia, y a raíz de aquella decisión perdí mi domicilio, mi casa pero a pesar de todo no me arrepentí de haberla tomado, sentí que así debía ser pues estaba dispuesto a renovar mi vida, y sí, vivo solo, pero ya ni recuerdo desde cuándo, no me juzguen soy alguien en constante movimiento no tengo tiempo para esa cosas.

Después de lo que paso estuve gran parte de mis días vagando por la ciudad lo cual siempre lo vi como una forma de escapar de la presión laboral y distraer mi mente, pero claro esta vez era diferente.

Tiempo después conseguí un lugar donde solicitaban empleado, Era un restorán de clase alta ubicado al este de la ciudad en un centro comercial con mucha afluencia de personas... era perfecto para mis aspiraciones, debido a esto contaba con una muy buena paga, y ni hablar de la propina, así que después de pensarlo un rato y de una turbias diligencias para conseguir de vuelta unos documentos personales, no renegué de esta oportunidad y logre que me contrataran.

Allí me desempeñaba como camarero y no lo niego me empezaba a sentir bien," supongo" pero al igual de cómo se sentiría un tiburón en una pecera, es que... no acostumbraba a tener empleos tan formales y además sentía que había dejado lado mi esencia.

A partir de ese momento en adelante, todo transcurrió como debía, me estaba yendo fenomenal, mis ahorros incrementaban así como la confianza con el personal. Una semana después ya había logrado rentar un apartamento que me concedió un poco de privacidad y libertad, parecía que iba encaminado a recuperar mi bienestar personal.

Pero cierta noche mientras volvía del trabajo empecé a tener esa profunda sensación de estar siendo seguido y observado. El bus me dejaba a tan solo dos manzanas de casa pero aquella sensación me hizo alcanzar un pico estrés tal, que tuve que caminar más rápido de lo normal para llegar, traté de no voltear bajo ninguna circunstancia pues sea lo que fuese que me estuviera generando esa sensación, no lo debía ver, y es que, ¿cómo iba a voltear con aquel alumbrado público tan mediocre?

A medida que avanzaba me volví a cuestionar lo anterior suponiendo que quizás así debía ser, pues... después de todo, lo que sea que me estuviera siguiendo me perdería en las sombras, es así que al instante recordé un par de callejones de los cuales con un rápido y serpenteante movimiento saque provecho, y poco tiempo después ya estaba en casa pero de alguna forma aquella sensación que empezó como un frío en la espalda, una intuición, trajo consigo un mal presagio, mal presagio que conforme pasaba el tiempo fue escalando hasta crearme una severa ansiedad, que se volvió a repetir los días consecuentes, cada vez que retornaba a mi hogar.

Mis labores no fueron ajenas a esta situación, aquel suceso había logrado desestabilizar mi vida de nuevo. Como era de esperarse ya me había hecho la tarea de conseguir un taxi para llegar directamente a casa, pero llegados a este punto muchos se preguntaran si de verdad lo que yo suponía era real... o era obra de mi cabeza, pues... aquella duda fue aclarada horas después... eran las 2:00 am y aun me encontraba despierto producto de aquella fuerte ansiedad, cuando de repente escucho a lo lejos un agudo chirrido seguido de un suave sonido de motor. No me tomó nada de tiempo suponer que aquel sonido lo había provocado un vehículo estacionando, es así que con un poco de resquemor, abro un pequeño espacio entre las persianas de la ventana que daba de frente a aquella calle, y allí se hallaba estacionado un vehículo reafirmando mis suposiciones.

Recuerdo que era un Ford Crown Victoria color plateado de lunas polarizadas. Aquella ballena nunca bajó las ventanas y se mantuvo allí durante 10 minutos. Aproximadamente eso por las siguientes tres noches, cosa que lograba justificar aquella sensación. Ya podía decir con certeza que alguien quería algo de mí, pero ¿por qué?, ¿por qué a mí? Yo no le debo nada a nadie, ¿o sí?

No le contaba a nadie sobre lo sucedido, pues lógicamente argumentarían de qué se trataba de asaltantes o extorsionistas, pero yo estaba seguro de que no era nada de eso.

Al día siguiente, aun después de cerrado, decidí quedarme en el trabajo ayudando a limpiar todo, así podía cambiar un poco la rutina y de alguna forma también lograba despistar a quien fuera que estuviera tras mi rastro, pero tenía que seguir con mis planes. Mi lista debía crecer, había sido muy pulcro, casi perfecto hasta ahora, así que decidí renunciar ese mismo día, no sin antes dejar un regalo de mi parte y creo que justo a tiempo: ya el bigote y la barba postiza me estaban molestando, pero valió la pena, la función estaba lista.

Ahora después de ver la presentadora de noticias mencionar mi alias, adjudicarme a mi historial la explosión de aquel hospital psiquiátrico y ahora de este centro comercial me hace contemplar un cambio de modus operandi, no quiero verme en la necesidad de verle la cara a aquellos sujetos que me siguen.

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