XIV: Dime tu precio.

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19 de marzo de 2016

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19 de marzo de 2016.
Lunes.

Me encuentro en la biblioteca de la universidad investigando sobre un poco más para poder hacer un buen proyecto, Bastián me ayudo bastante a hacer la estructura de la idea, así que solo tengo que investigar los sub-temas que irán dentro del tema principal.

He estado leyendo algunos libros, y también investigando en internet, apunto fechas importantes, datos curiosos y cosas que resulten interesantes. Estoy realizando el primer borrador en mi computadora, llevo 10 hojas de word aproximadamente, y luego tengo que resumirlo, y quizás suene fácil, pero no lo es. El reportaje solo es de dos hojas, así que debo desarrollar el tema solo con cosas que realmente importen.

Rasco la punta de mi nariz y me acomodo las gafas, hace unos dos años que los tengo y sí, admito que están un poco desgastadas y viejitas, pero me gustan así, además tampoco es que tenga el dinero para estar comprando otras.

Termino de escribir el último párrafo en la computadora, regreso los libros a su lugar y comienzo a guardar mis cosas.

Ya estoy saliendo de un proyecto, pero aún me falta el de fotografía, y ese tengo que presentarlo en un par semana, y aún no tengo ningún tema. Quizás utilice las fotos que le tome a Bastián y le coloque como titulo: "emociones", luego recuerdo que él solo tiene una maldita cara que es la de estar amargando siempre.

Suspiro, salgo de la biblioteca mientras me despido del guardia que está acostumbrado a verme por ahí. Cargar la computadora en la mochila no es algo cómodo y mucho menos cuando el sol está en su máximo esplendor. Saco una bolsita de manías y comienzo a comer mientras camino.

Siempre me es grato caminar y sentir el aire libre, poder ver a las personas y sus distintos comportamientos o simplemente ir perdida en mis pensamientos tontos y absurdos.

Caminar sola, para mí, es una de las cosas más terapéuticas que puede existir en la vida. Te ayuda a reflexionar, a calmarte, a respirar y dejar de atormentarte de los pensamientos malos si así lo quieres, tampoco olvidemos que es bueno para la salud.

Camino regreso a mi departamento con calma y tratando de no tirar la mochila por el peso de la misma.

Para cuando estoy llegando, me detengo en seco por unos segundos al ver a la persona que se encuentra recostada en su auto, me aclaro la garganta. Tengo que actuar con normalidad, sigo caminando y prefiero guardar la bolsa de manías en las bolsitas que se encuentran en la orilla de la mochila. Bastián nota mi presencia poco tiempo después.

Dios santo, ¿por qué se tiene que ver tan bien con gafas de sol? Parece un modelo, y sí, hace que mis hormonas se alboroten.

—Llevo años esperándote aquí — dice cruzándose los brazos.

Don exagerado le llaman.

Vuelco los ojos.—Hola para ti también —le digo cuando estamos frente a frente. No se molesta en quitarse las gafas, pero puedo imaginar sus ojos.

SilenceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora