CAPITULO 10

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Me senté al lado de Mario en el comedor. El me miró inquisidoramente y después sonrió tiernamente.

-No has estado en el entrenamiento.-Dijo mientras se comía una hamburguesa.

-He hecho pellas. He ido a la biblioteca con Melisa. Hay tantos libros que me va a costar una eternidad leerlos. -Le sonreí y empecé a comer mi hamburguesa.-¿Qué tal el entrenamiento?

Mario me miro y después sonrió burlonamente.

-Alan no ha sonreído ni una vez en todo el día. ¡Ni si quiera cuando me he tropezado y me caído de cara al fango!-Dijo el feliz.

-¿Te has caído de cara al fango?-Empecé a reír tan fuertemente que todas las mesas de alrededor me escucharon. -¿Cómo puedes ser tan torpe?

-¿Me estas escuchando?-Dijo el. -Alan no se ha reído ni entonces. Ha estado todo el día deprimido, y apuesto, a que a sido por lo que paso con Alex. 

No había visto a Alan al entrar en el comedor. Llevaba sin verlo desde que se había ido de la cueva, después de amenazarme.

-Bueno, ya se le pasará.-Dije con indiferencía. No había sido para tanto.

Ahora que lo pensaba, ¿Dónde estaba Alan? Miré entre todas las mesas, y vi que Alan se encontraba sentado en una con Marisa, Sam y su hermano Alex. En cuanto fijé sus ojos en el, se dio la vuelta y me miro. Era como si sus ojos estuviesen vacíos de sentimientos, y lo único que hizo fue causarme dolor.

-¿Los libros escritos en angélico son muy importantes?-Le pregunté a Mario, intentando olvidar, al menos por un momento a Alan. 

Mario levantó la vista de su hamburguesa y asintió.

-Supongo que si. No se utilizan mucho pero ahí es donde siempre vienen las profecías, y las profecías son muy importantes para poder saber que nos depara el futuro. 

-Entiendo.

Supongo que esas profecías no avisaban de todo lo que iba a suceder. Al igual que la mía, creo que todas las profecías son inciertas, sino, la hija de Sam y Melisa estaría viva. ¿Qué le habría pasado?

****

Después de comer y despedirme de Mario me fui a mi habitación y me tumbé en la cama. Tenía ganas de saber que estaba haciendo Alan. Había pensado en visualizarlo pero no me parecía bien. Necesitaba hacer algo productivo, así que me duche para pasar un poco el rato, me puse unos vaqueros rotos unos, una camiseta negra en la que ponía “I love dreams” y unos tacones rosa fucsia, me fui hacía la biblioteca. 

Pasé por los pasillos iluminados con antorchas hasta que llegué a mi destino, la otra vez que había estado no me había dado cuenta, pero había otra puerta al lado de la biblioteca. Encima de la puerta había escritura angélica así que hice como Melisa me había recomendado y me concentré en descifrar que eran aquellas letras.

Estaba segura que lo primero que ponía era sala, me concentré en lo demás. Las letras se movieron y descifré que ponía “sala de música”. ¡Una sala de música!

Estaba a punto de abrir la puerta cuando alguien tosió detrás de mi. Me di la vuelta y vi a un hombre grande y fornido. Me sonaba haberlo visto antes, pero no estaba segura de donde.

-Siento molestarte.-Empezó a decir.-Pero llevó días intentando encontrarme un momento a solas contigo, y al ver que pasabas por los pasillos sin nadie a tu alrededor, pensé que sería el mejor momento.

El hombre se arrodillo y agachó la cabeza. 

-Mis padres eran unos originales, y me enseñarón, que cuando haces algo mal y te arrepientes de hacerlo, lo único que puedes hacer es rogar por el perdón.-Levantó la cabeza y entonces lo reconocí. Era el chico que me había dado los 50 latigazos. ¿Cómo se llamaba? Ah si, Max.-Yo te pido perdón Ela, siento todo el daño que te causé. Creía verdaderamente que eras Ariadna, ya que en el físico no tenéis muchas diferencias. Pero obviamente, me equiboqué. No eres Ariadna, tampoco eres una mala persona. No te mereces todo lo que te hice. Y necesitaba pedirte perdón.

ANGEL=PROBLEMSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora