Los secretos son volcanes que tarde o temprano harán erupción dejando destrucción, dolor, sufrimiento, pérdidas y heridas que quizás nunca cicatricen.
El volcán está apunto de hacer erupción, y quizás -sólo quizás- alguien logre sobrevivir al desas...
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Nunca me había detenido a pensar cómo seria la primer vez que me enamorase completamente, mucho menos había imaginado como sería cuando me rompieran el corazón. Ahora que lo sé, puedo decir que ambas destruyen por igual.
Ver al chico que está frente a mí con los ojos llenos de lagrimas causa que mi pecho se inunde y se embriague de sensaciones que me quitan el aire.
Ambos estamos en silencio, un silencio que dice más de mil palabras y calla más de mil secretos que están a punto de descubrirse. El silencio de un alma que quiere gritar y desahogarse, pero se ahoga con su propia culpa.
Todo mi cuerpo tiembla y no estoy segura si es por el clima nublado o por las emociones que están a punto de explotar dentro de mí. Doy un paso hacia atrás, en este momento estar cerca de él lo único que provoca es querer huir y refugiarme en mi departamento. No le temo, no a él, temo a lo que su silencio calla. Temo a los secretos oscuros que están por salir a la luz. Temo por nosotros.
Comienza a acercarse a mí, y aunque mi corazón exija un último abrazo, levanto la mano y retrocedo un paso atrás, él capta mi señal.
—No te acerques a mí —susurro lo suficientemente alto para que me escuche. Veo cómo su pecho se infla ante el impacto de mis palabras —, no te acerques a mí hasta decirme la verdad, por favor —mi voz es una súplica.
Deja salir aire por los labios y mira al cielo, me permito grabar cada parte de él, cada gesto, cada cicatriz, cada una de las partes que lo conforma, si en algo tenían razón las personas que me advirtieron es que de su nombre no me olvidaré por más que lo desee y que de su vida no me iré hasta estar destruida.
Y aunque las advertencias fueron cada día, aunque los regaños eran con frecuencia... él jamás será un error, aún si me destruye, jamás me arrepentiré de haberle querido y anhelado. Todos dicen que es un error conocerle y yo lo único que puedo pensar es que toparme con él en la vida ha sido el mejor jodido privilegio.
Me limpio las lágrimas con el dorso de la mano. Él intenta acercarse a mí de nuevo y esta vez no retrocedo.
—Yo...eh... joder —tartamudea. Jamás lo había escuchado tartamudear —, soy pésimo con las palabras, pero mírame —pide cuando está frente a mí, puedo sentir el calor que emana su cuerpo, puedo sentir su aroma y puedo escuchar su respiración acelerada —. Mírame y dime qué tienes frío porque estoy muriendo por abrazarte.